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Una ola “blanca” cubre la cancha

Una ola “blanca” cubre la cancha
15 de marzo de 2012 - 00:00

Es una tarde despejada, con los rayos solares dibujando las siluetas de los pequeños en el gramado, mientras corren tras una pelota en una extensa cancha de césped que bordea los 300 m2.

Faltan 10 minutos para las 16:00 y los chiquillos bajan presurosos de los autos de sus padres para cumplir con la hora de entrenamiento en la escuela de fútbol de Liga de Quito, sector de La Carolina.    

Para el ingreso, en la Av. Eloy Alfaro se forma una fila de al menos 6 vehículos, que esperan su turno para acceder al parqueadero de la escuela y asegurarse un puesto. Así, los padres podrán observar el trabajo que cumplen los niños y los instructores.

Es martes y el turno, según el calendario establecido, es  exclusivo en su primera hora para los niños de 9 y 10 años. A partir de las 17:00 comienzan los más grandes, aquellos que tienen entre 11 y 15 años.

Lucir el uniforme oficial de la escuela de fútbol -totalmente blanco y con el sello de la institución-, calzar  los pupillos o pupos cortos (según la categoría) y las canilleras bajo las medias, es indispensables para empezar la jornada. El atuendo lo completa el carné, que debe ser exhibido para ingresar a las canchas. 

Tras las mallas galvanizadas que protegen el rectángulo de entrenamiento, varios padres de familia esperan a sus hijos, algunos de pie y otros sentados.  

Ahí se dan tiempo para pronunciar alguna palabra de aliento o si es necesario llamarles la atención. En su mayoría, los infantes acuden  porque son hinchas de Liga y, además, el club les queda cerca de sus casas. 

Salud, perseverancia y sobre todo disciplina fueron los aspectos que llevaron a los progenitores a inscribir a sus hijos en esta escuela. Ninguno busca hacer del balompié su profesión. Las clases se imparten para cada categoría 3 veces por semana.

El sábado es el único día en el que asisten todas las edades y ahí se programan los partidos. “En lo personal, inscribí a mi hijo para que esté saludable, practicando deporte. Además, veo que esto le ha ayudado a ser  más proactivo y más seguro de sus capacidades. Estoy muy contento”, dice Bryan Andrade, padre de Alexander, de la categoría de 10 años.    

Todos acuden tras cumplir la jornada estudiantil y completar la tarea escolar. “Yo no tengo problemas con los horarios, porque desde las 13:00 voy a tareas dirigidas y con eso retorno a casa sin apuro”, puntualiza Martín Saltos, quien está próximo a cumplir 11 años.

Él estudia en el colegio Borja 3 y asiste dos veces por semana. Los sábados no lo hace porque tiene clases particulares de inglés.

La enseñanza que los entrenadores imparten va acorde con la edad. Los más pequeños cumplen actividades psicomotrices y  juegos adaptados (pre deportivos).

Conforme avanzan en edad, se introduce de forma progresiva la técnica y la táctica de acuerdo con el desarrollo motor alcanzado.

“El profesor (Marco González) me ha enseñado a perfeccionar mi habilidad como volante ahora que soy seleccionado en mi colegio William Paxton”, sonríe  Estéfano Falconí, de 10 años .

La inscripción anual tiene un costo de 35 dólares y las mensualidades de 30. La escuela funciona de forma permanente.

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