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El académico dictó una conferencia en la Facultad de Economía de la PUCE en Quito

Ha-Joon Chang explica la experiencia de desarrollo de Corea y sus implicaciones

Al finalizar la conferencia, el profesor de Cambridge respondió a las preguntas de los estudiantes de economía de la Pontificia Universidad Católica del Ecuador.
Al finalizar la conferencia, el profesor de Cambridge respondió a las preguntas de los estudiantes de economía de la Pontificia Universidad Católica del Ecuador.
Foto: John Guevara / El Telégrafo
08 de junio de 2016 - 00:00 - Redaccion Economía

En Quito, en la Pontificia Universidad Católica del Ecuador (PUCE), Ha-Joon Chang, profesor de la Universidad de Cambridge y autor del libro ‘Retirar la escalera: la estrategia del desarrollo en perspectiva histórica”, sintetizó los rasgos principales de la transformación económica de Corea del Sur y sus implicaciones para Ecuador.

Las estrategias de desarrollo no deberían dejarse condicionar por los recursos disponibles  

Según la visión económica convencional, la diversificación productiva de las economías debe realizarse siguiendo la teoría de la ventaja comparativa. Esta recomienda que un país debe especializarse en la producción y exportación de aquellos bienes en los cuales tiene una abundancia relativa de recursos.

Si bien parecería plausible, dijo el profesor Chang, aquella teoría tiene serias limitaciones y para ilustrarlas citó algunos ejemplos.  

En 1965, para construir una planta procesadora de acero, el Gobierno coreano solicitó un préstamo a un consorcio de inversionistas cuyo asesor era el Banco Mundial. Esta institución les recomendó no aprobar el préstamo argumentando que el proyecto no era viable.

Y ello en razón de que, dado que Corea tenía abundante mano de obra, se pensaba que ese país no debía especializarse en acero, un bien intensivo en capital. Además, Corea ni siquiera tenía las materias primas requeridas para la industria y debería importarlas desde Australia, Canadá o Estados Unidos.

El Gobierno coreano consiguió financiamiento de otras fuentes y creó POSCO, una empresa acera pública que comenzó su producción en 1973 y que es hoy la cuarta empresa más grande en su rama en el mundo.

Con este caso, Chang destacó que las industrias de alta tecnología y productividad solo están relacionadas muy laxamente con la dotación inicial de recursos de una economía. No se puede sostener que un país tiene o no tiene una “ventaja natural” para incursionar en actividades de punta porque los bienes tecnológicos requieren una amplia gama de materias primas e intermedias.

Un país podría incurrir en la fabricación de bienes tecnológicos si desarrolla las instituciones y las normativas necesarias para fomentar el nacimiento de esas industrias y para protegerlas mientras cultivan sus potencialidades con miras a participar posteriormente en los mercados mundiales.

“Un país no puede desarrollar altos niveles de productividad si, por lo menos, no diversifica su estructura productiva hacia algunas actividades económicas que no están relacionadas con las actividades basadas en los recursos naturales (…). Antes de convertirse en un gigante electrónico, Samsung producía textiles y azúcar”, dijo Chang.

Lo anterior, empero, no implica ignorar la contribución de las actividades económicas tradicionales en las estrategias de crecimiento pues toma tiempo desarrollar industrias de alta productividad.
“A Samsung le tomó 20 años para lograr ganancias con la fabricación de semiconductores (…) antes de que las nuevas industrias puedan desarrollarse se requiere que las industrias tradicionales proporcionen el producto, los empleos y, sobre todo, los ingresos por exportaciones que financiarán la importación de maquinaria y tecnologías para las nuevas industrias”.

Los Estados sí pueden encontrar ‘espacios’ para configurar sus opciones de política pública

En respuesta a quienes sostienen que la experiencia coreana no sería replicable en el contexto de la globalización contemporánea, el profesor Chang reconoció que el régimen multilateral de comercio no estaba plenamente constituido cuando Corea planificó su desarrollo a largo plazo. Pero, agregó, los países sí pueden encontrar “espacios de maniobra” para sus estrategias de crecimiento, incluso dentro de las actuales normativas de la Organización Mundial de Comercio (OMC).

“Además, algunas políticas económicas tienen un carácter eminente doméstico y no están sujetas a acuerdos internacionales. Entre estas, por ejemplo, se encuentran las políticas de compras públicas que podrían ser direccionadas para favorecer a algunas pequeñas y medianas empresas”, acotó.

En el proceso de diversificación productiva hacia sectores en los cuales una economía nacional parecería no contar con ventajas inmediatas, indicó el profesor, “los gobiernos necesitan desempeñar un papel activo. Los países no deberían aceptar acríticamente el paradigma dominante del libre mercado sino que deberían explorar diferentes teorías económicas para encontrar las políticas que les calcen mejor”.

Con respecto de la participación pública en el proceso de desarrollo, Chang mencionó que quienes recomiendan actualmente la adopción indiscriminada de políticas convencionales parecerían olvidar cómo los países desarrollados llegaron a ser lo que son.

Recordó entonces que Alexander Hamilton, secretario del Tesoro de Estados Unidos, presentó ‘El Informe sobre Manufacturas” en 1791, la primera propuesta moderna de planificación del desarrollo. Gracias a esta, durante el siglo XIX, aquel país logró proteger a sus “industrias nacientes” y, paulatinamente, romper con el predominio de las actividades primarias tradicionales. (I)

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