Niños indígenas de México buscan superar la pobreza a través del deporte
Un programa de baloncesto dirigido a comunidades indígenas en México, que ya ha cosechado triunfos deportivos en Argentina y tiene a muchos niños soñando con la NBA, también busca rescatarlos de la pobreza, mientras se preparan para una próxima competición en República Dominicana.
Jessy Ramírez era una hábil jugadora de baloncesto de la categoría escolar en el estado mexicano de Puebla (centro), pero a los 14 años sus padres la vendieron al que sería su marido y ahí terminó su sueño de salir adelante a través del deporte.
"Eran dos hermanas, solo pude rescatar a Genovena que ahora juega en mi equipo en la posición de alero", explicó Sergio Zúñiga, entrenador de un programa para cambiar la vida de los niños de las comunidades pobres de México, que ha dado dos triunfos en el Mundial de Mini baloncesto sub 12 de este año.
El equipo Triki, llamado así porque está integrado en su mayoría por jugadores de esa etnia, acaba de ganar su campeonato en Argentina, y la selección femenina, apodada Bayo-netas, hizo lo propio en el certamen de niñas.
Aunque por sus triunfos fueron recibidos hasta por el presidente de México, Enrique Peña Nieto, quien los calificó de triunfadores, el objetivo principal del programa es rescatar a la niñez indígena del rezago social, educativo y económico
"La idea es cambiar el rumbo de sus vidas", aseguró Zúñiga, quien dirigirá a los menores mexicanos la próxima semana en el torneo del Caribe, en República Dominicana.
Las Bayo-netas, originarias de Puebla, impresionaron por su personalidad, los niños "trikis" por su juego simpático y por el orgullo de no negar sus raíces.
Algunos compitieron sin zapatos como hicieron en sus inicios porque no tenían dinero para comprar calzado.
"Mi sueño es llegar a la NBA, si lo logro tendré que empezar a usar tenis, pero por ahora es mejor jugar descalzo porque así soy más rápido y me acomodo mejor", dijo a Efe Dylan Ramírez, un chico de 11 años de la comunidad mixteca, quien cursa el sexto grado.
Los niños están alejados de los programas de televisión y a cambio de eso reciben lecciones de varias materias, entre ellas sicología y nutrición, como complemento a sus entrenamientos de tres horas diarias de lunes a viernes y de cinco horas, los sábados y domingo.
Algunas de sus historias son tristes como la del niño oaxaqueño Melquiades Ramírez, cuyo padre fue asesinado en los conflictos de la región y quedó a la deriva hasta que el baloncesto lo rescató.
"Ahora quiero ser campeón del Caribe, pero mi gran sueño es ser un buen profesor de matemáticas, mi asignatura favorita", dijo.
Si bien hay historias duras, como la de Jessy Ramírez, el programa del baloncesto en las zonas indígenas de México ha rescatado de un destino parecido a 2.500 niños, que hablan bien las lenguas de sus comunidades y para mantenerse en el equipo, en la escuela necesitan calificaciones de 8,5 puntos sobre 10.
"Los estamos sacando de la sombra", asegura su entrenador, que igual tiene frases de elogios para los triunfos en la cancha.