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¿Volverá Brasil a cambiar el color de su camiseta?

¿Volverá Brasil a cambiar el color de su camiseta?
30 de junio de 2013 - 00:00

Hace 12 años circuló por los medios de todo el mundo una carta que supuestamente Gabriel García Márquez le enviaba a George W. Bush, a propósito de los ataques del 11 de septiembre. Si bien el Nobel negó ser el autor de esa carta, el texto, que preguntaba “cómo se siente” cuando el horror llega a casa, sirve tal vez para ilustrar la antesala de la final de la Copa Confederaciones que juegan hoy (17:00)  Brasil y España.  

Que el partido se juegue  en el Maracaná es curioso. Surge la pregunta: ¿Cómo un país que se toma tan en serio al fútbol y, por extensión, a sus  cábalas,  elige jugar  una final en el mismo estadio que lo hizo llorar hace 63 años? 

El 16 de julio de 1950, un gol de Alcides Ghiggia otorgaba a Uruguay la Copa del Mundo en Brasil, y contra la selección anfitriona. Era el legendario “Maracanazo”, uno de los hitos más grandes en la historia del fútbol. El arquero brasileño de entonces, Barbosa, quedó marcado. Alguna vez, un hombre en la calle lo señalaba mientras le decía a su hijo: “Él es el hombre que hizo llorar al país”. Luciano Wernicke contaba en su libro “Historias insólitas de los mundiales de fútbol”, que Barbosa no fue el único agraviado tras esa final. La camiseta de la selección, que desde 1919 era blanca, fue desechada para siempre.

En un concurso público para tener un nuevo uniforme “que combinara todos los colores de la bandera”, resultó elegido el diseño de  Aldyr García Schlee, joven periodista de Rio Grande do Sul, Estado que limita con Uruguay. Era la “verdeamarelha” con la que Brasil conquistó 5 títulos mundiales, 3 Copas Confederaciones y 5 Copas América.

Curiosamente, García Schlee confesó años después que, al vivir tan cerca de Uruguay, era hincha de la “Celeste” y que había celebrado el “Maracanazo”.

El rechazo hacia el blanco era tal que en el Mundial de 1958, cuando la “Canarinha” perdió el sorteo del color de la camiseta para la final contra Suecia -que también jugaba de amarillo-, el utilero brasileño fue enviado a buscar casacas de cualquier color, excepto blanco. Desde entonces, la alterna de Brasil es azul.

¿Acaso es la primera vez que Brasil juega un partido oficial en casa y no es favorito? Los 3 títulos de España en sus últimos 4 torneos son decidores. La alineación de suplentes en el partido contra Tahití, con el “Niño” Torres y David Villa, hacía que la gente se preguntara: ¿Ese es el banquillo?

España está lejos de ser la que, en el mismo Maracaná y contra su rival de hoy, perdió 6-1 en 1950. Brasil, que tiene un equipo renovado, no acaba de encontrar su condición de favorita por excelencia.
Parece claro que el resultado de hoy no se parecerá ni un poco a ese 6-1. Y si gana Brasil, es difícil imaginar que sea por goleada.

Esa condición que ahora tiene España, la “Verdeamarelha” la conoce bien. Lo que  sienten los brasileños ahora debe ser igual a lo que sintieron los suecos en la final del Mundial de 1958, los chilenos en la semifinal de 1962, Estados Unidos en 1994 o Japón en 2002. Solo para citar las veces que Brasil ha sido campeón del orbe.

Pero la lista de los locales que recibieron a Brasil en torneos de selecciones es más larga: se suman, en mundiales, Argentina en 1978 y Francia en 1998. En la Confederaciones: Arabia en la final del 97, México en la del 99, Japón en primera fase de 2001, Alemania en la semifinal de 2005 y Sudáfrica en la  de 2009.

De esos 11 partidos, Brasil solo perdió 2 (Francia y México), y empató el que jugó en la segunda fase del 78 con Argentina. El resto fue de 9 victorias que terminaron casi siempre en título.

Pero ahora el papel se ha invertido, y Brasil no arranca como favorita. Es un hecho inédito para una selección que en su historia de más de 90 años solo ha perdido 3 partidos oficiales en casa: al “Maracanazo” se le suma uno contra Paraguay en la Copa América de 1949, que poco importó porque 2 días después los brasileños lo aplastaron  por 7-0; y uno con Perú por Copa América,  en 1975.

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