¡La desigualdad no se va!

En 2014 el 1% de la población mundial poseía el 48% de la riqueza, el 19% de la población el 46,5% y el restante 80% apenas el 5,5% de la riqueza mundial. Otro dato, en 2010 eran 388 personas las que poseían la misma riqueza que el 50% de la población en el mundo; en 2014 apenas 80.

La riqueza de estas 80 personas más ricas del mundo se duplicó entre 2009 y 2014, mientras que la riqueza del 50% de la población más pobre se redujo. Esta información ha sido publicada hace poco por Oxfam, organismo internacional de lucha contra la pobreza. Oxfam usó datos de Credit Suisse y Forbes para el  informe.

Los estudios de Equilar (200 Highest Paid CEO y 100 CEO Pay Study), llevados a cabo por el New York Times, informan los sueldos de los directores ejecutivos mejor pagados en Estados Unidos. Aquí algunos:

Charif Souki, de Cheniere Energy, recibió 141,9 millones de dólares en 2013; Lawrence J. Ellison, de Oracle, obtuvo 74,8 millones; John T. Chambers, de Cisco Systems, aumentó un 80% su sueldo y se llevó $ 21 millones. A Disney no le fue tan bien por lo que a su director ejecutivo le bajaron el sueldo en 7%, el pobre Robert A. Iger solo llevó $ 34,3 millones. En la otra cara de la moneda, el salario mínimo en Estados Unidos es de 15 mil dólares anuales.

Las recomendaciones para reducir estas insultantes desigualdades no son nuevas y son tres las principales: 1) aumentar los salarios mínimos y reducir la brecha con los salarios de gerentes y directivos; 2) imponer impuestos altos a las rentas altas y subsanar los vacíos legales en tributación y fiscalidad internacional; y 3) gasto público en prestaciones sociales que garanticen un estado de bienestar, es decir, buenos sistemas de educación, salud, jubilación, seguridad social y seguros de desempleo, entre los más importantes.

La principal crítica al gasto público para garantizar un estado de bienestar es que no hay recursos. Este es un argumento falaz y perverso. En el mundo no hay escasez de recursos, el problema es su distribución.

El meollo del asunto está en cómo redistribuir la riqueza capturada, cada vez más, por menos personas. Al respecto, resultan interesantes las palabras de Barack Obama en el discurso anual del Estado de la Unión, uno de los momentos políticos más importantes en Estados Unidos, con las que cuestionó “¿Aceptaremos una economía en la que solo algunos de nosotros vivamos espectacularmente bien? ¿O nos comprometeremos a desarrollar una economía que genere sueldos que aumentan y oportunidades para todos aquellos que se esfuercen?”.

Allí mismo denunció que “los cabilderos han amañado el código fiscal con lagunas tributarias que permiten que ciertas corporaciones no paguen nada mientras los demás pagan toda la carga. Lo han plagado de concesiones que los súper ricos no necesitan y han negado un recorte a las familias de clase media que sí lo necesitan”. Tras estas expresiones Obama anunció el envío de un paquete de reformas que apuntan a aumentar los salarios básicos, gravar con más impuestos a los súper ricos y cerrar las lagunas tributarias de las que tanto usufructúan.

Lamentablemente, el Congreso en EE.UU. está dominado por el partido republicano, opositor a Obama y contrario a reformas tributarias. Adicionalmente, es evidente que las grandes empresas moverán todo su poder para impedirlas. Según Oxfam, las empresas del sector financiero y farmacéutico destinan cerca de mil millones de dólares anuales a actividades de lobby en Estados Unidos para impedir este tipo de reformas. Así mismo, el Centro para la Política Receptiva (CRP, por sus siglas en inglés) ha informado que, por primera vez en la historia, más de la mitad de los miembros del Congreso en EE.UU. son millonarios.

Lo más probable es que las reformas propuestas por Obama no sean aprobadas. Los súper ricos y los grandes capitales gritarán una vez más al mundo que ¡la desigualdad no se va!