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Los Zuleta Castro son una familia de alto combate

Los Zuleta Castro son una familia de alto combate
20 de agosto de 2011 - 00:00

Las fotografías que conserva con mucho esmero Vinicio Zuleta y  algunos videos donde se destaca su faceta de luchador olímpico, así como el décimo lugar en la Espartaquiada  de la Unión Soviética en 1984, dejaron en los corazones de sus pequeños  hijos, Jared e Isaac, una leve inquietud por enrolarse en ese deporte. 

Pero veían muy de lejos la tarea que el progenitor cumplía en el gimnasio de Concentración Deportiva de Pichincha como instructor. Tampoco él los alentaba a una práctica activa. “Fue una decisión personal de los chicos ingresar en la lucha. No influí en ellos”, sostiene Vinicio.

El primer paso en el mundo deportivo de los pequeños Zuleta fue uno muy fugaz por el taekwondo. “La verdad  entramos para ver qué tal. No nos gustó y entonces decidimos ir por la lucha. Fue nuestra mejor decisión”, recalca  Jared, actual monarca nacional en los 46 kilos.

Desde la vinculación de los chicos a este deporte, hace 7 años, la familia Zuleta Castro prácticamente respira el combate las 24 horas del día. Solo el domingo se lo entregan a su segunda pasión: la religión.

Son mormones y por eso cada inicio de jornada le elevan a Jesús una plegaria. Esa doctrina, o al menos la armonía con el Creador, es lo que intentan transmitir a sus compañeros de entrenamiento. “Sin Dios, nada de lo que hemos conseguido habría llegado, Él es nuestro motor de vida”, refiere Isaac, el menor de 16 años.

La familia de luchadores   recibió a FANÁTICO en  las puertas de su domicilio en el Valle de los Chillos. Un ambiente cálido y hogareño se respira de ingreso. La imagen de Jesús prevalece en la decoración. La Última Cena y  el retiro de meditación  en el monte Sinaí  son parte esencial de la creencia que profesan.

Una fotografía de la Iglesia de los Santos de los Últimos Días acompaña el panorama, matizado por una amplia antología de los grandes maestros de música clásica, como Beethoven,  Mozart, entre otros.

La inmensa colección de trofeos y medallas deportivas contrastan con la expresión de fe en la decoración. La mayoría es de Jared, el primogénito, de 17 años. Todos son producto del intenso trabajo que cumple con su hermano. Son cinco horas a diario, divididas en dos jornadas, matutina y vespertina.

Esa constancia y rigurosidad para cumplir la tarea designada les permitió hace 15 días obtener la medalla de bronce por partida doble en el Campeonato Panamericano de cadetes en Campeche (México). Jared lo hizo en 50 kilos e Isaac en 46.

Previamente debieron sortear una serie de inconvenientes. Tan solo lograr el cupo en el avión fue toda una odisea.  “Siempre la dirigencia del país ha tenido cierta ‘pica’ con los deportistas de Pichincha y antes de viajar nos dijeron que no teníamos el peso,  la edad, pero nada de eso fue verdad y al final CDP pagó mi pasaje”, relata Isaac.

Al contrario de lo que se pueda pensar, el ser hijos del “profe” no es una ventaja; constituye una mayor exigencia para ellos, e incluso aumentan las complicaciones para competir fuera del país. “Mi papá no se lleva muy bien con los de la Ecuatoriana y aunque eso no debería incidir en nosotros, muchas veces sí nos perjudica”, acota Jared.

Han sido los topes  los únicos valederos para que los descendientes del entrenador Zuleta intervengan en los torneos nacionales e internacionales. De lo que sí se han aprovechado es del conocimiento paterno de las distintas técnicas que encierra este deporte en estilo libre.  Por eso los hermanos confiesan, sin titubeos,  que lo fundamental en la lucha es la postura que se debe mantener.

“Ni muy parado ni muy agachado. Una posición en la que puedas jugar con el equilibrio y el movimiento armónico de pies y manos. Ese es el secreto de este deporte que, además, exige concentración y mucha inteligencia”, destacan.
Por la similitud de aficiones, padre e hijos comparten el largo trayecto de ida y vuelta a la casa que supera los 20 kilómetros.  Su vivienda está en el Valle de los Chillos, el colegio y el sitio de entrenamiento están en el centro de Quito.

Y cuando están en casa siguen la afición de su madre, Roxana,  que es chef. “Somos muy buenos en la cocina”, afirman. Jared es experto en las comidas de sal. La pizza es su especialidad.

Isaac es diestro en los dulces. Los postres, sobre todo el pastel de chocolate, son su mejor presentación. Eso lo pueden hacer hoy que están de vacaciones y no tienen la presión del tiempo. Incluso almuerzan en casa.

En septiembre iniciarán el último año de bachillerato en el colegio Mejía y las madrugadas volverán. La jornada empezará a las 04:30 y finalizará pasadas las 22:00 cuando todos los deberes escolares estén terminados.

Solo la cena será con mamá. Descansarán en la colchoneta del gimnasio, harán parte de la tarea escolar y aguardarán por  el exigente trabajo.  Los hermanos están en el mismo curso y escogieron la especialización  Químico-Biólogo, porque les apasionan las fórmulas y las mezclas de componentes. Jared desea convertirse en laboratorista e Isaac en  técnico en alimentos.

Reconocen que se han privado de  la diversión habitual de un  adolescente. Sin embargo, están conformes con lo que viven  porque lo hacen en familia. Aunque solo una semana al año puedan realmente tener vacaciones (en diciembre, cuando no hay entrenamiento).

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