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Piketty y la economía de Robinson Crusoe

Piketty y la economía de Robinson Crusoe
27 de junio de 2015 - 00:00

No existe metáfora más famosa en la teoría económica que la economía de Robinson Crusoe. En esta abstracción, el sistema económico es la isla desierta de este personaje, en donde viven él y su amigo Viernes. Ambos tienen una dotación inicial de capital-trabajo y negocian en el mercado los productos que cada uno produce (cocos y bananas). Hasta ahí es una representación no perfecta pero adecuada de la realidad; el problema es que no representa toda la realidad.

Un supuesto de partida de la economía de Robinson Crusoe es que la dotación inicial de recursos está dada, es decir, el capital (patrimonio) es como es. ¿Por qué?, nadie sabe. ¿A quién pertenece esa dotación?, no es importante. El problema de la metáfora es que sus implicaciones han pasado de los libros de texto a la política pública. Todo el desarrollo del pensamiento hegemónico en economía se ha sustentado sobre un supuesto de dotación inicial de factores (capital). Las respuestas desde el pensamiento hegemónico han recaído siempre en el entendimiento (parcial) de los flujos o las rentas, sin preocuparse por el acervo de capital y su distribución.

Es por eso que el libro del francés Thomas Piketty ha venido a remover la casa. Desde una perspectiva histórica ha herido gravemente a la supuesta característica de igualación del capitalismo, en la cual se aseguraba que, en una primera etapa de desarrollo, el capitalismo genera inequidades, pero a partir de un punto de progreso los países convergen a la disminución irrestricta de las desigualdades a causa del avance económico (curva de Kuznet). Piketty muestra cómo al dejar libre el proceso de acumulación capitalista, como elemento medular del sistema, la sociedad se aproxima a una espiral de desigualdad inherente como resultado de dichas fuerzas. Cada vez son más las voces que demuestran que el crecimiento económico por sí solo no conduce a una sociedad meritocrática como base de una democracia real.

Por el contrario, la sociedad patrimonial socaba los principios sobre los que se han fundado los Estados modernos. Demuestra empíricamente que la inequidad se recrudece cuando la tasa de rentabilidad del capital es superior a la tasa de crecimiento del ingreso nacional. En otras palabras, cuando la velocidad a la que se acumula el capital es mayor que la velocidad a la que se incrementa el ingreso nacional, se refuerza la inequidad del capital. Su acumulación exacerbada, como ha vuelto a resurgir desde los años 80, producto del gran pacto neoliberal Reagan–Thatcher, generó que la sociedad patrimonial vuelva a poner en riesgo una sociedad de iguales, ciudadanos y de clase media, como motor de la prosperidad económica. Dentro de la naturaleza del capital, el patrimonio heredado también se esgrime como un factor de inequidad fundamental.

Ante la evidencia de más de 2 siglos, Piketty se pregunta: ¿En el futuro se acentuará aún más la concentración de la riqueza? Se proyecta que sí, por una razón: El capital tiene economías de escala, es decir, la tasa de rentabilidad de los grandes capitales siempre es mayor que la de los pequeños capitalistas, eso hace que la velocidad de acumulación del gran capital sea mayor que el resto, lo cual provoca un reforzamiento de su inequidad. Para evitarlo es imperativo reducir la tasa de ganancia del capital hasta el punto de que sea inferior a la tasa de crecimiento económico. Este fue el gran logro de la época dorada del capitalismo (1945-1971), a través de altas tasas de imposición sobre la renta y las herencias se logró limitar al capital y su desenfrenada acumulación y el mundo vivió una época de mayores niveles de equidad.

¿Cómo limitar el capitalismo del siglo XXI?, ¿cómo limitar las tasas de acumulación? Piketty sentencia la necesidad de avanzar en un impuesto progresivo al capital y recuperar las tasas de tributación a la renta y a la herencia que estuvieron vigentes a mediados del siglo XX en Europa y Estados Unidos.

Desde inicios del siglo XX, los impuestos progresivos sobre la renta se han convertido en el pilar fundamental de las democracias modernas. Casi ya nadie duda, al menos en debates serios, que el impuesto sobre la renta, hoy por hoy, marca el límite entre una sociedad de conciudadanos de una sociedad plutocrática. Sin embargo, no bastan los tributos a las rentas (flujos), también es fundamental avanzar hacia la tributación al capital. Es la única forma de controlar el capitalismo financiero global. (O)

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