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El Telégrafo
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Fue profesor de escuela antes de ser técnico de fútbol

Óscar Tabárez con precisión de tiza y pizarra

Óscar Tabárez con precisión de tiza y pizarra
16 de abril de 2014 - 00:00 - Redacción Fanático

Óscar Washington Tabárez fue profesor y como buen educador se acostumbró a dejar enseñanzas. “Las eliminatorias son para sufrir y los mundiales para disfrutar”, señaló hace una semana el ‘Maestro’ -como lo llaman-, con precisión de tiza y pizarra.         

Tabárez es un entrenador que no necesita de aspavientos o gestos destemplados para darse a entender: no está matriculado en la doctrina que dicta que ‘la letra con sangre entra’.

Su paso breve por el Milan y su relación tirante con Silvio Berlusconi, el hombre fuerte del equipo, lo retrata de cuerpo entero. No tuvo suerte –como le puede pasar a cualquier técnico–, no tuvo el vestuario de su lado –le puede ocurrir a más de uno– y aquel directivo no lo tenía en alta estima.

En noviembre de 1996, apenas con 3 meses de gestión, le pidieron la renuncia. La puso. Dolido pero sin chistar. Estaba seguro de que su salida era la justificación menos complicada del club para ofrecerle a los medios.

Hace 2 años al ‘Maestro’ le preguntaron acerca del cúmulo de escándalos en los que estaba metido ‘Il Cavalieri’ y respondió, sin asomo de revancha: “La vida es un sube y baja, también para Berlusconi”.

Tabárez jugó fútbol profesional entre 1967 y 1987. Tras su retiro en el club Bellavista de Montevideo, fue profesor en las escuelas del Cerro, Paso de La Arena y La Teja, en las periferias de la capital uruguaya. Pero decidió buscar otros ingresos económicos y hacer el curso de entrenador.    

No tenía un peso ahorrado, el fútbol y la docencia apenas le habían dado para comprarse una casa modesta. Por entonces ya estaba casado y tenía 3 hijas. Tania es una de ellas. Su nombre es un homenaje a Tamara Bunke, a quien llamaban ‘Tania’ dentro del activismo revolucionario argentino liderado por el ‘Che’ Guevara en la década del 60.          

Tabárez necesitaba un ingreso adicional para solventar las necesidades de la familia. Consiguió que el club Bella Vista lo nombre responsable de todas las divisiones juveniles. Ahí empezó un trabajo que le permitió después acceder a otros niveles de exigencia como estratega. Poco a poco Tabárez fue aprendiendo que los entrenadores de fútbol tienen prohibido adaptarse a las muestras de afecto.

En alguna ocasión el ‘Maestro’ aseguró que no habría podido jugar en esta época. No tenía las condiciones físicas ni el perfil que necesita un jugador de alto nivel. Pese a eso, él entiende el fútbol contemporáneo con claridad.

Para Tabárez, las estrellas están solo en el firmamento. Las actuaciones que tienen los futbolistas y la atención que les dan los medios a las individualidades en un deporte colectivo como el fútbol, determinan que hay elementos que son más propensos a que se les idolatre o se les tenga en una posición casi idealizada.

Él dirige a humanos. Si esos humanos se sienten libres, los protege. “Ni el fútbol ni ningún deporte profesional pueden perder su carácter de juego. Y el concepto de juego está indisolublemente ligado al de libertad. Yo trabajo para eso”, es una de las reflexiones que sintetizan su filosofía revolucionaria.    

Para el DT la experiencia no es sinónimo de tiempo. Tabárez seguirá aprendiendo en Brasil, aunque hace mucho ya le llaman ‘Maestro’.

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