Dos pequeños parlantes negros, la gorra con la visera para atrás y  el contagiante  ritmo de reggaetón acompañan los movimientos de cadera del delantero Jaime Ayoví, que muestra su técnica de baile desde el balcón  de su habitación, la  209, que  comparte con su ex compañero en  Emelec,  Joao Rojas.

Cuando percibe la presencia de las cámaras se sienta sobre el pequeño muro  y solo mueve su cabeza. A la distancia saluda a sus seguidores. Sobre la posibilidad de continuar con sus movimientos, pregunta: ¿Quieren que baile?, todos responden que sí, pero el 9 prefiere reservarse y solo sus labios parecen disfrutar de esas melodías.

Con alegría pasan las horas   los integrantes de la selección ecuatoriana, que están concentrados en Monteolivo con miras a la  quinta  fecha de las eliminatorias sudamericanas, la cual se cumplirá este sábado ante Argentina.
Todas las mañanas son ideales para que los jugadores disfruten del clima veraniego que acompaña las jornadas de esparcimiento, mientras solo  cuatro de ellos acceden a la rueda de prensa.

Por eso, ayer el extremo diestro Antonio Valencia aprovechó los minutos libres que tenía para observar el entrenamiento que cumplieron sus colegas de la Sub 20 en la  cancha alterna de la Casa de la Selección.

El “Toño” se incomodó con los flashes de las cámaras fotográficas que intentaron captar su imagen. Sin embargo, con mucho orgullo mostró lo que para él es una marca de vida, el tatuaje en su brazo derecho con el nombre de su primogénita Domenik.

El mejor jugador “tricolor” del momento comparte la recámara 204 con su “compadre” Jefferson Montero,  el único que le hace frente al frío y  en los trabajos vespertinos labora con camiseta sin mangas.

Ambos prestan su imagen para comerciales de empresas de comunicación. El primero lo hace para una telefónica y el segundo promociona un servicio de TV por cable.

La primera habitación del segundo piso (201) es para los goleros Alexander Domínguez y Máximo Banguera, los bailarines por excelencia al momento del desayuno.

Sin importar  si es salsa, bomba o marimba, se mueven por igual y, tal como lo hacen bajo los tres palos, se disputan los aplausos  de sus compañeros para determinar quién tiene el mejor “swing”.

Los integrantes del cuerpo técnico disfrutan de la camaradería de sus pupilos. Con ellos comparten sonrisas y ocurrencias. Por ejemplo, fueron objeto de  “cháchara” cuando  intentaron comer cangrejos... No  se mostraron muy hábiles al momento de usar el martillo y la tabla, pero se esforzaron por emular la destreza de sus dirigidos.

Cada uno de los miembros del cuerpo técnico tiene la privacidad de una  habitación sencilla con los servicios básicos. Son 8 en total las que ocupan en el primer piso. La primera es reservada para Reinaldo Rueda y en su orden le siguen desde el preparador físico hasta el utilero.

La segunda planta es exclusiva para todos los jugadores, quienes  están distribuidos en parejas y según afinidades de equipos o posiciones.

En la 202 están Geovanny Espinoza y Adrián Bone; en la 203, Jayro Campos y Gabriel Achilier; en la 205,  Pedro Quiñónez y Christian Benítez; en la 206, Walter Ayoví y Cristhian Noboa;  en la 207, Jorge Guagua y Alejandro Castillo; en la 208, Diego Calderón y Édison Méndez; en la 210, Juan Carlos Paredes y Cristian Suárez; en la 212, Oswaldo Minda y Fernando Saritama; y en la 213, Renato Ibarra y Frickson Erazo.