Sus puños son la fortaleza de la vida diaria
A simple vista parece serio y hasta mal genio, pero una vez que se inicia el diálogo la alegría se desborda por cada poro del boxeador Anderson Rojas, tanto como las gotas de sudor que caen sin cesar por su frente.
Cumple la segunda jornada de trabajo en el gimnasio de La Tola bajo la dirección de Segundo Chango, el formador de promesas nacionales en esta disciplina.
Una sonrisa acompaña cada expresión del púgil de 19 años, que nació en Carpuela (Imbabura), pero que hizo de la capital ecuatoriana su centro de desarrollo total.
Hace un lustro llegó con sus progenitores a Quito. Fue el entrenador Manuel Delgado quien lo trajo desde la provincia de Los Lagos. “El profe me conocía desde hacía mucho tiempo y como él se vino a Quito decidió traerme también”. Sus condiciones sobre el cuadrilátero afloraron de inmediato y así lo erigieron como una de las promesas del deporte de Pichincha.
Aquí perfeccionó los golpes de puño que aprendió rudimentariamente con sus primos en el Valle del Chota. Confiesa que siempre quiso ser diferente y escoger una actividad que no fuera común.
“Lo tradicional era ser futbolista, pero eso no me gustaba. Me agradaba el baloncesto, pero después dejé de ensayar y cuando comencé a ver a mi hermano Elvis boxear descubrí que eso deseaba practicar, mas nunca pensé que esa sería mi forma de ganarme la vida”.
Sus primeros golpes defendiendo la divisa de la provincia de Pichincha están guardados profundamente en su corazón. Recuerda con nostalgia aquellos instantes.
“Mi primera pelea oficial fue en Cuenca con Pastaza. Estaba sumamente nervioso, inquieto y hasta con miedo, pero ahí recordé que para sacarse todas esas situaciones debía saltar y gritar; así lo hice y mejoré aunque terminé perdiendo por un punto esa pelea”.
Hace varias semanas llegó de Chile donde conquistó una presea dorada en su categoría (64kg), en el Sudamericano de boxeo. Ecuador fue el monarca en este evento.
Hoy acelera sus movimientos de piernas y brazos para alcanzar uno de los cupos que se entregará en el Preolímpico de Brasil, a desarrollarse en mayo próximo.
“Estoy convencido de que con Dios y mi preparación podré conseguir ese primer paso grande en mi carrera, que es llegar a los Juegos Olímpicos de Londres este año”.
Aunque sus padres Janeth Rojas y Javier Carcelén residen en Quito, él no vive con ellos. Son separados y el progenitor nunca le dio su apellido. Pese a eso mantiene una buena relación con él y es el único que a veces va a alentarlo en las peleas.
“Es una situación chistosa, más que rara, por todo lo que me ha contado mi mamá y yo por eso me llevo bien con los dos, aunque con ninguno me crié. Lo hice con mi tío Reymundo Rojas”.
Su madre nunca ha estado de acuerdo con el camino que escogió su vástago. “Le desagradó desde un principio que yo me dedicara a esto. Nunca me ha visto actuar, lo que sí hace es darme su bendición y eso siempre me ha servido para salir bien en cualquier combate”.
Anderson, por ser un pugilista destacado, habita en la residencia de Concentración Deportiva de Pichincha en La Vicentina. Por eso no se preocupa de ningún gasto diario. La comida y la ropa están listas al momento que las necesita.
Confiesa que entre sus virtudes está la gastronomía. Sabe preparar platos fuertes y hasta postres. “Me queda muy bien el pollo y la carne estofada y de postres un pastel o un flan”.
Recalca que aunque a los espectadores les parezca fácil pararse en un ring correctamente, no es tan sencillo como se puede pensar. “A mí me tomó 18 meses dominar más o menos la técnica. Hasta hoy en cada pelea veo que algo se debe mejorar. Esto es como la vida, nunca se termina de aprender todo”.
Al momento ha dejado los estudios de lado debido al poco tiempo que tiene. Va de una concentración a otra en las provincias ecuatorianas y también fuera del país. Es bachiller en Ciencias Sociales, pero su meta es la licenciatura en Educación Física y una especialidad en enseñanza de box.
Por su desempeño a más de la beca de 200 dólares de Concentración Deportiva de Pichincha, recibe otra de la Federación Ecuatoriana de Boxeo por 800 dólares.
Esas son las razones que le motivan a decir que en el país se puede vivir del boxeo. “Estoy ahorrando para mi futuro porque esto no durará siempre y hay que aprovechar hoy”.
Confiesa que su diversión preferida es asistir al cine a ver películas de comedia, y moverse al ritmo de la salsa, aunque no tiene oportunidad para hacerlo. “Esos sacrificios tienen su recompensa y vale la pena hacerlos”.