Punto de vista
La 'destrucción creativa' y los precios del crudo
En 1960, la Organización de Países Exportadores de Petróleo (OPEP) surgió como un cartel cuyo propósito no era, ni simple ni llanamente, “estabilizar” el precio del crudo, como hoy suele reclamársele. Aquella buscaba controlar las cantidades para así elevar los precios. Esta posibilidad tenía sentido para los países en desarrollo. Durante décadas, estos habían sufrido una tendencia al deterioro de los precios internacionales de sus bienes básicos que no era un simple “hecho” económico espontáneo sino que siempre implicó condicionantes geopolíticos y militares.
Además de los factores causales relacionados con la tecnología y el valor agregado, el deterioro secular de los precios de las ‘commodities’ tenía otro determinante: el bajo costo de los insumos y la energía le permitió a Estados Unidos continuar su expansión económica y ampliar el consumo de sus clases medias. Por eso, para los grandes o pequeños miembros de la OPEP, tenía sentido fortalecer y compartir una institución colectiva que empujase los precios hacia el alza.
Durante los últimos 10 años, sin embargo, la economía política internacional del petróleo cambió y generó sendas diferencias entre países. En un mundo multipolar, Estados Unidos ya no es el único ‘gran demandante’ de combustibles y crudo. Tampoco aquel tiene el poder último de arbitraje de los mercados ni las capacidades para alterar los precios con aventuras militares a la carta. Ahora, los grandes exportadores de petróleo pueden actuar contracorriente a los intereses estadounidenses.
A corto plazo, los países de la OPEP sí podrían evadir un acuerdo sustantivo y vinculante para elevar los precios internacionales. De hecho, la ausencia de acción colectiva y cooperativa puede ser la opción preferente para Arabia Saudita, Irán y Emiratos Árabes Unidos.
Para todos estos países, así como para Rusia, lo ilógico sería contraer severamente la producción y guardar sus inmensas reservas de petróleo para un futuro en el cual, en menos de una década, el consumo de energías no renovables podría ampliarse de manera significativa. Además, día tras día, los precios bajos del crudo destruyen las capacidades de producción alcanzadas a través de miles de empresas dedicadas al ‘fracking’ en Estados Unidos.
Para países o empresas transnacionales que podrían imponer precios si así lo quisieran, las pérdidas financieras a corto plazo que les ocasiona el actual bajo precio del crudo son, aunque parezca paradójico, opciones admisibles en una estrategia de ‘destrucción creativa’.
Todo aquello a lo que hoy ‘aparentemente’ renuncian los grandes productores puede ser admisible si logran mantener o ampliar posiciones de dominio en los mercados globales. (O)