La oportunidad para reactivar y repensar una economía de lo vital
Las naciones del mundo se encuentran frente a los desafíos de suspender los períodos de confinamiento para un regreso a las actividades de producción y consumo que permitan una reactivación.
Ante este punto de inflexión en el transcurrir de la pandemia covid-19, cabe preguntarse si vale la pena regresar a las mismas formas de economía de las últimas décadas.
La crisis económica derivada de la pandemia covid-19 se presenta en medio de una trayectoria de cicatrices y períodos de desaceleración económica desde finales de 1970, agravados desde la crisis financiera global de 2008. Se sabe que el período posterior a esta crisis corresponde al de menor crecimiento en la región en las últimas siete décadas.
Al tiempo de este proceso de desaceleración, de acuerdo a recientes informes de la Cepal, desde 2009 los montos de deuda globales crecieron hasta alcanzar niveles sin precedentes: $ 257 billones en el primer tercio de 2020, equivalente al 322% del PIB mundial.
Como proceso paralelo, las políticas de austeridad fiscal se concretaron en recortes en sectores de salud y otros de bienestar social. Aún sin la pandemia, para 2020, no se esperaba una economía dinámica, al menos para América Latina y el Caribe.
Los informes de la Cepal demuestran una fractura importante en el transcurrir de los últimos años: después de la crisis de los años 80, recuperar los niveles de producción por habitante tomó 15 años (1980-1995) mientras que reducir los niveles de pobreza hasta los indicadores pre-crisis llevó un cuarto de siglo (1980-2005).
Son datos concretos de una “cicatrización” o “histéresis” en la economía, que explicaría como un proceso que tiende a conservar sus propiedades mientras otros devienen dinámicos. Las cicatrices de la pobreza son marcas difíciles de borrar.
En estos meses de creciente complejidad nos enfrentamos a una multiplicación de cicatrices económicas, esta vez disparadas por una pandemia que desnuda las contradicciones de una economía caduca.
Los escenarios más vulnerables que denotan estas heridas, son aquellos en los que la segregación sistemática de clase, etnia y género, y las estrategias de vida propias de estos grupos en las grandes urbes ya mostraban expresiones de enfermedad a través de la silenciosa pero creciente presencia de otras epidemias.
Por ejemplo, afroamericanos y la clase obrera latinoamericana en Estados Unidos reciben al covid-19 con antecedentes de hipertensión, sobrepeso, obesidad y diabetes. Si a esta realidad sumamos el acceso limitado a servicios de salud, se tiene una tasa de mortalidad por covid-19 de casi el doble que la de otros grupos. Somos cuerpos que expresan las determinaciones de nuestra condición social y podemos ser más o menos vulnerables ante crisis como las actuales.
Las formas de producción y consumo atraviesan un apagón abrupto por el coronavirus. ¿Podría significar este fenómeno, a la vez que apagón, una luz ante la crisis civilizatoria actual? Necesitamos enrumbar nuestra genialidad hacia una economía que se enfoque en lo vital para evitar una muerte a gotas del género humano y de la naturaleza de la que somos indivisibles.
Muchas de las mercancías que se producían, circulaban, consumían y desechaban parecen hoy estrambóticas e inútiles frente a la fuerza y simpleza con la que se presentan ahora las necesidades de salud, trabajo, alimentos sanos, educación, comunidad -la familia en ella- y naturaleza. Estamos frente a una conciencia reveladora de lo que es vital para el ser humano. Vivir no tiene que ser un proyecto tan complejo e inmensurablemente ambicioso.
Los principios vitales para el ser humano son un proyecto global de estrategia multilateral que amerita conocimientos y acciones interdisciplinarias. No podemos seguir fragmentando a la economía de la ecología y la salud. La pandemia actual nos genera nuevos retos como humanidad para sustentar la vida y recrearla con dignidad y solidaridad.
No es ni la primera ni será la última pandemia, pero sí es una inédita alerta global que nos sacude con fuerza develando nuestros aciertos y errores. Darnos la oportunidad de nuevas formas de economía orientadas a lo vital es una opción, evitar caminar sobre históricas cicatrices que las haga imborrables es el gran desafío. (O)