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Ecuador, 23 de Enero de 2025
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No más impuestos a los ricos…

Con el apoyo del monopolio de la opinión y un mensaje simple, pero vaciado de contenido, las élites buscan desprestigiar el mecanismo que más les estorba: los impuestos. Un discurso cargado de oscurantismo y manipulación tensiona un proyecto político evidentemente popular que goza del respaldo de las mayorías, no por las sabatinas o por el precio el petróleo, como se acusa, sino más bien por haber formado un gobierno de obras, oportunidades y derechos sociales que hasta 2007 habían sido una quimera.

Pasamos del Estado aparente al Estado integral. La doctrina establece que un Estado fiscal integral debe gozar de dos elementos básicos: (I) un sistema tributario que financie el desarrollo mediante la contribución de los que más tienen (progresivo) y (II) un gasto público que redistribuya oportunidades y que cubra las necesidades básicas de la población. El ataque constante al gasto público, clásica vertiente de la teoría neoliberal, ha sido sepultado desde el año 2007 con rotunda contundencia en el terreno de la praxis de la política pública: infraestructura, desempeño económico, reducción de pobreza, nueva provisión de bienes y servicios públicos, recuperación de las rentas del Estado, política soberana, etc.

No obstante, la tributación es víctima del ataque de las élites económicas, basándose en dos argumentos falaces: (1) la satanización de la “carga” fiscal como un mal en sí mismo y (2) el aumento de la misma, por una creación excesiva de impuestos. Cuando se afirma que “hay más carga tributaria y el Estado asfixia con más impuestos” se incurre en un argumento falaz, al hacer creer que la presión fiscal es negativa y que se ha incrementado por la cantidad de impuestos creados. La presión fiscal total (tributos del Gobierno Central, contribuciones a la seguridad social y la tributación de gobiernos subnacionales) efectivamente ha pasado de 10,2% del PIB en el año de 1999 a 20.8% en 2013. Si se toman las cifras frías, como han difundido analistas mal intencionados, el mensaje hacia la ciudadanía es amputado y sesgado. Por eso, es necesario aportar elementos objetivos al debate en torno al incremento de la presión fiscal, o mal llamada “carga” fiscal.

Primero, hay que recordar el Estado que teníamos en el año 1999: el derrotismo, la corrupción, y la ineficiencia institucional eran gérmenes del servicio público. Tampoco se podía esperar algo diferente con ese nivel de presión fiscal. Por lo tanto, tachar el aumento de la carga fiscal en los últimos 15 años como algo negativo es aceptar como deseable un nivel de presión fiscal del 10% y por ende un Estado desfinanciado e imposibilitado de garantizar derechos sociales. Basta poner en perspectiva: Europa ha mantenido presiones fiscales superiores al 30% del PIB por más de 40 años para lograr los servicios públicos que brinda  ¿A qué clase de Estado con una presión fiscal de 10% quieren revivir?

Segundo, la presión fiscal no se incrementó por la creación de nuevos impuestos. Existen dos motivos que explican el incremento: (I) el aumento de las contribuciones a la seguridad social y (II) el crecimiento de la presión tributaria de los impuestos internos (administrados por el SRI). Entre 1999 y 2013, casi 4 puntos se deben al aumento de las contribuciones a la seguridad social, producto del incremento de la afiliación  de los trabajadores y por ende el pago de las aportaciones, mas no por nuevos impuestos. En este sentido, se miente al país al decir que la presión ha subido más de 10 puntos por nuevos impuestos. El incremento restante se debe a tributos internos, como consecuencia de la reducción de la evasión.

Hay que recordar que los niveles de evasión de Ecuador en 1999 eran alarmantes, no había bases imponibles y las rentas estaban completamente ocultas. Por ende, al igual que ocurrió con las contribuciones a la seguridad social, la presión de tributos internos se incrementó notablemente por la gestión de las bases de contribuyentes y sus ingresos declarados. Hasta 2006 el incremento se sustentó en impuestos regresivos como el IVA y por el contrario se eliminó el impuesto a la renta (remplazado por el impuesto a la circulación de capitales).

Desde 2007 a 2013 ha habido una serie de cambios que dotaron de justicia al sistema y recuperaron el rol regulador y promotor del desarrollo, creando impuestos extra-fiscales, sin fines recaudatorios. La presión en Ecuador subiéndose ha incrementado constantemente desde 1999. Entonces ¿por qué hasta 2006 no se decía que la carga era excesiva si también subió la presión fiscal? La diferencia es que antes de 2007 los que pagaban eran todas las clases sociales (impuestos regresivos al consumo como el IVA), mientras que hoy  pagan los ricos con el impuesto a la renta. El mensaje “no más impuestos” esconde un claro sesgo de clase. No hay que mentir más al país, en el fondo lo que buscan decir es: “no más impuestos a los ricos”.

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