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Ecuador, 24 de Enero de 2025
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Subsidios ‘malos’, incentivos fiscales ‘buenos’

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El lector se preguntará: ¿qué tiene que ver el Bono de Desarrollo Humano (BDH) y los incentivos fiscales, como exoneración, deducción, exención extraordinarias de impuestos, entregados al sector empresarial? En materia fiscal y económica son la misma cosa, solo que la derecha y el modelo dominante han querido mantenerlos, intencionalmente, separados semánticamente y muy bien etiquetados. Nos quieren convencer de que el primero es la ‘inconducta’ en materia fiscal y el ‘lastre’ del Estado paternalista; mientras que el segundo pertenece a la modernidad y política ‘eficiente’ de la economía social de mercado. Intentaré ejemplificar esta separación viciada de dos temas que son iguales, pero que en el debate público han calado en profundidad como temas diferentes.

Voy a aproximarme desde la vertiente fiscal, es decir, desde el enfoque de ingresos y gastos. Hay que decir que, en materia del presupuesto, ambos cuestan lo mismo al Estado. Un subsidio, el BDH por ejemplo, proviene del Presupuesto General del Estado (PGE) mientras que los incentivos fiscales son sacrificios que hace el Estado al dejar de recaudar tributos. En términos prácticos son lo mismo porque un ingreso no percibido es un gasto. Por eso los incentivos fiscales se conocen en la literatura especializada como gasto tributario. Ambos son parte del presupuesto del Estado, solo que los unos son gastos directos, mientras que los otros son gastos indirectos, pero ambos le cuestan a toda la sociedad.

No obstante, la derecha los tiene bien separados. Si son lo mismo, ¿por qué hay una diferencia tan evidente en el discurso y en la práctica presupuestaria? Mientras el PGE está sometido (lo cual es correcto) al escrutinio de las leyes y al control de la ciudadanía, los incentivos fiscales pasan desapercibidos en las instancias parlamentarias, del debate social y de analistas económicos. Es claro que el primero beneficia en términos generales a las mayorías, en cambio el segundo ha beneficiado a grupos selectos de la sociedad (con excepción de las exenciones en el IVA).

El ataque al BDH y a todo el gasto del Estado (PGE), clásica vertiente neoliberal, está instaurado en el debate público de medios y analistas económicos. Tanto ha calado el discurso de las élites que existe un doble estándar en el imaginario: los subsidios sociales, junto al gasto público y el papel del Estado, están sentenciados por el neoliberalismo a ser lo malo, ineficiente, corrupto, catalogados como dádivas innecesarias, fomento a la vagancia; y un sinnúmero de epítetos que se repiten en la sociedad moderna. Por el contrario, los incentivos fiscales, que son subsidios al sector empresarial, y del que se han beneficiado históricamente los grandes grupos económicos, para analistas y expertos no son subsidios y, según ellos, sería inadmisible mezclarlos. En el discurso los incentivos significan estímulo, eficiencia, promoción industrial, etc. ¿Por qué algo que beneficia a los pobres y garantiza derechos mínimos es tan malo, mientras algo que ha sido aprovechado por las élites -y en sustancia económica son lo mismo- es tan bueno?

Los detractores de este proyecto histórico no pierden oportunidad para desmantelar el Estado de bienestar que Ecuador ha conseguido en los últimos 8 años. Pero, ¿por qué en sus ataques no toman en cuenta a los incentivos fiscales? Hay un doble estándar para el mismo hecho económico. Comencemos a llamar las cosas por su nombre: subsidio al sector empresarial.

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