Montevideo queda como el ejemplo de lo que sí podemos
Quizá es el mejor partido de esta Eliminatoria. Lo hizo Ecuador en Montevideo, ni siquiera en Quito ha jugado así: hubo mucho fútbol intenso, entrega de cada jugador, calidad en la coordinación y en la búsqueda del triunfo. Faltó más profundidad a la hora de atacar. Reynaldo Rueda no arriesga y es posible que el resultado le dé la razón: fue mejor empatar que arriesgar y perder.
La oncena tricolor demostró ayer una fortaleza anímica: en cada sector, empezando por el arquero, hubo concentración y mucho estímulo. La defensa pudo hacer más para garantizar mejor rendimiento en la media, pero Uruguay entendió el planteamiento de Rueda y buscó esos huecos por donde no tenemos un escudo protector sólido.
Lo mejor: la acción colectiva del medio para adelante. Antonio Valencia, a pesar de la expulsión, afirma su condición de mejor volante lateral del mundo. Saritama juega sin balón y sostiene el juego hacia adelante y resiste el ataque. Alejandro Castillo es una muralla que no solo espanta sino que también da pelotas hacia el área contraria. Nos faltó un lateral que arrastre la marca y sea el creativo del equipo.
Y es cierto: en el segundo tiempo se apagó Felipe Caicedo, que tuvo en el primero lo mejor que ha hecho con esta selección. Él arrastra marca, busca a sus compañeros para alimentarlos y propone el mejor fútbol para un delantero de su clase. El penal solo fue una parte de todo lo que hace y de lo que es capaz.
Al final el empate tiene sabor de triunfo porque El Centenario de Montevideo siempre ha sido una plaza fuerte. En los jugadores y en la hinchada quedará como una hazaña y como un aroma de esos que se huelen con la memoria. Claro: el penal en contra de “Chucho” Benítez pudo ser la consagración para colocarnos en la punta de esta eliminatoria.
¿Y el arbitraje? Como dijo Antonio Valencia: una payasada que no tiene perdón ni disculpa. Se encaprichó en cargarnos de tarjetas amarillas y forzar la desesperación para favorecer al equipo local. Uruguay no olvidará este partido, porque Ecuador le recordó que jugando y haciendo goles se gana siempre.