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Especial

Angi Moreira 'gambeteó' al terremoto gracias al fútbol

Angi Moreira (de rojo), reza junto a sus compañeras del club Ñañas por sus familiares y su ciudad natal. El deporte es por ahora su principal alternativa para conseguir una beca universitaria.
Angi Moreira (de rojo), reza junto a sus compañeras del club Ñañas por sus familiares y su ciudad natal. El deporte es por ahora su principal alternativa para conseguir una beca universitaria.
Foto: Mario Egas / El Telégrafo
01 de mayo de 2016 - 00:00 - Javier Tamba Guzmán

“¡Rocío, coge a tus hijas y sal a la calle...!”, fueron las últimas palabras de su tío Lucho, antes de que la llamada se cortara. Al otro lado de la línea, en Pedernales, Lucho quedó incomunicado y sufría las consecuencias del terremoto. La futbolista Angi Moreira, volante del club Ñañas, de Quito, nunca olvidará la cadena de acontecimientos que se dieron a raíz de aquella llamada.

A sus 17 años, Angi trata de asimilar todas sus pérdidas. Dos tías y 3 primas fallecieron, mientas que la casa de sus padres se vino abajo, perdiéndolo absolutamente todo.

Elegir quedarse en Quito aquel fin de semana toma tintes de milagro. No solo eso, la víspera del movimiento telúrico, su madre, Rocío Góngora (36 años), y sus 3 hermanas: Angélica (13 años), Yaritza (5 años) y Angelí (3 años) llegaron a la capital para visitarla.

El sábado 16 de abril, al momento de la catástrofe, las 5 mujeres estaban en Quitumbe, al sur de la urbe, visitando a Ana Lucía Nevárez, madrina de graduación de la deportista. Su tío Lucho se comunicó con ellas para saludarlas. Todo iba bien, hasta cuando la tierra comenzó a temblar y la voz del hombre se alteró. Ignorando que sus parientes no estaban en Pedernales, le gritó a Rocío que pusiera a las niñas a salvo.

Rocío no entendió la recomendación, no la relacionó con el sismo; incluso pensó que se trataba de una broma. Para salir de dudas, marcó el número de Lucho, pero las llamadas no entraban. Trataron de hablar con Ángel Moreira, padre de la mediocampista, pero igual, contactarse era imposible.

Instantes después, las imágenes de televisión lo explicaron todo. Por fin las palabras de Lucho encajaban. Las lágrimas, la preocupación y la impotencia se apoderaron de ellas. Lo único que podían hacer era rezar.

El miedo mantenía en vilo a la familia Moreira-Góngora. El domingo 17 amaneció y con él las malas noticias. La casa de 2 pisos en la que Angi creció, ubicada en el balneario La Chorrera, a 10 minutos de Pedernales, se había derrumbado.

A su padre y su abuelita, Rosa Márquez, tras quedar heridos, los llevaron al hospital. Ángel experimentó golpes en la cabeza y el brazo derecho; doña Rosa se dislocó el brazo izquierdo. Esto, según pensaron, las predisponía para cualquier golpe emocional, pero horas más tarde, Angi, su madre y hermanas entendieron que nunca, nunca, se está preparado para lo peor.

Al enterarse de que entre las decenas de cadáveres estaban 2 de sus tías y 3 primas y que Mariposa, la perrita a la que tanto amaban, había perecido bajo los escombros, todas sintieron que cientos de alfileres se clavaban en sus corazones.

Algo de calma recuperaron cuando Ángel y mamita Rosa salieron del hospital con el alta médica. Días después, la familia se reunió en Mindo, donde reside Maribel, tía de Angi.

Eran momentos de alegría, de agradecerle al Todopoderoso por estar juntos, pero también había que tomar decisiones. Ángel se mostró radical: regresaría a Pedernales, jamás le agradó la idea de emigrar. Como buen pescador, extrañaba el mar; se comprometió a construir una casa de caña y comenzar de nuevo. Pidió la comprensión de su esposa e hijas. Programó el viaje para el viernes 29.

Angi, quien como nunca sintió la falta que le hacía su familia, resolvió abandonar el plantel de Ñañas y retornar con los suyos. Este pronunciamiento enfadó a Ángel; le recordó que el principal objetivo de permitirle mudarse a Quito fue que consiguiera una beca universitaria a través del organismo deportivo. “A mí no me queda nada para ofrecerte. Lucha por ti misma y cumple tus sueños”, le enfatizó.

La defensa central, Fernanda Vásconez (der.), fue uno de los nexos para la incorporación de Angi Moreira en el representativo capitalino. Foto: Mario Egas / El Telégrafo

En la mitad del mundo

Lideradas por la zaguera Fernanda Vásconez, capitana del equipo, las chicas de Ñañas forman un círculo. Elevan una oración a nombre de Angi y con la moral en alto se riegan en la cancha del complejo que la Empresa Eléctrica Quito tiene en Cumbayá.

La manabita se unió al elenco en marzo último. Es una volante por derecha, más cerebral que explosiva; sus compañeras e instructores exaltan sus cualidades técnicas, pero también valoran su calidad humana.

Su vinculación con el conjunto capitalino se produjo por la amistad entre el entrenador Jimmy Parrales, del club Parrales de Pedernales, y Fernanda Vásconez.  Angi se quedó en el conjunto después de superar el período de prueba; desde entonces es una de las 8 cultoras de otras provincias que habitan en una casa que la institución les facilita en Tababela. También les proporciona alimentación y transporte.

Ñañas, que al momento disputa el campeonato nacional femenino de la serie B, gestiona convenios con colegios y universidades para becar a sus atletas más destacadas.

La aspiración de la centrocampista es seguir una carrera relacionada con el turismo, ya que en el Colegio Nacional Técnico Pedernales, hace pocos meses, obtuvo el bachillerato en esa especialidad.

Al hablar de su iniciación en el balompié, Angie Carolina relata que empezó a los 9 años de edad en  la escuela Carlos María de La Condamine. Ahí alternó entre el atletismo de resistencia y el fútbol.  

No obstante, es en la etapa colegial cuando se inclina por el rey de los deportes. Sus virtudes peloteras se las atribuye a las enseñanzas del instructor Dionisio Muñoz, seleccionador de fútbol sala en el Nacional Pedernales, donde se mostró para llegar a la selección ecuatoriana.

La playa de La Chorrera, en la que extraña pasear, le servirá de motivación. Le pide a Dios que la reconstrucción de su amado cantón no demande mucho tiempo. Por coincidencia, dejó su lugar natal, situado en la mitad del mundo, por otro punto cercano al centro de la Tierra. Desde ahí redoblará esfuerzos para triunfar en la vida y ayudar a su familia. (I)

Angie (der.) y otras jugadoras de Ñañas escuchan las lecciones del venezolano Williams Pino, miembro del cuerpo técnico del equipo. Foto: Mario Egas / El Telégrafo

DATOS

Angi Carolina Moreira Góngora nació el 10 de mayo de 1998. Es hincha de Emelec y trabajará duro para ganarse un puesto en la ‘Tricolor’ femenina absoluta.  

El club Ñañas entrena bajo las órdenes del panameño Kenneth Zseremeta, campeón sudamericano sub-17 con Venezuela en marzo pasado.

La entidad incluye en su cuerpo técnico a la psicóloga Isabel María Lasso que, en caso de requerirlo, reforzará su labor con la mediocampista manabita.  

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