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Ecuador, 23 de Enero de 2025
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El 12,1% de los emprendimientos se hacen por necesidad

El tejido ayudó a Miriam a vencer una lesión

Cada tarde, Miriam dedica unas horas a tejer cinturones que vende a familiares y amigos. Foto: Karly Torres / El Telégrafo.
Cada tarde, Miriam dedica unas horas a tejer cinturones que vende a familiares y amigos. Foto: Karly Torres / El Telégrafo.
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La vivienda de 3 pisos, ubicada en el sur de Guayaquil, que Miriam Avilés comparte con su hermana y su familia, quedó a medio construir hace unos años. La estructura, del color gris crudo de los bloques, tiene agujeros por ventanas, pero a través de  ellos irrumpe la brisa desde el puerto principal dándole un ambiente acogedor.

La sala de Miriam, dispuesta en lo alto de la construcción, tiene algo particular: del techo de zinc, por entre las vigas de madera, cuelgan 3 ganchos que llegan hasta las piernas cuando alguien se sienta en el sofá.

Su utilidad solo se conoce cuando esta mujer de 42 años cuenta cómo inició un pequeño negocio venciendo una lesión lumbar, que la mantuvo con fuertes dolores durante 4 años.

La historia comenzó cuando trabajaba en el departamento de ventas y cobranzas de la fundación Hogar de Cristo, y un día, al bajar una loma en la zona de Paraíso de la Flor, durante una visita, una caída de varios metros le obligó a dar un giro a su vida. Si bien el incidente pasó inadvertido al principio, el dolor de los meses siguientes hacía cada vez más evidente el daño en la columna.

En diciembre comenzó  la terapia de rehabilitación con una advertencia: “La mejoría no iba a ser de un momento a otro”.  La única fórmula posible en aquella situación era escoger entre su trabajo o su salud. En mayo de este año,  volvió a la oficina para decidir que lo mejor era volver a casa, ya que el sacrificio por mantener un salario podría ocasionarle consecuencias irreversibles.

Emprendimientos y cambios

Los ganchos que cuelgan del techo de la sala son hoy el medio de trabajo de Miriam, así como los hilos de colores, las hebillas y la buena actitud frente a los altibajos de la vida. “Ya no podía tener un trabajo que me permitiera recibir una quincena y un fin de mes, entonces me sugirieron entrar a un curso de manualidades”.

Miriam ingresó a un programa gratuito de apoyo a los emprendimientos que promueve la fundación Hogar de Cristo. Recuerda que allí el instructor preguntó a las asistentes cuáles eran las manualidades que sabían hacer. “Yo dije que ninguna”.

Su respuesta la avergonzó en aquel momento, pero ahora le hace reír, porque en 8 semanas aprendió a confeccionar cinturones que  vende a sus amigos y familiares por $ 10 o $ 12.

Hoy Miriam forma parte los más de 5,7 millones de emprendedores que, según el último estudio Global Entrepreneurship Monitor (BEM), de la Espae, existen en Ecuador. 

36 de cada 100 ecuatorianos son emprendedores, lo que mantiene al país como el número uno en Actividad Emprendedora Temprana (TEA) en Latinoamérica. Le siguen Chile, con el 24,3%, y Colombia con el 23,7%.

Miriam teje al menos medio accesorio cada día con ayuda de los ganchos que semejan un telar.  

Por la tarde, la mesa de centro de la sala está llena de hilos y hay una carpeta que cumple la función de catálogo de productos. En medio de la sencillez, todo luce ordenado y aseado.

Saca del ‘catálogo’ una bolsa de cartón color rosa con una cinta y dice que se trata de  la envoltura que escogió para entregar sus cinturones. “Yo era buena cobrando, creo que también soy buena para vender”, dice con una sonrisa.

No le parece apropiado entregar sus cinturones en una funda plástica nada más, aunque ello implique unos centavos más a la inversión. La primera compra que hizo en material fue de $ 30, ahora el monto ha llegado a $ 70, pero asegura que la ganancia ha sido mitad y mitad.

Sus clientas, que son las vecinas del barrio, las secretarias del colegio de sus 2 hijos, familiares y demás, le piden con hebillas más finas o más gruesas, con colores y diseños varios, así que decidió hacer un stock para llevarlo de muestra.  Otros modelos de cinturón se exhiben únicamente en el catálogo.

“Por ahora estoy tocando puertas  y a futuro quisiera ponerme un local para poder vender, pero para eso debo tener una mayor producción”.

A Miriam le gusta el negocio, ya una vez se dedicó a vender mercadería, por eso no concibe quedarse en casa sin  generar ingresos para su familia, además de lo que gana su esposo como mensajero.

Considera lamentable que muchas mujeres no le den validez a sus propios talentos, los cuales -en ocasiones-, como en su caso, hay que descubrirlos.

A esta mujer lo que le sobra es iniciativa y, desde ya, entre sus planes está comenzar a producir zapatillas para la playa con los tejidos que aprendió. Muestra una plantilla que adquirió para comenzar su producción cuanto antes. 

“Ya estoy aprendiendo cómo se hace”, asegura mientras le da un vistazo al diseño de la plantilla. Los rayos solares y la brisa que ingresan por las ventanas la motivan y le hacen pensar que la temporada playera sería una buena oportunidad para emprender algo nuevo.

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