En agosto de 2014, el primer ministro de Japón, Shinzo Abe, concluyó su gira por América Latina y el Caribe (ALyC) en São Paulo, ciudad que alberga la mayor comunidad de ascendencia japonesa (aproximadamente un millón de personas conocidas como nikkei) en la región. En su discurso marcado por un tono motivacional, Abe demandó públicamente a sus ministros de diversas ramas visitar con mayor frecuencia Brasil y otros países de ALyC, territorio que es uno de sus principales suministradores de recursos naturales, sobre todo de minerales (hierro, cobre, plata y litio), petróleo, gas esquisto y productos agrícolas (soja, azúcar, café, pollo o plátano). En ese mismo discurso, en el que el Primer Ministro nombró dos veces a la escritora chilena Gabriela Mistral como símil poético de la vocación de servicio y emprendimiento de Japón –“Qué triste sería el mundo si todo estuviera hecho, si no hubiera un rosal que plantar, ni una empresa que emprender...”, citó Abe–, también se hizo referencia a un slogan diplomático que el régimen japonés lo reitera cada vez que puede: “Progresar, liderar e inspirar juntos”. Masahisa Sato –viceministro de Asuntos Exteriores de Japón (MAEJ)– visitó Quito el anterior mes con motivo de la conmemoración de los 100 años de relaciones diplomáticas entre Ecuador y su país, fecha que activó a un comité de 200 personas para que preparen distintas actividades por la celebración bilateral que también recuerda la llegada en 1918 del bacteriólogo japonés Hideyo Noguchi a Guayaquil, donde inició sus investigaciones para erradicar la fiebre amarilla. En aquella visita oficial, Masahisa Sato le entregó a la canciller ecuatoriana, María Fernanda Espinosa, un billete de 1.000 yenes (cerca de 10 dólares) que tenía impreso el rostro de Noguchi y visitó una planta procesadora de brócoli, producto ecuatoriano que ha ganado mayor espacio en el mercado japonés en el último año. El viceministro Sato –miembro de la Cámara de Consejeros en la Dieta Nacional y quien ha sido una figura central en las reformas legales para flexibilizar la política militar de un país que renunció “para siempre a la guerra como derecho soberano de la nación”– vino a Ecuador junto con una delegación en la que estaba Masayasu Yoshida, director adjunto de la división de Latinoamérica y el Caribe del MAEJ y quien un mes después de su visita a Quito recibió a un grupo de cinco periodistas latinoamericanos en una oficina de la cancillería japonesa. Masayasu Yoshida identificó tres características que hacen atractiva la inversión de Japón en ALyC: además de ser uno de los mayores proveedores de recursos naturales, está su crecimiento poblacional (tiene más de 600 millones de habitantes) y económico (su Producto Interno Bruto –PIB– fue de 5,3 billones de dólares en 2016 –según el Banco Mundial–, el doble que el PIB de la Asociación de Naciones del Sudeste Asiático –ASEAN–); hay coincidencias en cuanto a principios relacionados con la democracia y la economía de mercado, y existe una mayor representación en los organismos internacionales (33 países de América Latina y el Caribe componen aproximadamente el 18% de la ONU, mientras que Brasil, Argentina y México son miembros del G-20); y en esta región se encuentra la red más grande de nikkei en el mundo (2.1 millones de un total de 3.6 millones) y también es el sitio donde más se ha incrementado el número de empresas japonesas (2.508 estuvieron registradas hasta octubre de 2015, 421 más que años anteriores). El actual afán de Japón por acercarse con celeridad a ALyC tiene matices históricos y geopolíticos. Desde la segunda mitad del siglo XX, la economía japonesa se desarrolló a ritmos veloces, pero su crecimiento se estancó hace más de dos décadas. Envueltos en una situación deflacionaria, los japoneses habían alcanzado un nivel de vida tan alto que no tenían mayor motivación para crecer o innovar. ¿Qué los ha hecho moverse ahora? El rápido desarrollo de China y su agresiva agenda de relacionamiento internacional, entre otros aspectos. Desde que Donald Trump asumió la presidencia de Estados Unidos en enero de 2017, su política exterior se ha caracterizado por el aislamiento: su discurso ha sido más nacionalista, se ha salido de acuerdos comerciales e, incluso, llegó a quitarle recursos económicos a la Unesco. La falta de compromiso internacional de Trump ha sido aprovechada por China, país dirigido por Xi Jinping, quien impulsa el proyecto de la Franja y la Ruta, conocido antiguamente como la Ruta de la Seda, una especie de red milenaria de rutas comerciales que se extendía desde el continente asiático hasta los mercados de África y Europa. La mayor ambición de crecimiento comercial de China en lo que es el mega continente de Eurasia ha generado temores en Japón, la segunda economía más grande de Asia, y ha provocado que las relaciones sino-japoneses se vuelvan aún más tensas. Desde 2014, la