Las ganancias de sus dos panaderías se quedan aquí
Hace 12 años, el colombiano Ernesto Martínez salió, junto a su esposa y su hijo, de su natal Medellín con destino a Ecuador. Lo hizo porque la violencia en su país aumentaba y él no quería que su descendiente, recién nacido, creciera en ese ambiente. Llegó a Manta, Manabí, pues en ese tiempo escuchó que en esa urbe había trabajo. Empezó haciendo la limpieza en una panadería. Esa labor fue su fuente de ingresos durante un año. Después viajó a Montecristi. Ahí, un “paisano” suyo le dio trabajo en otra panadería. Aprendió a hacer todo tipo de pan y gracias a su dedicación administró ese negocio durante cinco años. Ernesto empezó a ahorrar y cuando tenía un capital le planteó a su jefe la idea de hacerse socios. Fue así como llegó a Quito y, desde entonces, montó su propia panadería “Antojitos de Colombia”, en la esquina de la Mariana de Jesús e Inglaterra, en el norte de la capital.
El negocio no descansa nunca. Abre de lunes a domingo, desde las 06:00 hasta las 22:00. Para cubrir esa atención, los nueve trabajadores que emplea Ernesto (3 ecuatorianos, 2 venezolanos y 4 colombianos) se turnan en dos jornadas, una en la mañana y otra en la tarde-noche.
El paisa, como se les conoce a los originarios de Medellín, recuerda que hace tres años su negocio le dejaba una ganancia diaria de $ 800. “Era un tiempo bueno”, y eso permitió que abriera una sucursal en Guayaquil. En la panadería del puerto principal laboran 10 personas.
El tiempo actual no es bueno, admite el pequeño empresario. Ahora sus ganancias diarias no llegan a los $ 500, indica.
Hace cinco años llegó al país su única hermana Érika. Ella trabaja en el local de Quito.
Mientras atiende a uno de sus clientes, Ernesto informa que no envía nada de sus ganancias a Colombia. No lo hace porque toda su familia está en Ecuador. Su segundo hijo nació en Quito y toda la familia está nacionalizada.
Su negocio cuenta con todos los papeles para funcionar y en 2018 pagó en impuestos $ 2.756. (I)