La capacidad y conocimientos de Patricio Ponce lo han proyectado como uno de los mejores técnicos de básquetbol del Ecuador. Los títulos logrados durante 14 años al frente del representativo de la Escuela Politécnica del Ejército (ESPE), que se resumen en cinco campeonatos provinciales de Preparación de Pichincha, cuatro oficiales y un número igual en el plano nacional, avalaron un trabajo eficiente y muy productivo, que catapultó el equipo a los primeros lugares en los torneos.

Los duelos con su ya clásico adversario, la Universidad Tecnológica Equinoccial en el baloncesto oro y grana fueron realmente espectaculares, y en más de una ocasión se alzó con la corona, no sin antes atravesar circunstancias propias de los técnicos que, inclusive, llegan a ser explosivas y en algún momento le provocaron una sanción.

Con el representativo politécnico se mantuvo en sitiales de privilegio, pero como todo tiene su tiempo, el del técnico capitalino concluyó cuando entraron en vigencia las disposiciones de la nueva Ley del Deporte y en tales circunstancias no tardó mucho en vincularse al club “constructor”, dirigido por Wladimir Ortega, asumiendo la responsabilidad que antes la tuvo el argentino Juan José Pidal.

“Uno de los datos especiales es que luego de 14 años vuelvo a dirigir un nuevo equipo (Mavort), con el que he logrado dos campeonatos, uno en Pichincha y otro a nivel nacional”, afirma, al destacar que en representación del baloncesto imbabureño ha cumplido dignamente a la provincia  y asegura que “es una alegría inmensa, lograr el campeonato”.

Confiesa que estuvo muy cerca de abandonar el equipo en la segunda fase, por motivos de índole familiar, una vez que su esposa se encontraba delicada de salud  y su tratamiento se ha prolongado por espacio de un año. “Pero gracias a Dios estamos saliendo. Ellos (los jugadores) fueron el baluarte que me dio la energía necesaria para continuar, me impulsaron para esto, continuamos y conseguimos nuestro objetivo”.

Su vigencia en Mavort se inició a medianos de la temporada pasada y la plaza imbabureña fue el nuevo reducto del campeón nacional del 2009.  Ponce es de aquellos técnicos que se manejan con firmeza y planifican cuidadosamente el armado de sus equipos, y en esta oportunidad, cuando volvió a ceñirse la corona de campeón, sus argumentos resultaron muy valederos.

Su experiencia le aconsejó que lo primero es disponer de un buen plantel, sumándose otros factores como el apoyo incondicional de los dirigentes del club y luego vino lo otro, la estructura del equipo. Con una base de jugadores que supieron amoldarse a la estructura de la entidad, además de contar con algún recorrido en competencias oficiales en el baloncesto capitalino, comenzó el armado del equipo; pero sobre todo con elementos que sean constantes y tengan una actitud y pensamiento ganador, es decir “que reflejen y muestren sus intenciones de vencer”, argumenta el técnico pichinchano.

Conformada la base nacional con jugadores de las condiciones de Daniel Guayaquil, Álex Guerra, Jorge Erazo, Christian Arce, Luis Aguirre, Byron Morales, Paúl Cano, Carlos Carcelén, Robinson Saá, Ewin Quinteros, además del nacionalizado Reynaldo García, se miró la necesidad de escoger a los refuerzos extranjeros.

Para campeonar se debe tener  un buen plantel, advierte el estratega “mavorista”, y fue así como luego de haber observado videos, recibir abundante informción de técnicos y otros, se resolvió la contratación de los norteamericanos Anthony Danridge, el más destacado y máximo anotador de la Liga, con 478 puntos; y posteriormente de Kenya Coopers y Antoine Tisby.

“Primero debimos hacer un espíritu de cuerpo, de equipo y comenzar a desplegar un ritmo de juego partiendo desde la defensa, a eso le añadimos el sacrificio y la cimentación de la parte sistemática”, sostiene.

Táctica y estratégicamente, Mavort se ajustó al patrón de juego de Patricio Ponce, fundamentados en que “todos querían ganar, pero lo importante es haber cumplido y que se hayan concentrado en lo que se quería: el título”, manifiesta.