economía japonesa empezó a sentir mejorías luego de la aplicación de las Abenomics, políticas implementadas por Abe que consistieron en mayores incentivos fiscales a través del incremento del gasto público, una política monetaria expansionista que le restaba independencia al Banco Central de Japón y una serie de reformas estructurales. Con estos ajustes su economía creció a una tasa anualizada de 0,5% entre octubre y diciembre, sin embargo, para que este nivel se mantenga o crezca se requiere que la demanda interna –consumo privado y gasto corporativo– aumente más según una nota publicada la anterior semana en The Japan Times, diario que recogía las declaraciones de Yuichiro Nagai, economista de Barclays Securities Japan Ltd. (empresa privada de información), quien decía: “el consumo privado se ha estado recuperando gracias al moderado crecimiento de los salarios, pero no es lo suficientemente sólido como para absorber los impactos cuando algo malo sucede”. A pesar de que Japón es el país con mayor endeudamiento público del mundo (representa más del 200% del PIB), sus niveles de ahorro privado superan dicho indicador y la mayor cantidad de deuda es interna. Además tiene la ventaja de que su moneda es fuerte en los mercados financieros, lo que a su vez puede resultar contraproducente en el encarecimiento de ciertos productos. Japón vive en una ambivalencia incesante, a la que se añade la salida de Estados Unidos por decisión de Donald Trump del Acuerdo Transpacífico de Cooperación Económica (TPP, por sus siglas en inglés). Abe es quien ahora lidera este tratado que, antes de que Trump desertara, abarcaría gran parte del PIB global y competiría con el comercio chino. Las cifras ahora son menos alentadoras. Siendo la manufactura el rubro más importante de la economía japonesa, la demanda de materias primas ha sido vital para ese sostenimiento. En el caso ecuatoriano, lo que más se importa son manufacturas con un alto valor agregado, como automóviles, maquinarias o vehículos pesados; y lo que se exporta, siguiendo su modelo agroexportador desde inicios del siglo XX, son productos primarios como el banano, el camarón, las flores y, recientemente, el brócoli. “Lo que nos interesa es invertir con calidad y no en cantidad”, sentenció Akio Hosono, asesor principal de la Agencia Japonesa de Cooperación Internacional (JICA), al ser consultado por la aparente falta de interés de Japón en sectores copados por China en América Latina, como el crediticio. En una entrevista con Akio Hosono en las oficinas del JICA, el también exembajador de Japón en El Salvador recordó que las relaciones empresariales entre su país y ALyC tienen una vigencia de más de 50 años. “El compromiso a largo plazo de las compañías comerciales japonesas (Sogo shosha) es otra de nuestras características únicas. Actúan como bancos de inversión y participan directamente en la gestión de las empresas que invierten”. Una encuesta hecha por la Organización de Comercio Exterior de Japón (Jetro, por sus siglas en inglés) sobre la situación de las empresas japonesas en América Latina reveló que en países de Sudamérica –como Chile, Colombia y Perú– los precios de los recursos naturales se recuperaron y el aumento de las ventas locales contribuyó con una mejor rentabilidad en los negocios japoneses. En Argentina se espera un mayor aumento de ventas, mientras que en México identificaron una “cierta cautela en cuanto a la ampliación de las actividades, debido a la opacidad de las renegociaciones del TLCAN”, aseguró Kojiro Takeshita, director de América Latina y el Caribe en el departamento de investigación en el extranjero de Jetro. Y ciertas empresas estudian la posibilidad de invertir en Paraguay para eludir los altos costos brasileños. La encuesta reveló que, por primera vez, varios empresarios se retiraron de Venezuela “debido a la agravación del ámbito de negocio y de la seguridad”, confirmó Kojiro Takeshita. Los datos que mostró Jetro no consideraban a Ecuador (el número de japoneses aquí no es definido y se estima que no hay más de 300 nikkei), un país de los Andes que, pese a que tiene un peso comercial significativamente menor en comparación con otras naciones latinas, está vinculado originariamente con Japón por un carácter científico e intelectual. (F) *Haga click en la imagen para ampliarla ActividadesCentenario de relacionesPor el primer centenario de las relaciones bilaterales entre Japón y nuestro país, Correos del Ecuador avanza en el proceso de edición de un Sello Postal conmemorativo de dicha fecha, el cual está coordinado por la Cancillería. 33 países de América Latina y el Caribe componen aproximadamente el 18% de la ONU. Producción de contenidosLa Embajada del Japón en Quito está coordinando la realización de un programa especial de televisión dedicado al Ecuador, que sería difundido en Japón, a través de la televisión pública NHK. (I)