Con los $ 100 que recibió por ganar la competencia, sumado a los premios alcanzados a lo largo de su trayectoria en los “carry coches”,  Marco Albarracín  recuperó la inversión de $ 390 que le hizo a su vehículo.

El escenario fue distinto, pero la emoción la misma. No se trató de una carrera de Fórmula 1, sin embargo la adrenalina y la pasión propia del deporte tuerca se escenificó en la parroquia Baños de Cuenca. Era el desarrollo de una de las competencias tradicionales de la ciudad: la Carrera de coches de madera.

Cerca de 30 vehículos confeccionados en su mayoría por sus propietarios estuvieron en acción. La  admiración de cientos de aficionados se hizo sentir en las calles de Baños, pues con silbatos y gritos de aliento arengaron a sus favoritos a lo largo de la competición, que fue organizada por la Cooperativa Baños Limitada y la Comisión Deportiva Virgen Del Milagro.

Marco Albarracín inició la carrera en desventaja. El piloto cuencano, que participó junto con su hijo Édison, de 18 años, en la categoría de Llanta inflada, iba quinto en su categoría, pero en los últimos metros revirtió las cosas  y se adueñó del primer lugar, hasta cruzar la meta. La estrategia que emplearon para llevarse el primer puesto fue alternar las funciones de piloto y ayudante durante el trayecto.

Pero el trabajo de Albarracín no se basó únicamente en el esfuerzo de la pareja padre-hijo. Se trata de toda una planificación para alcanzar las victorias. Marco estuvo presente y trabajó desde el momento en   que construyeron el coche, utilizando la habilidad de sus manos y su imaginación.

Cinco meses tardó en terminar la obra. El primer paso  fue conseguir la estructura metálica para la superficie del carro; el material requerido para esta parte fue  el Tall (tipo de metal), que tuvo un costo de $ 300. Mientras que las 4 llantas fueron adquiridas en un centro comercial importante de la ciudad y representaron una inversión de $ 90.

El segundo paso fue unir todas las partes que tuvo a su disposición para crear su coche. Los hierros utilizados para la barra de dirección y el soporte para empujar el auto, cuenta Marco, ya los tenía en su casa como chatarra y lo único que tuvo que hacer es “darles vida” con su ingenio.

“Todos los días llegaba de mi trabajo (chofer de un camión) y me ponía a construir el carro. Utilizaba una o dos horas diarias durante la noche y le decía a mi hijo (Édison) que me ayudara a ver en qué podía innovar, para que se viera mejor”, contó Marco.

El cuencano actualmente tiene 41 años y desde hace 4 participa en  eventos de “carry coches”, que se efectúan en distintos sectores de Cuenca.  Sus victorias le han permitido ganar una cantidad significativa de dinero, que si bien no representan premios astronómicos como en Fórmula 1, le permiten realizar una de las actividades que más satisfacción le causa.

“Hasta el momento hemos ganado algunas competencias en la ciudad, eso nos llena de  alegría a mi hijo y a mí porque es chévere participar en estas carreras y sentir la velocidad que se alcanza en estos carros”, agregó el azuayo.

Con los $ 100 que recibió por ganar la competencia, sumado a los premios alcanzados a lo largo de su trayectoria en los “carry coches”,  el piloto  recuperó la inversión de $ 390 que realizó en su auto.

Detrás de Albarracín se ubicaron Juan Pulla y Manuel Reino, quienes recibieron como premio $ 60 y $ 40, respectivamente.

En la categoría Coches de madera, el triunfador fue Edgar Tamayo, mientras que en la modalidad de Rulimán, Andrés Gutiérrez se adueño del primer lugar.