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El Telégrafo
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Mandela, gigante del deporte

Mandela, gigante del deporte
06 de diciembre de 2013 - 09:15

Tomado de ESPN

El 11 de junio de 2010 es una fecha muy importante para el mundo. No porque se haya firmado algún tratado de paz o se haya oficializado la independencia de una nación. Nada de eso. Ese día se inauguró la Copa del Mundo de fútbol de Sudáfrica.

Como deporte global que es, el fútbol puede capturar la atención de la gente en cualquier rincón del planeta. Pero no es exactamente por un partido o por un torneo deportivo que la referida fecha resulta tan especial.

El 11 de junio de 2010, Sudáfrica fue un aparador inmejorable de que los pueblos del mundo se pueden unir y de que con voluntad se pueden hacer realidad acontecimientos que antes lucían impensables, tan impensables como que la fiesta mundial de fútbol se hubiera puesto en marcha en ese país 45 años y 364 días después de aquel funesto 12 de junio de 1964, cuando Nelson Mandela y otros activistas que se entregaban a la lucha contra la segregación racial fueron sentenciados a cadena perpetua.

Si la Copa del Mundo de 2010 se hizo realidad, lo mismo que la Copa del Mundo de Rugby de 1995, la Copa Africana de Naciones de fútbol de 1996, la Copa Mundial de Críquet de 2003 y otra Copa Mundial de Rugby, en 2007, fue gracias a Mandela y su movimiento en contra del llamado apartheid.

El deporte fue siempre algo muy importante para el gran líder sudafricano, que hizo boxeo y jugó fútbol en su juventud. Durante los 27 años que estuvo injustamente en prisión logró mantenerse en forma porque hacía ejercicio en su diminuta celda de Robben Island (frente a la costa de Ciudad del Cabo) o en los espacios exteriores a los que ocasionalmente podía tener acceso.

Deporte para integrar
Para cuando la lucha de Mandela basada en los principios de esperanza, perseverancia, paz y unión finalmente le permitió ser liberado y, pocos años después, declarado presidente fundador de la democracia de Sudáfrica en 1994, este estadista, tal vez el más admirado del mundo, empezó a utilizar el deporte como vehículo unificador. Y eso fue una jugada magistral.

"Este es tiempo para sanar las viejas heridas y construir una nueva Sudáfrica", dijo el 3 de mayo de 1994, cuando se supo que era el virtual ganador de las elecciones sudafricanas. Dos días después, el Congreso Nacional Africano, partido político del cual Mandela fue el líder, reconoció que el deporte era la mejor medicina para ayudar a sanar las heridas del país y el ministro de deportes incluso consideró que el críquet podía convertirse en el deporte nacional.

Pero no fue el críquet el que ayudó a unir a los sudafricanos, ni tampoco el fútbol el juego más practicado por los sudafricanos de raza negra. Lo fue el rugby.

Mandela, magnánimo
Ya presidente, Mandela no se interpuso en la celebración de la Copa Mundial de Rugby de 1995, cuya sede le había sido otorgada a Sudáfrica antes de la transición a la democracia en el país, a pesar de que ese deporte era visto por los negros como una representación del racismo de parte de los blancos.

La Copa se efectuó del 25 de mayo al 24 de junio y la selección de Sudáfrica, mejor conocida como los Springboks, ganó todos sus partidos hasta llegar a la final contra Nueva Zelanda, el equipo más poderoso del mundo en ese entonces.

Lo sucedido ese día en el estadio Ellis Park de Johannesburgo fue notable.

El nuevo presidente, que por décadas fue víctima de la tiranía racista, se puso la playera verde de los Springboks, además de una gorra, y bajó al campo antes del juego, para dejar atónitos a los más de 60 mil espectadores presentes, casi todos blancos.

"Honestamente, nunca había estado así de tenso. Sentí que me desmayaba", admitió Mandela según el relato de John Carlin, autor del libro Playing the Enemy, sobre la vida del mandatario.

Invictus
Sudáfrica ganó el duro encuentro final del Mundial de rugby por marcador de 15-12 para su primer campeonato, tras lo cual Mandela volvió a bajar al campo, esta vez para hacer entrega de la copa al capitán sudafricano François Pienaar, con quien el presidente había trabajado para establecer una relación especial.
"El deporte tiene el poder de cambiar al mundo", dijo Mandela. "Tiene el poder para unir a la gente de una manera que pocas cosas lo hacen. Le habla a la juventud en un lenguaje que ellos entienden. El deporte puede crear esperanza donde una vez sólo hubo desesperanza".

El inspirador capítulo en Ellis Park, el estadio que también fue sede del Mundial de fútbol, fue llevado al cine por el gran actor Morgan Freeman y el director Clint Eastwood en la cinta Invictus, y así la leyenda de Mandela le fue contada a generaciones más jóvenes.

Por los aros y el balón
El 5 de septiembre de 1997, Atenas fue electa como la ciudad sede de los Juegos Olímpicos de 2004.

Ciudad del Cabo se había inscrito como candidata y logró integrar la lista final de posibles sedes junto a la capital helénica, Roma, Estocolmo y Buenos Aires, llegando hasta la tercera y penúltima fase del proceso.

Mandela dejó la presidencia de Sudáfrica en junio de 1999 para que la asumiera Thabo Mvuyelwa Mbeki. Bajo la presidencia de éste, el país se postuló como candidato para ser sede de la Copa del Mundo de 2006.

Fue un proceso muy cerrado y polémico, con Alemania y Sudáfrica quedando como finalistas. En la segunda ronda cada uno recibió 11 votos de los delegados de FIFA, pero en la tercera Alemania recibió un voto más y obtuvo el Mundial el 7 de julio de 2000.

África mundialista
Una candidatura seria y acreditable de un país como Sudáfrica habría sido imposible sin el liderazgo y la autoridad moral de su ex presidente. Mandela seguía siendo la imagen de la África negra a nivel mundial. Se sabía que el Mundial de 2010 se efectuaría en el continente africano y Sudáfrica llevaba la mano. Egipto y Marruecos también se postularon y también lo hicieron Libia y Túnez de manera conjunta.

La labor de Mandela ante la FIFA rindió frutos. El 15 de mayo de 2004 en Zúrich, un feliz Joseph Blatter anunció que Sudáfrica sería la casa de la XIX Copa del Mundo tras vencer a Marruecos con 14 votos contra 10, mientras que Egipto se fue en blanco (Libia y Túnez ya habían salido de consideración).

Y así, seis años más tarde, lo impensable se hizo realidad. Sudáfrica, el país de la ignominia, lo había logrado. Tristemente, Mandela no pudo ser parte de la fiesta de apertura por la muerte de una bisnieta suya de 13 años en un accidente automovilístico luego de que la llevaban de regreso a casa luego de asistir a un concierto en Johannesburgo que fue parte de las festividades de la inauguración mundialista.

Pero Mandela, el culpable de que el mundo del deporte hubiera alcanzado Sudáfrica, llegó a la ceremonia de Clausura una semana antes de cumplir 92 años de edad, y lo hizo sonriente, entre aplausos y las típicas vuvuzelas.

Son muchos los momentos y las imágenes, pero uno imborrable será el de Nelson Mandela en el estadio mundialista Soccer City, el Mundial de los sudafricanos, la Copa del Mundo de todo un continente. El Mundial de Mandela.

 

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