La adrenalina de la F1 a escala y sin ningún riesgo de fracturarse
Conducir a alta velocidad un Fórmula 1 sin ningún tipo de riesgo, ignorando el casco y obviando el cinturón de seguridad, es posible solo en un mundo paralelo: el del automodelismo.
Únicamente requiere saber manipular a la perfección el control remoto para acelerar, frenar y guiar al pequeño bólido por las cerradas curvas del trazado de 35 metros de la pista Miniápolis en Cumbayá, (oriente de Quito).
La vía, diseñada exclusivamente para esta afición, tiene 50 pits y una tarima en la que se acomodan 10 pilotos, cuyos vehículos integran la grilla de partida.
En el terreno de 1.300 m2 funciona un almacén con las réplicas a escala (miniatura) de los modelos comerciales, los repuestos en caso de desperfectos, un pequeño asadero y graderío para espectadores.
La afición la cultivan esencialmente hombres y sobre mayores 20 años debido a los altos costos que implica practicarla. Lo primero que debe hacerse para disfrutar de este hobby es adquirir un automóvil totalmente eléctrico.
Los modelos se consiguen desde los 220 dólares en las tiendas dedicadas a esta actividad. Pero a eso hay que agregarle implementos como spykercontrol (control remoto), baterías, pintura, pilas y cargador.
Todos esos componentes dan como promedio un valor de 449 dólares, que es lo mínimo requerido para poder deslizarse por el asfalto microgranulado, sobre el cual hay diseñados pequeños espacios verdes que simulan detalles de césped.
Existen dos tipos de autos para participar en este hobby: los eléctricos y los de combustión. Los primeros funcionan a través de baterías que se cargan con electricidad y los segundos se deslizan con abastecimiento de un combustible denominado nitrometano, cuya botella de cerca de 700 ml dura alrededor de dos meses en competencia seguida.
El desempeño y función del nitrometano es igual al de la gasolina en un auto de tamaño regular. Solamente los eléctricos tienen el permiso para competir en la pista en tres mangas de 7 minutos cada una. Los bólidos de esta índole se subdividen en básicos y avanzados.
Un auto elemental viene con sus partes totalmente desarmadas al interior de una caja y con un manual en diferentes idiomas y hasta dibujos para que cualquier principiante pueda ensamblarlo sin contratiempo.
El vehículo está fabricado en plástico especial muy resistente y los componentes de cada parte están divididos en fundas plásticas transparentes, que llevan impresas las letras del alfabeto y se sugiere armarlos en ese orden.
“No es para nada complicado construir un modelo, porque las indicaciones son bastante específicas. Solo es cuestión de ponerle tiempo y dedicación para lograr completar la estructura, y el paso final es darle la mano de color, según el gusto personal o siguiendo los parámetros en cada modelo sugeridos”, afirma Mario Lalama, encargado de las ventas en el almacén Racing Hobbies.
Esa es la razón para que existan diseños totalmente personalizados y nada parecidos a los modelos comerciales de tamaño original. La carrocería es una sola estructura transparente para todos los modelos y en la creatividad del aficionado radica la diferencia entre los automotores.
También existen bólidos que vienen ya totalmente ensamblados y puntados. Solo es cuestión de añadirle algunos implementos para iniciarlos en las pruebas competitivas. Los miniautomotores son importados totalmente desde los Estados Unidos.
El armado de un modelo requiere, por sobre todo, paciencia y constancia, que son las virtudes de un verdadero automodelista.
Para lograr el ensamblaje perfecto y especialmente iniciarse en el mundo de la competencia oficial, es necesario tener conocimientos básicos de mecánica, lo que permite graduar la suspensión de acuerdo al tipo de pista en la que participa.
Este mecanismo establece la distancia entre el chasis y el piso. Mientras menor sea la separación, el automotor tendrá una mayor y mejor adherencia a la superficie, lo que genera estabilidad al tomar las curvas.
“Hay suspensiones sensibles, medias y rígidas. En una pista con inconvenientes es mejor tener el chasis alto porque en ese tipo de pisos hay mayor dificultad para el movimiento y los autos pueden virarse más fácilmente”.
Otro factor importante es el diseño aerodinámico que debe poseer el automotor para romper de mejor manera el viento. El alerón en la parte trasera evita los derrapes en curvas y lo conecta mejor con el suelo. Tiene la misma funcionalidad y principios que en un carro de carreras a escala normal.
Cada circuito desarrollado en Miniápolis es una creación por descubrir. La velocidad y la destreza no salen del interior del vehículo sino desde una tarima protegida por una cubierta de zinc. El trazado nunca es el mismo en dos pruebas y eso lo hace aún más interesante la prueba.
“Siempre se varía en una recta o curva, a veces más corta o cerrada, con lo que se le da mayor atracción a este hobby y el entusiasmo es mayor entre los pilotos y los competidores. Si se repitiese habría una monotonía que generaría, incluso, aburrimiento, y el objetivo es distraerse y ante todo disfrutar”, afirma Danilo Monge, director de la pista.
Varios seguidores de esta modalidad previamente pasaron por el aeromodelismo (vuelo de aviones a control remoto). Algunos, incluso, conservan el gusto y por eso consideran a los autos la diversión más segura porque están en suelo firme.
“Estar en tierra es más seguro, porque aquí solo necesitas frenar y paras sin problema. En el aire hay que ver en qué lugar aterrizar primero y hacerlo de la manera más precisa para evitar graves daños en los aviones”, afirma el aficionado Juan Francisco Vega.
El controlspyker tiene un diseño semejante al de una pistola de juguete. Del gatillo se acelera y también se frena. Se lo puede programar, incluso, para que vaya en reversa, siempre y cuando las reglas de una competencia así lo permitan.
Junto al automotor se debe incluir necesariamente un equipo de herramientas desde desarmadores (planos y estrellas) hasta silicona para pegar y brochas para limpiar.
Llegar al escenario es encontrarse con amigos, porque el objetivo de ellos no es competir sino compartir con los colegas de afición.
Por eso, hay reglas estrictas que aseguran una convivencia pacífica. Entre ellas está no reclamar las decisiones de los jueces y menos discutir con los pilotos por alguna acción desafortunada que implique un accidente en la prueba.
“Acá entre todos nos conocemos y somos solidarios. Podemos, además, prestarnos piezas de automóvil que por alguna razón no tengamos o se nos hayan olvidado”, reitera Vega.
Una vez en la tarima de competencia ningún piloto puede abandonar antes de la terminación total de la prueba. En caso de que el auto salga de la pista o sufra un volcamiento existen los ayudantes para ponerlos nuevamente en competencia, si el daño es menor.
En caso de ser grave el vehículo debe salir de la prueba. De momento en Miniápolis solo se han desarrollado pruebas ejecutivas de un día de duración. El 20 de este mes se cumplirá la primera competencia oficial.
Ingresar para observar las pruebas de los “costosos juguetes” no tiene ningún valor. Son los competidores quienes pagan una membresía anual por uso de pista, que va desde los 160 hasta los 350 dólares, y se añade una cantidad extra por cada competencia.