Huairasinchi, el reto recién comienza para los extremos
La banda de pueblo Santa Cecilia de Aloasí tocó los primeros acordes de una de sus canciones antes de las 06:00, en el parque central del pueblo. Los vecinos despertaron con la música y con las voces de los atletas que calentaban en las veredas, antes del inicio de la décima edición del Huairasinchi.
Una fogata improvisada servía para calentar una gran olla de canelazo, el cual disiparía el frío en los cuerpos de los deportistas y de la gente que estaba en el parque; mientras que otros preferían mirar desde las ventanas de sus casas, con pijama aún, y con los ojos entreabiertos por el sueño.
La fría madrugada parecía hacerse más larga, pues la oscuridad reinaba en el lugar, en medio del correteo de los participantes y de los organizadores, que no querían dejar nada al azar.
Las bicicletas de los atletas, llevadas en las parrillas o en los baldes de las camionetas, llegaron al mismo tiempo que los carros de abastos. Estos últimos serán los encargados de llevar las provisiones de supervivencia (alimentos, bebidas, equipos de emergencia, carpas y bolsas de dormir) para los cuatro días que dura la competencia.
La primera parte de los 409 kilómetros de competencia consistía en 27 de estos en bicicleta, sobre una diversidad de terrenos que iban desde el adoquín en la primera parte, hasta la tierra y el empedrado.
Asimismo, debían cargar una mochila que pesaba unas 16 libras y que contenía linterna, encendedor, cuchillo, botiquín de primeros auxilios, manta de supervivencia, bastones para el trekking; además de un altímetro, brújula y un celular que solo debía ser utilizado en caso de emergencia.
El discomóvil llegó minutos antes de la partida, prevista para las 06:15, y uno de los organizadores comunicó a los participantes que en tan solo 10 minutos iniciaría la carrera.
Todos los deportistas calentaban dando pequeñas vueltas cerca del lugar de inicio, y otros, ya listos, se tomaban fotos con su equipo.
Frente a la iglesia de Aloasí, que tiene un gran reloj en el centro, los 224 participantes posaron con sus bicicletas para una última fotografía antes de partir.
En la meta empezó el conteo regresivo desde 10 segundos, coreado por todos y con el fondo musical de la banda de pueblo. Llegado el minuto cero, salieron hasta el primer punto, ubicado en la Virgen de los Ilinizas (3.989 msnm).
Los primeros metros fueron sencillos, pues el terreno era plano y no exigía mayor esfuerzo. El enemigo a vencer era el frío que se presentaba en la zona y que se extendió hasta las alturas. La mayoría cubrió bien su cuerpo con ropa térmica, pero otros menos friolentos compitieron en pantaloneta y camiseta.
Llegaron hasta El Chaupi, un lugar cercano a la reserva ecológica Ilinizas y tomaron el sendero empedrado que cada vez mostraba más cuestas. El cielo se despejó unos momentos y dejó ver con claridad tanto el Iliniza norte como el sur. El sol se reflejaba en la punta de ambas elevaciones y a lo lejos los ciclistas podían apreciarlo, pero debieron concentrarse más en pedalear.
Las características de la vegetación cambiaban de a poco y el páramo hacía su aparición con colores más opacos. Si bien los Ilinizas se dejaron ver unos minutos, tiempo después fueron cubiertos por una espesa niebla que llegó hasta el sector de la competencia, pero que no impedía la visibilidad del camino.
Uno de los requisitos que debían cumplir las bicicletas era tener una luz intermitente en la parte posterior para que los competidores pudieran observarlas.
Los participantes tuvieron que pasar por pequeños riachuelos en medio de la vía. Un par de deportistas cayó en el agua, pero no hubo más remedio que continuar, a pesar del agua fría. Cada equipo está conformado por cuatro integrantes y cada uno tiene sus fortalezas en distintas disciplinas.
Por ejemplo en ciclismo, algunos amarraron sus bicicletas a las de sus compañeros mediante una soga para no permitir que el participante extenuado se alejara del resto del equipo. Otros apoyaron su mano en la espalda de su colega para darle ánimo. Pero esa imagen no era tan real, pues más adelante, cuando llegaron al primer punto de control, lucían enteros para continuar con la prueba.
Los metros finales en bicicleta fueron los más complicados, pues el camino se empinaba y algunos tuvieron que bajarse de su vehículo y caminar junto a él. Pero cuando coronaron al punto de transición recuperaron el aliento para continuar.
Los más devotos hacían una reverencia ante la imagen de la virgen de La Dolorosa y continuaban su camino, no sin antes hidratarse, comer una barra de granola, mudarse de ropa para enfrentar el frío, que aumentaba a medida que ascendían, y cambiarse de zapatos, esta vez para caminar.
En el segundo tramo debían llegar a Piedra Blanca, en una caminata de 20 kilómetros que se complicaba por la elevación del terreno. Los de Élite eran los más preparados y lograron sacarles hasta 45 minutos de diferencia a los del grupo Aventura, a los que les fue complicado seguir el mismo ritmo.
Estaba previsto terminar el día con el trayecto entre Piedras Blancas y Sálalá, que tenía 90 kilómetros de distancia y en el que debían volver a sus bicicletas y cumplir otra parte a pie. La tercera etapa es la segunda más larga de la competencia, ya que la séptima, entre Las Pampas y la Cooperativa Río Caoni, tiene 140 km.
Todavía internados en Cotopaxi, los siguientes días tendrán más calor, pues pasarán por Santo Domingo. Ayer se cumplieron 147 km de competencia, y el frío fue uno de los principales retos a superar. El esfuerzo físico apenas comenzó.