¿Mucho Estado o mucho mercado?

La voluntad y el mandato de salir del neoliberalismo han marcado una inflexión política en los países progresistas en estos años, han abierto un camino en el que no faltan obstáculos y pasos inciertos.  

Entre los obstáculos está la magnitud de estructuras y poderes económicos preexistentes, su capacidad de reacomodo, de sacar ventaja y marcar agenda.

Esto se combina y refuerza con varios grados de ‘contaminación’ de la política económica y con la continuidad del influjo de una ideología pro mercado, que no ha logrado ser desactivada ni en el mismo aparato del Estado.

La idea de que el Estado es problema y no solución -y su inversa respecto del mercado,  de que lo público es excesivo mientras lo mercantil es ‘natural’ y obvio, ha mostrado su fuerza en estos meses en el país, exhibida por sectores y vocerías de todos los tintes.

A su vez, la siembra gubernamental de valores ligados a un sentido de lo público y del bien común ha tenido sus altibajos, se ha neutralizado a veces por la acción simultánea de instituciones o políticas contradictorias.

Por ejemplo, apenas se avanzó en la creación de una cultura de lo público en el quehacer de las entidades estatales, atrapadas en un modelo empresarial homogenizado en el que desde las frases tipo para responder el teléfono y atender al público, hasta las denominaciones de puestos y esquemas de gestión imitan a los negocios privados.

Si ya en el Código de la Producción primó un llamativo alineamiento con la anterior Constitución de 1998 -a diferencia de lo avanzado en otros cuerpos legales-, las medidas que se perfilan hoy van en la misma línea de devolver y ampliar ventajas al capital, a través de la renuncia fiscal y otras figuras más críticas.

Junto a ello, un refuerzo ideológico a los grupos de poder del país que vuelven a ser tratados como ‘el sector productivo’, aunque con frecuencia sus negocios no tengan mucho que ver con la producción, que en cambio sí tiene que ver con las dinámicas económicas diversas que caracterizan al Ecuador.

El enfatizado obstáculo de la dolarización blinda, perversamente, la centralidad del dinero y las inversiones, cuando la historia económica muestra que las dinámicas económicas virtuosas están en el polo opuesto de la concentración y la transnacionalización correlativas.

La democratización y fortalecimiento de formas económicas diversas han permitido, aún en las condiciones más críticas, la continuidad y disponibilidad de relaciones y factores productivos clave, que no siempre se movilizan a través del dinero.

Queda mucho mercado por desbrozar en el país, en lo material y en lo ideológico, para seguir por la senda post neoliberal y hallar otra salida. (O)