¿A qué juega China con el valor del renminbi?
Una vez más, después de la caída de las bolsas de Shanghái y Shenzhen acaecida el lunes pasado, el Banco Central de China (PBOC) disminuyó en 0,22% la cotización referencial del yuan utilizada para definir la banda de su fluctuación con respecto al dólar estadounidense. Con esta modificación ya van 7 decisiones de reducción consecutivas a la paridad desde noviembre de 2014.
En una primera aproximación, aquella política parece paradójica pues ocurre después de que el yuan logró ser aceptado por el Fondo Monetario Internacional en el conjunto selecto de monedas utilizables como reserva internacional. También sucede en un contexto caracterizado por un aumento de las tasas de interés estadounidenses y un crecimiento del PIB chino que podría llegar apenas al 7% en 2015. Por ello, en el cortísimo plazo, la decisión del PBOC alienta rumores de que la economía china seguirá tornándose más lenta, perdiendo reservas internacionales y llegando a límites estructurales difíciles de sobrepasar, especialmente en su producción manufacturera tradicional.
Entonces, ¿por qué permitir la devaluación del yuan? ¿Acaso el PBOC no logró controlar el valor de su moneda mediante operaciones de mercado abierto que llegarían a los 500 billones de dólares? Como puede inferirse de las decisiones de la ‘Conferencia Central de Trabajo Económico’ realizada en diciembre de 2015 y de la política ‘Hecho en China 2025’, las autoridades chinas no operan solo en función de las expectativas inmediatas de los agentes económicos. La decisión sobre la paridad no refleja descontrol ni es la antesala de una crisis, aunque así pudiese parecernos ante la ‘obsesión’ occidental por vigilar la evolución del tipo de cambio o de los agregados monetarios.
Al tolerar las depreciaciones del yuan, China está utilizando las políticas monetaria y cambiarias para alcanzar objetivos en el sector real. El más obvio es incentivar las exportaciones. El nuevo debilitamiento del renminbi coloca en aprietos a las perspectivas exportadoras de los países asiáticos y, en forma simultánea, aminora la tendencia a la contracción de las exportaciones chinas registrada en el último semestre de 2015.
Por otra parte, dado que los precios del petróleo siguen a la baja y China es el segundo importador más grande de crudo en el mundo, su superávit en cuenta corriente aumentará aún más. Súmese a esto que China posee 1,2 trillones de dólares de deuda externa estadounidense y se disipa aún más la aparente e inmediata ‘inmensa pérdida’ que le ocasionaría a China la apreciación del dólar. Obviamente, en este juego estratégico, lo que le conviene a China no necesariamente le conviene al resto del mundo… especialmente a los países exportadores de productos básicos. (O)