Ecosistema
Expertos abordan las ventajas del emprendimiento social en Ecuador
Si está en sus planes abrir su propio negocio, seguro que estará pensando por dónde empezar. Gabriela Álava, investigadora del programa Acordes (Acompañamiento Organizacional al Desarrollo) de la Universidad de Cuenca, recomienda emprender en aquello donde tenga mayor habilidad: un doctorado en jugar videojuegos, una licenciatura en cocinar, una ingeniería en descubrir personas.
Sí, no siempre esas habilidades están relacionadas con la profesión que eligió, pero seguramente habrá mayor motivación al dedicar su tiempo a una actividad que realmente lo apasiona.
Esa fue una de las conclusiones tras incorporar la línea socioambiental al análisis de datos macroeconómicos, con el fin de aterrizarlos a la realidad de las organizaciones e identificar cuánto aportaban las universidades a la creación de un ecosistema emprendedor con impacto social y de beneficio colectivo.
Álava, Juan Francisco Cordero, director de Ingeniería Empresarial Formación Dual de la Universidad de Cuenca, y Sonia Siguenza, experta en gestión del Liderazgo Transformador para el Desarrollo Territorial, fueron invitados por el Instituto de Investigaciones Económicas de la Universidad Católica de Quito para abordar qué sucede con el emprendimiento social en el país.
Al evento asistieron estudiantes y gestores de proyectos sociales de Cayambe, Puyo, Cuenca, Esmeraldas, Quito y otras localidades. Entre sus inquietudes estaba cómo hacer rentable una iniciativa que en lugar de vender productos busca mejorar la calidad de vida de sus comunidades.
Combinar recursos para añadir valor
Cordero explica que el emprendimiento es dinámico como un motor que hace funcionar la economía. Toda parte de la creación de valor, algo tan importante que incluso es motivo de un impuesto.
Sin embargo, en el mundo actual, donde se estima que se puede contactar con cualquier persona del mundo en seis pasos (con Facebook se reduce a 3,2 pasos), explica que una de las ventajas del emprendimiento social está en la red de contactos y en la combinación de recursos existentes para generar valor.
“Tuve la oportunidad de conocer un proyecto que ayudaba a personas ciegas y a pacientes con cáncer de mama. ¿Qué tienen en común?, se preguntarán. Pues una persona ciega tiene dificultades para encontrar trabajo, pero ha desarrollado el sentido del tacto, entonces fueron entrenados para detectar el cáncer de seno”, cuenta el investigador.
En la misma línea, conoció en Alemania otro emprendimiento que combinó el servicio de alojamiento con una casa de acogida para personas de la tercera edad. Eso obligaba a los visitantes a compartir las actividades y áreas comunes con las personas adultas, demostrando que “la combinación de recursos es infinita”.
El empoderamiento agrega valor
Mientras el emprendedor tradicional se centra en crear valor y su concepto de negocio está orientado hacia el cliente para generar ganancias, el emprendedor social quiere poner en práctica ideas que resuelvan los problemas presentes en la sociedad.
Pero aunque parezcan diferentes, tienen en común su búsqueda de oportunidades para explotarlas desde la innovación y generar cambios para alcanzar sus objetivos y convertirse en agentes de cambio.
Parte del esfuerzo, resalta Siguenza, radica en el empoderamiento para generar un verdadero impacto social y también igualdad de oportunidades. “Para disminuir las desigualdades hay una palabra clave: alegría. Sí, porque la alegría cambia la forma de ver las cosas y ayuda a encontrar soluciones a los problemas y se puede convertir en una oportunidad”.
Otra de las ventajas del emprendimiento social -añade Siguenza- es que está altamente ligada a la reducción de la desigualdad entre hombres y mujeres, porque es un escenario donde desarrollan sus habilidades a través de la colaboración. (I)