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La industria naciente

La industria naciente
15 de abril de 2015 - 00:00

El economista alemán Friedrich List publicó en 1841 su libro titulado Sistema Nacional de Economía Política, obra por la que se lo conoce como el padre de la industria naciente. La idea central de List es que, en presencia de países más desarrollados, los países pequeños jamás podrán desarrollar su industria sin contar con la intervención estatal, especialmente la protección arancelaria pero también la planificación y subsidios directos a las industrias que se desean generar.

List maduró su pensamiento proteccionista observando el desarrollo de la economía norteamericana donde se exilió en 1824. A su regreso a Alemania (1830) defendió intensamente la idea de un nacionalismo económico consistente con sentar las bases de un mercado nacional alemán. Pocos años después, sus ideas se hicieron realidad con la creación de la Unión Aduanera (Zollverein) que formó un mercado único alemán con fuertes barreras arancelarias a fin de cimentar el desarrollo industrial del país.

Son de especial atención los análisis de List sobre Inglaterra y Estados Unidos. Para él, son los mejores ejemplos del arte de impulsar las industrias nacientes mediante estrictas restricciones, proteccionismo y apoyos. List se anima a decir que “aquel que no esté convencido de la validez de la industria naciente debería estudiar primero la historia de la industria inglesa”.  

El economista coreano Ha-Joon Chang en su libro Retirar la Escalera (2004) recupera mucho del trabajo e ideas de List y expone cómo varias economías que tuvieron su desarrollo en el siglo XX (como la alemana, sueca, coreana, japonesa, entre otras) usaron estrategias similares de intervención estatal.

El proteccionismo no es la única intervención importante, también son la planificación y los subsidios. Una de las condiciones de la idea de industria naciente es el fortalecimiento de los mercados internos, razón por la cual no hay que entender mal el asunto de los subsidios. Lo que se debe subsidiar son los sectores industriales intensivos en mano de obra y que cumplan expectativas de la demanda interna. Eso sí, los subsidios deben ser condicionados a resultados, no se los puede otorgar sin beneficio de inventario. Y deben ser subsidios, no incentivos tributarios ni fiscales, puesto que es la única forma de transparentar ese gasto y controlar el cumplimiento de objetivos. El fomento industrial exportador debe tomarse en cuenta, pero lo primordial son las industrias intensivas en mano de obra y sostenidas por los mercados internos.

El proteccionismo de los siglos XVIII, XIX y XX no es posible en las condiciones mundiales actuales, pero esto no significa que la opción sea el aperturismo dogmático, como el de los Tratados de Libre Comercio. Hay que buscar la forma de proteger la industria nacional con mecanismos acorde a las nuevas realidades comerciales, complementándolo con el apoyo estatal a las industrias intensivas en mano de obra y destinadas principalmente a satisfacer las necesidades del mercado interno. Por último, estas deben ser estrategias de mediano y largo plazo para que otorguen seguridad a los inversionistas.

Cualquier uso del concepto industria naciente que no tenga coherencia con lo brevemente expuesto aquí es, al menos disonante, con lo que la literatura económica y la historia han construido del concepto. (O).

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