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El Telégrafo
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La regata más larga del mundo…

La regata más larga del mundo…
21 de abril de 2011 - 00:00

Las sabanas son un elemento esencial para los espectadores que entre lodo y salvajes mosquitos se ubican a las orillas del río Guayas en plena penumbra, pues  desde las 02:00 inician una vigilia ya tradicional en esta época, su única intención es ver cómo las yolas se desplazan por el sector donde viven y que en esta fecha es ruta de la tradicional (pero no reconocida como merece) Regata Guayaquil-Posorja.

Los que reman a esa hora por el sector conocido como “Los Condenados” llevan cerca de 2 horas cubiertos de oscuridad total, rodeados de palos, rebeldes corrientes y hasta cocodrilos; saben que por delante tienen 5 horas más de competencia.

Los espectadores envueltos en sabanas blancas bien podrían pasar por fantasmas, pero solo disfrutan de la prueba y se protegen con las mantas de los bárbaros mosquitos que abundan por la zona.

Los equipos que compiten  llevan meses de preparación a cuestas, cada uno a su manera. Algunas de estas tripulaciones hacen su preparación entre basura, lodo y chanchos, sin el equipamiento necesario. Otros usan tecnología, cartas de navegación y equipos de remo ergonómicos.

En el agua son todos iguales, 4 tripulantes y un timonel, que esperan con la misma ansia el viernes santo, fecha de la partida de una tradición que cumple 72 años.

Tendrán que utilizar un promedio de 7 horas para completar el recorrido que separa el muelle del que partieron en Guayaquil, con el muelle del puerto pesquero de Posorja, que en las primeras horas del nuevo día estará abarrotado de público que recibe a estos atrevidos remeros.

Pero, ¿qué lleva a un deportista, a uno de estos fieles y sinceros remeros a someterse a esta demandante prueba?
Subidos en una minúscula yola, donde cualquier mortal con posaderas algo grandes no cabe, se embarcan a una travesía que para muchos se acerca a la frontera de la locura.

Fabricada con materiales que fácilmente se destruyen  y hasta pueden partirse  en dos al menor contacto con un algún palo o madera de las que abundan en el río Guayas, la nave es vulnerable.

Reman sin nada de luz natural, por ningún premio económico atractivo, tienen grandes deudas asumidas para preparar el bote y por  comprar los implementos deportivos básicos  como los remos y  las mallas que usan.

Son conscientes de que tan pronto termine la prueba, tendrán que fletar una camioneta destartalada con balde de madera para traer la yola desde Posorja a Guayaquil; pero igual lo hacen.

Saben que el reconocimiento por el triunfo o por el hecho de haber terminado los 102 km que separan el punto de partida con Posorja no durará más de 48 horas.

No hay desfile para el ganador, ni placa que señale el nombre del triunfador y que repose en algún lugar visible de la ciudad, no existe nada de eso para la embarcación número uno o el noble yolero que eligió participar en la regata más larga del mundo.

¿Por qué lo hacen entonces?

Por algo mucho más grande que cualquiera de los reconocimientos  mencionados. Lo hacen por el honor que representa solo ¡remarla!..., por esa indescriptible fuerza interna que los lleva a ejecutar hazañas inexplicables y pocas veces comprendidas.

No hay que tener la mejor yola, las piernas más fuertes o los brazos más fornidos, acá se necesita asumir el peso de esta tradición y tener, eso sí, el corazón más grande posible que te acompañe a lo largo de la regata.

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