“Tengo en la sangre aceite 40”
Son las 11:50 y la mañana luce distinta a la de días anteriores, cuando el frío embargaba a los azuayos. Es sábado y un sol abrigador cubre al estadio Alejandro Serrano de Cuenca, que se encuentra con unas 200 personas en su interior. Todo luce propicio para el evento esperado: la III edición de la Carrera de Cabezales, que organiza la revista Amateur.
En la pista atlética del escenario hay dos rampas para la demostración de freestyle, versión motos, que se efectuará como la antesala de la competición de los camiones. Mientras eso sucede en los interiores del reducto, en las afueras, la adrenalina invade a la gente que observa la exhibición de los vehículos tuning y a las máquinas grandes que se encuentran estacionadas antes de la contienda.
Después de dos horas, el interior del Alejandro Serrano se torna bullicioso. Cuatro motos de 250 cc, 2 tiempos, brindan un espectáculo con la demostración de freestyle (estilo libre), ante el aplauso de aproximadamente 4.000 personas, situadas en la tribuna y el palco del establecimiento.
Johan Nungaray (México), Darío Navarro (Argentina), Juan Mayas (Colombia) y Renzo Piera (Chile), son quienes provocan los aplausos de miles de cuencanos.
Una plegada -movimiento en los que el piloto se traslada hacia el costado derecho de la moto y regresa inmediatamente mientras se encuentra en el aire- fue la primera técnica que causó furor en los aficionados. “Impresionante, señores, ese truco. Algo pocas veces visto en Cuenca”, expresa Pedro Reinoso, animador del evento.
De a poco cada rider (piloto), intenta un movimiento más complicado para ganarse el reconocimiento de los espectadores. En esas demostraciones, Renzo Piedra aplica una “Superman” -el piloto se desprende hacia atrás de su máquina y, sujetándose en la mitad de ella, regresa al asiento antes de caer a la rampa-; su acto provoca que más de un observador cierre los ojos en señal de nerviosismo.
La primera parte del show de los motociclistas termina. La belleza de la mujer causa los vítores y silbidos del sector masculino en la elección de “Señorita de los Cabezales”. Veinte participantes desfilan en el escenario, pero solo una es la ganadora: Leila Santos.
La acción regresa. La gente luce excitada por la presentación del freestyle. Entre tantos saltos arriesgados que se ejecutan, uno, el penúltimo de ellos, el back flip -giro de 360 grados en el aire del deportista y la moto- es el que causa mayor admiración entre los presentes. “Qué bestia. Bien loco, bien, excelente…”, exclama un aficionado ante la técnica exhibida por Johan Nungaray.
El gentío se exalta y se levanta de sus asientos. “Otra, otra, otra…” se escucha al unísono. El mexicano nuevamente exhibe un back flip, lo cual lo hace merecedor de miles de aplausos y gritos de admiración.
A las 16:20, por los parlantes se anuncia que es hora de ver a las máquinas pesadas. Los organizadores del evento retiran de la pista atlética las rampas, mientras los espectadores conversan entre sí, y más de uno, con sus ademanes, intenta explicar lo antes visto.
Una vez limpia la pista atlética, los dos primeros participantes, únicos en la categoría de un eje, entran en acción. El primero, Diego Mejía, se ubica al frente del sector de tribuna, mientras que Andrés Palacios lo hace junto a la general; el objetivo es dar una vuelta entera en la pista hasta llegar al lugar de partida, en el menor tiempo posible. Esa es la mecánica para todos los participantes. Después de 100 metros de recorrido, Mejía es el ganador.
Lo más esperado inicia. 21 máquinas de dos ejes levantan polvo y tierra. El más rápido de esta etapa es Efraín Pérez en su Jac de 450 caballos de fuerza, con un registro de 31:36 segundos en la vuelta. A las semifinales se clasifican los 10 mejores tiempos.
La tarde empieza a morir y el cielo se torna un tanto oscuro. Las semifinales se desarrollan con más velocidad. Los tiempos bajan en cada deportista y los derrapes en las curvas demuestran que hay mayor ambición. Finalmente, los cuatro mejores avanzan a la última carrera. Efraín Pérez (31:68), Édison Arcos (32:00), Diego Ibarra (31:81) y Freddy Arcos (31:04) pasan a la fase más emocionante. El que haga el menor tiempo será el vencedor.
Las luces de los cabezales se encienden. Son las 19:15 y la carrera final está por desarrollarse. La afición espera en las gradas, en esta oportunidad sentada porque el frío es sobrecogedor. El calor lo ponen los pilotos, quienes retornan con todo para la última carrera.
El primer duelo lo disputan Édison Arcos y Efraín Pérez. El primero de ellos, con su Kenworth 500 caballos de fuerza, color verde, parte desde el sector de tribuna y el segundo junto a la general. Las luces de los faros delanteros y los flashes laterales de los camiones iluminan algunos espacios del estadio. Arcos es el vencedor con el mejor tiempo de la noche, pues cronometra 30:06; en cambio, su adversario alcanza 31:98.
El segundo duelo lo cumplen Diego Ibarra y Freddy Arcos. El triunfo en esta manga le sonríe al segundo con 32:00, mientras Ibarra registra 32:48. Pese a los buenos tiempos que realizan, estos pilotos tienen que conformarse con el tercer y cuarto puesto.
“Me siento contento porque esta vez se dio la victoria. En la final debíamos dar mucho más y con la bendición de Dios todo salió bien”, dice Édison Arcos, el ganador. El ambateño, de 29 años, comenta que esta competencia representa una revancha para él, pues el año anterior alcanzó el segundo puesto.
“Definitivamente tengo en la sangre aceite 40”, dice el triunfador, a manera de broma, refiriéndose a los 11 años que lleva como chofer de cabezales. La premiación finaliza y las luces se apagan. El silencio habitual de sábado en la noche regresa al estadio Alejandro Serrano.