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Tuning un estilo de vida que no muere

Tuning un estilo de vida que no muere
24 de abril de 2011 - 00:00

Al ritmo de las canciones de Pitbull, los “rápidos y furiosos” encienden el audio de sus potentes parlantes y la “parcería” entre amigos comienza a hacerse presente con saludos en clave y el tema de cajón: hablar sobre  los “retoques” que les han hecho a sus bólidos.

“Vamo pa la pa la pa la pa la discoteca. Yo no quiero agua, yo quiero bebida”, es la canción que no solo enciende la minifarra entre los chicos “tuning”, sino la adrenalina de los aficionados a los carros personalizados, que llegan poco a poco a la “concentración” de cada jueves, a las 22:30, en la avenida Miguel H. Alcívar, en la Kennedy.

Las luces de neón nunca se apagan, ni las blancas que se proyectan desde los modernos faros  de los vehículos. Mientras que muchos duermen a esta hora, la noche  para los integrantes del Midnigth Club recién empieza.

Los carros modificados comienzan a llegar uno a uno al lugar de reunión, donde un grupo cercano a 60 personas se une para hablar sobre los eventos en los que van a participar, revisan cuentas de las cuotas que aportan, analizan los perfiles de los futuros integrantes y dan solución a los inconvenientes dentro de la familia tuning.

Paredes grafiteadas con autos tuneados, butacas de carros como asientos y la “nariz” de una camioneta alojada en la pared, es el ambiente que experimentan los pilotos cuando se “guardan” en el “Garaje de Beto”. Este nombre pertenece al bar frecuentado por los seguidores del “tuneo”.

Afuera del local, los fanáticos escuchan atentamente al presidente del Midnigth, Bernardo Zambrano, quien les comenta sobre los requerimientos para convertirse en una asociación. Todos opinan y luego la resolución es comunicada a los representantes de los otros clubes, en una segunda reunión que se realiza en la avenida, donde se corren los piques.

Luego de las conclusiones formales del club, los jóvenes se acercan nuevamente a sus carros a conversar; y mientras lo hacen, las féminas mueven sus caderas al ritmo del reggaetón.

Esta rutina se repite cada jueves, en los que los seguidores del mundo sobre ruedas siguen disfrutando del tuning, a pesar de que ya no sea el “boom” como en años anteriores.

Zambrano reconoce que la afición por el tuning  ha disminuido con el tiempo, pero,asegura, los que quedan son los que sienten más pasión por este arte. “El tuning está muriendo porque algunos nos confunden con personas que ponen un simple retumbador o parlante”, resalta.

Detalla que más allá de los piques, ellos escogen seguir en este deporte porque los libera del estrés diario de las jornadas laborales.

Jorge Villegas comenta orgulloso, sin titubear, que tiene “un Chevrolet Aveo con ensanchamiento y una forma urbana, audio de dos plantas, cuatro bajos y unas cuantas cosas por allí”.

Sobre la inversión que hizo para tunear su carro, no quiso ofrecer detalles por la delincuencia. Pero lo que se  pudo observar es una completa transformación en su interior con asientos de cuerina, pedales, volante y palanca de metal.

El diseño externo es la imagen de un león sobre el capot, que denota ferocidad en su coche llamado “Ópalo”. Este nombre, dice, representa felicidad, lealtad y confianza; es como puede describir Jorge, a lo que siente por este deporte.

“El tuning significa alegría y eso lo siento al estar con mis amigos, salgo del estrés. Algunas personas tienen un mal concepto de nosotros al creer que somos locos;  no es así”, comenta el auxiliar de jefe de la Aduana en el Puerto de Guayaquil.

“A veces tengo un problema en la oficina y vengo acá para desestresarme con la música, los motores y correr, pero necesitamos que nos abran una pista”.

Esta opinión es compartida por Juan Coello, también seguidor de las cuatro ruedas,  que decidió eliminar los asientos traseros de su Fiat del 91’ para reemplazarlos por dos plantas de audio, la una alimenta el bajo y la otra los seis parlantes de 400 RMS, dos pantallas; y varias modificaciones en estética con trabajo de fibra.

“Esto es un hobby sano, no le hacemos daño a nadie, solo demostramos nuestro arte. Me distraigo mucho cuando vengo”, manifiesta el ingeniero en planeamiento urbano de la Corporación Nacional de Electricidad.

Bernardo cuenta que su club es uno de los más viejos en la ciudad. Se fundó en el año 2004 y lo integran 35 carros, todos no están tuneados completamente, pero cumplen con el 30% de modificación en estética y audio, requisito solicitado para pertenecer al club, según el reglamento, explica.

“Tenemos 12 carros bien picados. A las personas que quieren ingresar no se les exige que tengan el carro tuneado, porque nosotros los ayudamos de a poco”, menciona Bernix.

Por ello, los presidentes de los 8 clubes organizados  en Guayaquil se encuentran en proceso de crear una asociación para legalizar el deporte, contar con una pista y realizar sin peligro los piques.

“No tenemos una pista donde correr, tener una es súper caro porque se necesitan unos 400 metros para el circuito, por eso hacemos carreras ilegales, pero con todas las medidas de seguridad. Ponemos carros en la entrada y salida y monitoreamos con radio”, confiesa.

Después de esta explicación, el reloj marca las 00:00 y, automáticamente, todos se suben a sus carros. Los pilotos de autos, furgonetas, camionetas y otros modelos de carros, arrancan sus vehículos y en caravana emprenden rumbo al lugar de los piques. 

Allí, comienza el show de los “rápidos y furiosos” como los que se vieron en la película del actor Vin Diesel. En una extensa fila  que parece no tener fin, los bólidos quedan estacionados como para una exhibición. Minutos después, una barrera  humana se coloca sobre la avenida para evitar que los camiones continúen  su camino.

Dos carros se colocan en la línea de salida y junto a estos se ubica una persona que no levanta una bandera, pero sí alza sus manos para iniciar los piques. Hay apuestas  que terminan solo cuando la Policía llega y huyen dejando escuchar solo el sonido del rechinar de sus llantas sobre el asfalto.

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