Corría el año 1999 cuando Carmen Jiménez subió a un avión para migrar a España por 6 meses. En su bolsillo llevaba algunos sucres (billetes y monedas) que le habían quedado después de cambiarlos por pesetas, la moneda española de ese tiempo. Regresó el 15 de febrero del 2000. Al bajar del avión, su país había cambiado: los sucres que trajo en su billetera ya estaban en desuso. El dólar llegó como lo hizo el nuevo milenio. La década de 1990 estuvo caracterizada por la crisis. En parte se debió a la devaluación del sucre -moneda oficial ecuatoriana hasta entonces-, la quiebra de bancos, la inflación, el congelamiento de depósitos, entre otros. Entonces llegó el año de 1999. La inestabilidad se agudizó y el Banco Central del Ecuador buscó salvar el déficit presupuestario, devaluando el sucre. Entonces, los ahorros que tenía Mariana Escobar se devaluaban frente al dólar. Por eso ella decidió tomar su dinero y cambiarlo a la moneda estadounidense. Así, el dólar invadía las calles. Édgar Hinojosa recuerda los últimos meses del siglo anterior. Su trabajo de taxista lo obligaba a recibir dinero constantemente, pero había una característica que no ocurrió en años anteriores: las personas le pagaban su servicio en dólares. “Yo veía siempre las noticias. Como estábamos en crisis también escuchaba en la radio lo que iba pasando con la economía. Ahí sabía cuánto costaba la carrera, pero el valor era diferente de un día para el otro”, recordó. Así, pidió a sus hijos que le ayudaran a descifrar cuánto debía costar cada carrera de taxi. Ellos, día a día le preparaban una hoja con los costos del servicio. El 9 de enero de 2000, el entonces presidente de Ecuador, Jamil Mahuad, anunció que el dólar sería, de ahí en adelante, la nueva moneda. “Es un sistema conveniente y necesario para Ecuador. Es la salida que ahora tenemos. Es el camino por el cual debemos transitar”, explicó Mahuad. Era un domingo. La misa no sonaba igual. Afuera de las iglesias los dulces típicos no eran el principal atractivo. Lo que invadió fue la venta ambulante de sucres. Así lo recuerda Mariana. Con un dólar se costeaba la historia de la moneda ecuatoriana, que incluía 6 billetes de diferente denominación. Uno de ellos era el de 5.000. “Histórico y patrimonial”, dice Édgar al verlo. Por un lado, está plasmado el rostro del escritor Juan Montalvo, y por el otro, una tortuga galápago que representa al archipiélago más visitado del país. La mayoría de ciudadanos aprendía el ejercicio de compra y venta de la moneda. Eso le pasó a Ernesto Cóndor. Sus hijos estudiaban en una escuela comunitaria y, gracias a ellos, él conoció el equivalente. Habían sido instruidos en la campaña “Conoce tu dólar”. “En la comuna nos unimos a aprender. No fue difícil. Parecía que era menos lo que recibíamos, pero al final entre todos nos ayudábamos”, recuerda el trabajo que hicieron sus líderes. A finales de enero, Silvia Cervantes recibió el segundo mensual de su vida en dólares. “Parecía poco y me puse a calcular. Estaba bien y sí me alcanzaba para comprar”, anunció. Carmen, en cambio, iba a los lugares de compra con monedas de dólar y pedía a las vendedoras que “cogieran lo que costaba”, dice. Pero aún persistían ciudadanos que se negaban a dejar el sucre. Algunos por comodidad, otros por exigencia de soberanía económica. El Congreso Nacional, en febrero del 2000 decidió emitir la Ley para la Transformación Económica del Ecuador que permitiría que los ecuatorianos cambiaran sus sucres a dólares. Fue en agosto del 2000 cuando el sucre ya no tuvo valor. Hoy es parte de los objetos de coleccionistas. “No creo que debamos dejar esta moneda (el dólar)”, se escucha unánimemente entre los entrevistados. Para ellos, que vivieron la crisis, el dólar fue una tabla de salvación que no debe ser soltada. (I) Foto: Archivo / El Telégrafo