Reflexiones sobre el impuesto a la herencia
La base teórica y filosófica de cualquier economía que quiera ser justa se enfoca en resolver la forma como deberían administrarse los recursos de toda la sociedad equitativamente. En primer lugar debe considerarse el bienestar de todos por encima de individuos o grupos, entonces la base es el bienestar de todos, no de algunos. Hay que partir obligadamente de la legitimidad del concepto de propiedad privada. Cada individuo llega a la sociedad con ciertos derechos inherentes, derechos simplemente por su calidad de ser humano.
En una sociedad justa esto es suficiente, porque además, que yo me haya percatado nadie ha venido a este mundo portando una barrita de oro debajo del brazo al momento de nacer. Entramos a la sociedad desnudos, únicamente protegidos por ella (la sociedad, no la barrita), sin ninguna propiedad o bien material. En ese momento somos nada más que una potencialidad depositada en el regazo de la sociedad. Venimos entonces simplemente puestos lo que la naturaleza nos ha dotado para luego ser nutridos por el grupo social. Sin la bienvenida del grupo perecemos, algo tan humano como el calor de la madre determina la viabilidad de esa nueva vida.
Con el paso de los años continuamos nutriéndonos del ambiente social, aprendemos a hablar imitando a nuestros allegados, aprendemos a leer y escribir de nuestros maestros. En una palabra nos pertenecemos al grupo, no somos nadie sin la sociedad, aunque el “self-made man” -el hombre que se ha creado a sí mismo- no sepa apreciar esta verdad, somos producto del grupo.
Con estos antecedentes, el principio está claro, el bienestar pertenece a todos, por ello la sociedad a través de su dirigencia tiene la obligación de proteger a todo el grupo, sin miramientos. Quienes han logrado beneficiarse por encima de los demás se llaman privilegiados. A ellos la sociedad les ha permitido esos privilegios, por razón A o B. En la mayoría de los casos esos privilegios se han obtenido utilizando la violencia y la naturaleza predatoria del individualista, que ha logrado someter al resto del grupo a una condición despojada del derecho al bien vivir. En otros casos la sociedad se ha dejado embaucar por ciertas creencias de carácter ideológico-religioso. Por ejemplo, a quien se le ocurrió que a título personal cualquier individuo pudiera ser propietario de un pedazo del planeta, poseer un terreno para sí. A los indígenas de las Américas este concepto abstracto les provocó mucha confusión y extrañeza. En la actualidad China no permite a ningún ciudadano ser dueño de un terreno en perpetuidad, aquel únicamente puede utilizarlo mientras tenga vida. (Leer todo en la web).
La base teórica y filosófica de cualquier economía que quiera ser justa se enfoca en resolver la forma como deberían administrarse los recursos de toda la sociedad equitativamente. En primer lugar debe considerarse el bienestar de todos por encima de individuos o grupos, entonces la base es el bienestar de todos, no de algunos. Hay que partir obligadamente de la legitimidad del concepto de propiedad privada. Cada individuo llega a la sociedad con ciertos derechos inherentes, derechos simplemente por su calidad de ser humano.
En una sociedad justa esto es suficiente, porque además, que yo me haya percatado nadie ha venido a este mundo portando una barrita de oro debajo del brazo al momento de nacer. Entramos a la sociedad desnudos, únicamente protegidos por ella (la sociedad, no la barrita), sin ninguna propiedad o bien material. En ese momento somos nada más que una potencialidad depositada en el regazo de la sociedad. Venimos entonces simplemente puestos lo que la naturaleza nos ha dotado para luego ser nutridos por el grupo social. Sin la bienvenida del grupo perecemos, algo tan humano como el calor de la madre determina la viabilidad de esa nueva vida.
Con el paso de los años continuamos nutriéndonos del ambiente social, aprendemos a hablar imitando a nuestros allegados, aprendemos a leer y escribir de nuestros maestros. En una palabra nos pertenecemos al grupo, no somos nadie sin la sociedad, aunque el “self-made man” -el hombre que se ha creado a sí mismo- no sepa apreciar esta verdad, somos producto del grupo.
Con estos antecedentes, el principio está claro, el bienestar pertenece a todos, por ello la sociedad a través de su dirigencia tiene la obligación de proteger a todo el grupo, sin miramientos. Quienes han logrado beneficiarse por encima de los demás se llaman privilegiados. A ellos la sociedad les ha permitido esos privilegios, por razón A o B. En la mayoría de los casos esos privilegios se han obtenido utilizando la violencia y la naturaleza predatoria del individualista, que ha logrado someter al resto del grupo a una condición despojada del derecho al bien vivir. En otros casos la sociedad se ha dejado embaucar por ciertas creencias de carácter ideológico-religioso. Por ejemplo, a quien se le ocurrió que a título personal cualquier individuo pudiera ser propietario de un pedazo del planeta, poseer un terreno para sí. A los indígenas de las Américas este concepto abstracto les provocó mucha confusión y extrañeza. En la actualidad China no permite a ningún ciudadano ser dueño de un terreno en perpetuidad, aquel únicamente puede utilizarlo mientras tenga vida. (Leer todo en la web). (O)