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Los miembros del grupo desde una mirada latinoamericana

Los miembros del grupo desde una mirada latinoamericana
17 de julio de 2014 - 00:00

Las gigantescas expectativas creadas acerca de la VI Cumbre de los Brics tienen su razón de ser. El encuentro constituye un evento político de absoluta centralidad internacional. La transición geopolítica acelera su curso hacia un mundo multipolar. El grupo Brics dejó de ser un conjunto de siglas para erigirse en el nuevo espacio geoeconómico que ha puesto el mapamundi patas arriba. Los acuerdos de Bretton Woods, nacidos en la Segunda Guerra Mundial para organizar la casa mundial capitalista, sienten de cerca el aliento de este conjunto de países que decidió no continuar acatando la totalidad de las reglas del juego destinadas a garantizar, solidificar y potenciar la hegemonía económica de Estados Unidos.

Los Brics fijan fecha de caducidad al modelo económico de pensamiento único, que tiene su fiel reflejo en el dólar como moneda monopólica o en el Fondo Monetario Internacional y el Banco Mundial como entes con licencia para amedrentar. Cada vez más evidencias revelan cómo el dominio de Estados Unidos ejercido sobre su periferia ya no es el que era. La periferia de primera clase -llámese Unión Europea o Japón- aún sigue atada a los dictamines de su Norte. Sin embargo, otra buena parte de la periferia inicia un proceso de no retorno persiguiendo el objetivo de reequilibrar el orden económico internacional desde nuevos espacios económicos alternativos.

Muchos países, progresivamente, han desamericanizando sus economías mediante una política de acumulación de reservas más diversificada en divisas o realizando transacciones comerciales sin transitar por el dólar. Entre ellos están los Brics, que consideraron oportuno reunirse en Fortaleza (Brasil) para hacerse tal foto que asusta al poder hegemónico porque trasciende la imagen. Los Brics dan un paso decidido con la creación del Nuevo Banco de Desarrollo (NBD) y el Fondo de Reservas (FR).

Esta nueva arquitectura financiera internacional tiene consecuencias positivas para un orden económico mejor distribuido porque sustituye el único polo hegemónico por una nueva multipolaridad con renovados dispositivos de coordinación contrahegemónicos. El NBD elimina definitivamente la exclusividad del FMI para repartir ayuda financiera a cambio de endeudamiento social. Además, el NBD podría convertirse en un valioso acicate a favor de un nuevo paradigma de ayuda financiera al desarrollo si se realizara a través de mecanismos más equitativos, con miras en el desarrollo productivo, respetando criterios de justicia social y priorizando la humanización de la economía.  

El FR también favorecería a la soberanía de los pueblos si pone su intencionalidad en evitar ataques especulativos contra monedas nacionales, o sirviendo como herramienta de compensación por desequilibrios externos o internos que impliquen necesidades de divisas.

El mundo multipolar es siempre bienvenido frente a cualquier imposición unipolar. Sin embargo, esta suerte de génesis de Consenso de Fortaleza entra en una relación dialéctica con el proceso de emancipación que se fragua en muchos países de América Latina. ¿En qué lugar queda la iniciativa del Banco del Sur frente al NBD? ¿Cómo compatibilizará Brasil tener un pie en los Brics y otro en el Mercosur/Unasur/Celac? ¿Cuál es la relación entre el deseado arbitraje regional de la Unasur ante futuros tratados constitutivos en materia de inversiones-Brics? ¿Qué marco de integración se acabará imponiendo? ¿Aquel de la complementariedad-solidaridad u otro anclado en el dogma chino ganar-ganar (sin aclararse quién gana cuánto)? ¿Están en riesgo las pequeñas-medianas empresas y las grannacionales frente a las transnacionales con casa matriz en cualquier país Brics? ¿Es compatible la democratización económica si los Brics llegan a reconcentrar el poder económico en otro polo económico?

Estas interrogantes no tienen por objeto eclipsar la repercusión positiva de esta cita histórica de los Brics, aunque sí  poner una pizca de mesura. Cualquier lectura apresurada y triunfalista sin matices podría impedir calibrar las consecuencias de este acontecimiento. El cambio de época de la región justamente se ha edificado sobre un sentido común bolivariano que estimula la creación de un gran polo económico-político-social más emancipado. La proliferación de instituciones supranacionales propias es un buen ejemplo de ello.

La búsqueda de soberanía nacional para muchos países en América Latina va de la mano de una inserción bolivariana que no ha de ser exactamente la misma que se reclame desde la inserción bricsiana. Esta tensión constituye un nuevo campo en disputa política y económica para los próximos años. La clave será construir una relación capaz de aprovechar este viento a favor gracias a los Brics evitando que acabe fagocitando el proceso de cambio regional. Más que nunca, es momento de que América Latina latinoamericanice la necesaria relación con los Brics, pero de tú a tú, sin sentimiento de inferioridad, con soberanía y sin neodependentismo; y sin renunciar a un horizonte irreversible posneoliberal o poscapitalista, según lo que cada mayoría elija.

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