La voz de José Navas es un “activo fijo” del Atahualpa
“Cambio en Sociedad Deportivo Quito. Con el número 20 ingresa Jorge Córdoba para sustituir a Matías Alustiza con la casaquilla 11”, se escucha en el estadio Olímpico Atahualpa, donde la tarde termina, las luminarias se encienden y éstas compiten con los últimos rayos solares.
Desde hace 25 años esa voz, grave y serena, es inconfundible. Se esparse por todo el estadio y los vecinos la recuerdan, aunque no estén adentro. Es la de José Navas, de 51 años, quien en mayo pasado cumplió un cuarto de siglo como delegado de control o vocal, como se conocía a ese puesto en sus inicios, y hoy sigue sin pausa en su labor cada fin de semana.
En la inmensidad del estadio del Batán pasa desapercibido, si solo se lo observa parado cerca de la cancha. Pero cuando se dirige al público, para anunciar una sustitución o la alineación del equipo local y visitante, los espectadores asiduos del Atahualpa reconocen al instante esa voz.
Economista y estadígrafo también es hincha confeso de toda la vida del Aucas. Llegó de casualidad al puesto que hoy ocupa. En 1986 se inscribió para un curso de reglamentación deportiva dictado por Guillermo Espinel. Desde muy chico se interesó en el fútbol y en las reglas de ese deporte, por lo que no dudó en asistir a aquel taller.
Después fue a otro similar en Guayaquil y lo llamaron de la Asociación de Fútbol No Amateur de Pichincha para desempeñarse como vocal. Aparte de su seriedad para trabajar, los dirigentes se cansaron de la impuntualidad y de la falta de trabajo del anterior encargado.
Así pasaron partidos frente a sus ojos, desde una posición privilegiada: al borde del centro de la cancha. Primero empezó con partidos de las divisiones formativas y de a poco le encomendaron cotejos de la serie “B”, hasta llegar a primera. Y para su satisfacción: también es la voz en los partidos de la “Tricolor”.
Una vieja máquina de escribir de su propiedad y que ahora considera “activo fijo” del estadio, su cronómetro, las actas de juego, las tarjetas para los cambios, una cajetilla de cigarrillos y el infaltable radio, a través del cual escucha la transmisión de Radio Tarqui en cada partido, son sus implementos de trabajo.
Esa máquina, una Olimpia, tiene 35 años y nunca le ha fallado. La utilizaba para sus deberes del colegio y hoy se ha convertido en su instrumento principal de labores.
Su jornada inicia dos horas antes de cada partido, para coordinar lo que tiene a su cargo. Está pendiente de los pasabolas, que deben tener entre 12 y 16 años, además de no estar vinculados con el equipo local.
Además, ordena la ubicación de los fotógrafos y verifica que ninguna persona ajena al cotejo esté dentro de la cancha. También entrega el camerino visitante y garantiza que se lo devuelvan en las mismas condiciones. Seguir el mismo ritmo por tantos años no mató su pasión por ese trabajo, ni tampoco su seriedad para laborar, tal como se refleja en el acento de su voz, cada vez que se dirige a los aficionados.
“Su voz es inconfundible. Pero nadie sabe cómo se llama o quién es. Su presencia es necesaria, como la de los equipos que actúan en el partido”, dice Víctor Ruiz, hincha de El Nacional y que asiste con regularidad al estadio desde hace 10 años, motivado por su padre.
Navas trabaja de lunes a viernes como jefe de ventas en una distribuidora de teléfonos celulares y el fin de semana instala su “oficina”, en el estadio Atahualpa, donde juegan de locales El Nacional, Deportivo Quito y Universidad Católica.
Desde su micrófono provoca aplausos o silbidos, cuando anuncia el cambio de un jugador, que ha hecho un buen partido o cuando informa que un futbolista, que tuvo muchos errores, deja la cancha.
“Me ilusioné cuando vi a Romario y a Gabriel Batistuta, en el pasado, y en la actualidad a Lionel Messi cuando lo vi jugar ante nuestra selección. Pero confieso que primero veo a las estrellas de Ecuador”, comenta.
Los partidos de la “Tricolor” son un mundo aparte. Por un lado, hace la misma labor como si se tratara de un encuentro normal, pero por otro su corazón hala hacia el lado amarillo de la selección.
“Cuando entro a la cancha me olvido de la camiseta; es difícil con la selección, pero hay que hacerlo. Hay que controlarse. No se puede explotar al ver un gol, ni ponerse triste porque no ganamos”, comenta. Así vivió las dos clasificaciones a los Mundiales: con la emoción contenida, pero con la tranquilidad de haber cumplido con su trabajo con efectividad.
En su memoria están grabados dos partidos en particular, por lo emocionantes que resultaron. El primer triunfo de Ecuador sobre Argentina en 1993, clasificatorio para el Mundial de Estados Unidos 1994. En esa ocasión, la “Tri” ganó 2-0 con goles de Alberto Montaño y Eduardo el “Tanque” Hurtado.
Y el otro fue en 2001, en el triunfo 1-0 sobre Brasil, con tanto de Agustín Delgado, luego de una gran jugada individual de Iván Kaviedes, en la eliminatoria para Corea y Japón 2002. “Pepe” o “Pepito”, como lo llaman, fuma unos 5 cigarrillos en cada programación, mas en la semana no prueba uno solo. “Creo que es algo psicológico. Me nace esa necesidad en los partidos”, explica.
Por su seriedad y profesionalismo, según cuenta, no ha tenido problemas, salvo pequeños roces. El que más recuerda sucedió en un encuentro entre Deportivo Quito y Emelec, cuando Carlos Sevilla dirigía a los “eléctricos”.
En ese entonces Omar Quintana y Leonardo Escobar estaban al frente de la dirigencia. Se elaboró la plantilla donde constaba la alineación titular, pero la quisieron cambiar al último momento, porque tenían una duda sobre una medicación administrada a dos jugadores.
“El reglamento es claro y no se puede hacer ninguna variante, luego de realizada la planilla. El señor Escobar entró a la fuerza y quiso parar el partido. Se acercó a mí para querer cambiar a los jugadores y tuve que ordenar a la Policía que lo sacara para que empiece el cotejo”.
La parte más difícil de su labor, asegura, es no compartir con su familia muchos fines de semana, cuando se juegan los partidos de las fechas del Campeonato Nacional.
“Lo aceptan bien (su familia) y compartimos tiempo de calidad. Además, tenemos estabilidad económica, que representa un beneficio para ellos”, cuenta en relación a su esposa Mary Toromoreno y sus hijos José Luis y María Cristina.
La voz de José Navas se convirtió en un “activo fijo” del estadio, que está presente en la memoria de los aficionados.