¿Qué hace Narciso para ‘gambetear’ tanta presión?
Es como prepararse para salir a pescar. Acomodarse los zapatos color turquesa con combinados rojos, marca Adidas, con los que juega habitualmente, es para Narciso Mina el equivalente a desenvolver un trozo de nailon de un pedazo de madera. ‘Crucificar’ a la carnada (una lombriz de tierra o algún bicho capturado por allí) en el anzuelo, es igual que ajustar los pasadores gradualmente y atarlos de tal forma que no lo incomoden.
Después viene la espera. Estar sentado en una lancha por más de una o dos horas aguardando a que algún pez muerda el anzuelo. Del campo de juego puede salir sin goles, como ocurrió hace algunos días en los partidos ante El Nacional (Torneo Local), Gremio de Porto Alegre (Copa Sudamericana); y el último domingo frente a Independiente, pero del estero Salado nunca sale sin la presa. Generalmente es un roncador, un pez que duerme durante el día y sale a cazar en la noche. En Esmeraldas los llaman corrocos.
La pesca artesanal es una de las aficiones del atacante de 28 años que nación en San Lorenzo (Esmeraldas) y que creció en la Cooperativa Antonio Neumane, en la Isla Trinitaria, al sur de Guayaquil. ‘Nacho’, como lo llaman sus compañeros, salió de San Lorenzo cuando tenía 13 años, junto a su hermano José, quien dos años después de su llegada lo motivó para que se probara en Barcelona. El examen, recuerda, fue en el estadio Monumental. A ese mismo escenario el jugador había entrado meses atrás, al portazo, durante un partido entre los canarios y Deportivo Cuenca. Era como cumplir un sueño.
Mina vuelve a su barrio, ubicado al pie de la vía Perimetral, cada vez que la presión lo agobia. Lleva con él su equipo de pesca. En el lugar lo espera siempre, anclada a la orilla del Estero y atada a una estaca de mangle clavada en el fango, una lancha azul que se mueve por las turbias y sucias aguas del brazo de mar, impulsada por un motor.
Pescar goles, en ocasiones, le emociona menos que apagar ese motor de su lancha en medio del manglar. Cuenta que ese ambiente lo relaja. Que le provoca un “desmarcarse” de la realidad cotidiana. Hace que olvide las críticas y los cuestionamientos que los hinchas amarillos le hacen con frecuencia desde las gradas por su falta de precisión y definición en el área contraria.
¿Qué le ha ocurrido a Narciso Mina en las últimas semanas? La respuesta es simple y contundente: perdió efectividad y, por ende, la confianza de los seguidores toreros. En el partido ante Gremio incluso lo abuchearon cada vez que la pelota le llegaba a sus pies. En redes sociales como Twitter y Facebook lo han calificado como el “come penales”.
Con ese último apelativo, tuvo una mala experiencia en julio pasado. Un padre de familia de la escuela donde estudia su hijo Jesús, de seis años, le mandó un mensaje. Le pidió al pequeño que le dijera que es un “come penales” y que por su culpa Barcelona no iba a ganar la primera etapa del Campeonato Nacional. Aquello ocurrió dos semanas antes de que el cuadro canario lograra ese objetivo pese a la derrota ante Deportivo Cuenca, en el estadio Alejandro Serrano Aguilar (Cuenca).
Jesús llegó a la casa y cumplió la misión. La esposa del futbolista y madre del menor, Patricia Quiñónez, recuerda que el niño subió a la habitación donde se encontraba el jugador y le dio el mensaje. Mina recién había llegado de entrenarse. “Noté que a Narciso le cambió inmediatamente el carácter. Eso lo molestó y juntos empezamos a analizar la posibilidad de salir del país. Nos vamos, recuerdo que me dijo”, rememora Quiñónez. Mina tenía por esos días propuestas para jugar en México.
Aquella presión también la empezó a sentir directamente su esposa días después de esa experiencia. Ocurrió en un centro comercial del norte de Guayaquil. Un grupo de hinchas la identificó y la insultó mientras le increpaban los errores de su esposo en el campo de juego. “Me sentí perseguida. Nunca antes me había ocurrido algo así”.
Mina se autodefine como un pescador de goles, naturalmente; pero la pesca ha estado mala... No suele revelar sus secretos de juego, aunque esta vez lo hace para nosotros. Cuenta que aprovecha las largas jornadas de concentración para imaginar -y resolver en su imaginación- situaciones de juego. Visualiza goles, definiciones y posibles movimientos en el campo. Asegura que le ha funcionado para ganar efectividad, prueba de ello son los 20 tantos que acumula en esta temporada. Pero no ha marcado desde la octava fecha de la segunda etapa del torneo.
En las últimas semanas, esa estrategia no le ha dado buenos resultados, y encima, el técnico Gustavo Costas lo apartó de la lista de jugadores facultados para ejecutar penales durante los partidos del Campeonato Nacional y de la Copa Sudamericana.
La falta de eficacia hizo que se aplicara nuevamente un autocastigo común en él cuando los goles son escasos. Está otra vez “en huelga”. Se dejó crecer la barba y el cabello y no se afeitará hasta que no empiece a marcar pues, asegura, “los delanteros viven de sus anotaciones”.
Según Costas, Mina está cargado de presión. Todo el peso y la responsabilidad ofensiva del equipo ha recaído sobre él. “Nacho necesita liberarse de esa presión natural que tiene el fútbol. Solo así podrá recuperar su eficacia”, advirtió el estratega, quien confirmó que el delantero continuará en la titularidad. Él, por su lado, solo espera -y trabaja- con paciencia de buen pescador.