Zambrano es riguroso en la cancha y en la cocina
El rectángulo de juego no es su único campo de acción y el pito tampoco es su instrumento de trabajo preferido. El árbitro Roddy Zambrano, con escarapela FIFA desde el 2012, se desempeña también con habilidad entre los utensilios de cocina.
Desde pequeño aprendió las tareas agrícolas en la hacienda de su padre Ebergito en la Crespa, pueblo que se encuentra entre El Carmen y Chone (Manabí). Ahí sembró arroz, maíz y cacao, pero los ingresos que esta tarea les representaban no fueron suficientes para poder formarse académicamente.
“Viví una época muy complicada, incluso debí subirme a los buses a vender dulces y creo que desde ese momento la mano de Dios siempre estuvo conmigo. En un día recaudé lo que mis amigos vendían en una semana”, contó Zambrano.
En 1987, apenas terminó la secundaria y en busca de un mejor futuro, llegó a Quito. Comenzó a relacionarse con los dueños de restaurantes y lavó platos antes de cumplir su deseo de aprender los secretos culinarios. “Al principio no era muy ágil para lavar los platos, me demoraba mucho, pero luego aceleré y tuve tiempo para ver todo lo que los cocineros hacían y así me fui formando”, relata.
$400 por partido gana un árbitro ecuatoriano que dirige en la primera división ‘A’.Pero, ¿cómo nació su relación con el arbitraje? Uno de sus cuñados lo llevó un día a la Liga Barrial Oriental donde dirigía partidos amateur. Observó la actuación de su cuñado y a la semana siguiente le dijo que él también quería ser réferi.
Esa primera vez no soportó los insultos de los aficionados y votó el pito. “Esto no es para mí. Ahí queda tu trabajo, no lo quiero”, recuerda que le dijo a su cuñado. Sin embargo, él insistió y logró convencerlo. No era para menos, en un fin de semana ganaba la mitad del sueldo que percibía como ayudante de cocina.
Con el tiempo, y después de tomarle cariño al arbitraje, decidió formarse profesionalmente, como también lo hizo en el campo gastronómico. Desde el 2007 montó su propio negocio de catering y el buen sabor de su comida pronto se difundió entre los comensales. Ninguno tiene quejas, por el contrario, dicen que su sazón es única.
Cuando abrió Catervices, él era el encargado de la preparación de los alimentos. Ahora su función como gerente es administrativa, mas no tiene inconvenientes en cumplir cualquier función dentro de la cocina. Puede pelar cebollas en segundos y con la misma habilidad enfundarse su traje de ejecutivo.
En abril pasado, el manabita de 35 años contrajo matrimonio con la quiteña Daniela Jaramillo. De momento no tiene herederos, pero sí una hija de 12 años de su anterior compromiso a la que no puede visitar porque la relación con la madre no es buena. “Lastimosamente hoy no puedo de ninguna forma comunicarme con ella y eso me duele bastante. Ojalá pronto se solucione porque la extraño mucho”, refiere con voz entrecortada.
Hace tres años llegó al referato profesional y desde ahí su ascenso ha sido veloz. Parte de ello cree que es debido a que tiene en el cielo un ángel protector, su madre Bellanira, cuyo retrato reposa en la oficina en la que el juez atiende los asuntos administrativos de su empresa.
“Bellita realmente ha puesto en mí su mano. Un año después de fallecer me convertí en árbitro internacional y he tenido constantes salidas. Arbitré la final del sudamericano Sub-17, la Copa Sudamericana y espero dirigir el próximo año la Copa Libertadores de América, hasta llegar al mundial”, manifestó.