Fuerza, coordinación y una amplia sonrisa frente al riesgo
El sexto campeonato nacional realizado en Quito fue la ocasión propicia para observar en movimiento a los grupos más destacados de cheerleaders del país. Uno de los importantes centros comerciales del sur de la capital acogió a más de un centenar y medio de animadores, que deleitaron al público con un espectáculo de acceso gratuito.
Música, baile y gimnasia; evoluciones, saltos, pirámides simples y compuestas; movimientos específicos como el toss con giro y rewind, especialmente en los grupos de nivel 5 y 6, y los compases de un frenético ritmo que, sin embargo, encaja a la perfección en los tiempos de las rutinas.
Todo eso caracteriza al cheerleading, deporte que cada día gana mayor número de adeptos en el país y que tiene su origen en los Estados Unidos, hace un tanto más de medio siglo.
Los movimientos tienen directa relación con la práctica de la gimnasia olímpica, además de que las practicantes deben ser fuertes, espontáneas y tener mucho entusiasmo para mostrar al público la belleza de las ejecuciones.
Las cheerleaders deben poseer cualidades muy especiales, aparte de las gimnásticas individuales, como la capacidad de trabajar en grupo y una preparación que exige un gran trajín en el gimnasio, especialmente para los varones; mientras las mujeres se esfuerzan por adquirir cada vez más flexibilidad, con ejercicios apropiados que no descuidan, eso sí, la fortaleza de piernas y brazos.
Es imprescindible, también, mantener un peso ideal y poseer una visión creativa para contribuir con las coreografías.
La preparación del equipo demanda tiempo, perseverancia y decisión. Quienes se encuentran en niveles avanzados deben conocer y dominar aspectos relacionados con los saltos, gimnasia con carrera, gimnasia estática, lanzamientos, elevaciones y pirámides, cuyas ideas nacen de la iniciativa de los instructores y porristas, en torno a las rutinas que debe implementar y pulir el grupo hasta lograr la perfección.
Las bases de iniciación en esta disciplina; es decir, los niveles 1 y 2, requieren de un entrenamiento constante para luego avanzar al siguiente grado de dificultad. La uniformidad y limpieza de movimientos -para que las rutinas no se vean forzadas y parezcan una expresión de aparente naturalidad- demandan, en esta etapa, un largo proceso de adiestramiento.
Este deporte comienza en el nivel 1 para escolares entre 6 y 7 años de edad; el 2 y dependiendo del nivel de la rutina, es para niñas de hasta 12 años; los niveles 3 y 4 son para colegiales; el 5 para clubes y el 6 (el de mayor dificultad) para universitarios.
Las lesiones de rodilla y tobillo son las más frecuentes en las mujeres; mientras que las de muñecas, hombros y espalda aquejan con mayor recurrencia a los hombres. Para tratar de evitarlas se aconseja un muy buen calentamiento.
Conocer perfectamente la rutina y, sobre todo, tener confianza en los compañeros, son las maneras de evitar golpes y caídas, riesgos muy presentes durante las prácticas.
La cuenta mental de los tiempos -aunque hay quienes lo hacen en voz baja para que los compañeros se igualen- es parte del grado de sincronización; generalmente se utilizan 8 tiempos musicales, que son los que marcan la rutina.
En Ecuador este deporte tiene una vigencia de algo más de 12 años y el equipo Balandra de Guayaquil es el pionero. En la actualidad hay grupos similares en varias provincias ecuatorianas, auspiciados no solo por colegios, sino también por universidades y clubes.
Participar en un campeonato mundial es uno de los propósitos planteados. El equipo de la UTE (Universidad Tecnológica Equinoccial) lo hará próximamente en un nivel 6; pero además de ese elenco hay otros grupos de instituciones guayaquileñas y quiteñas que van a competir en representación del país en las distintas categorías del Mundial de Cheerleading a realizarse en abril en Estados Unidos.
Los equipos ecuatorianos se muestran seguros de realizar un buen papel en el certamen, dada la ejecutoria desarrollada en el ámbito nacional y porque -coinciden varios de sus integrantes- tienen el mismo nivel que las escuadras internacionales, especialmente las sudamericanas, lo que hace abrigar esperanzas.