Fiel a su linaje, se encariña cada vez más con los goles
Desde pequeño sintió el aroma del fútbol en casa. No había día en que un comentario de este deporte no se escuchara en la sobremesa. Diego Hurtado apenas articulaba las primeras palabras cuando comenzó sus andanzas para dominar el balón.
No lo consiguió de inicio y por eso el llanto enrojecía su rostro. Lo mismo ocurría si alguien le quitaba ese juguete predilecto.
Pero con el tiempo la motricidad mejoró y las condiciones técnicas afloraron. Las sonrisas suplieron por entero el llanto inicial. Primero jugó en Píllaro (Tungurahua), la tierra de donde es originario su progenitor, Patricio Hurtado -el relevante delantero de Liga en los años 90-, y a los 10 años llegó a Quito.
Tras conseguir una escuela para estudiar encontró también un equipo infantil para lucir sus habilidades. Fue el “Eucaliptos” el escogido para perfeccionar sus conocimientos futbolísticos.
Una tarde, de las muchas que jugó en las canchas barriales, lo observó el director de las categorías formativas de Liga de Quito, el uruguayo José Romanelli.
Su accionar desde el inicio causó una gran impresión en el entrenador y quien averiguó entre los asistentes acerca del muchacho de 12 años. Consultó directamente, y sin saberlo, al padre, a quien le expresó con sinceridad: “El muchacho tiene muchas condiciones, llévalo de inmediato a Liga”.
Sin meditarlo, al día siguiente el muchacho, acompañado por su padre, llegó hasta el complejo de Pomasqui, que ha sido su segunda casa desde entonces.
“Acá me formé y aunque a veces no tengo vida social estoy feliz porque hago lo que me apasiona”.
Primero fue mediocampista por izquierda. Actuó también como arquero en una sola ocasión, por ausencia del titular. Y desde hace dos años el profesor Gustavo Rosero lo ubicó en la misma posición que Patricio: delantero.
A partir de ahí se imaginó jugar en primera división. Hoy, con 16 años, ese anhelo está muy cerca de concretarse.
Participó entre los inicialistas de dos cotejos amistosos que su club realizó en la pretemporada actual; ante Atlético Nacional de Colombia en la “Noche Blanca” y en el duelo ante Deportivo Quito, el último sábado en la “Noche Azulgrana”.
En cada uno estampó su firma con una conquista y generó la aprobación de las tribunas. Siempre se imaginó ese momento, lo comentó con la familia, y cuando lo vivió, todas las emociones e imágenes de sus seres más cercanos se cruzaron por su mente.
Aún después de varios días de ese suceso mantiene la emoción. Sus ojos castaños se iluminan mientras evoca el momento.
Confiesa que los recuerdos de su padre como jugador son muy difusos en su mente. No coreó un gol y mucho menos fue al estadio para alentarlo. “Tenía apenas seis años cuando él ya estaba por retirarse del fútbol. No lo vi realmente actuar, o al menos no guardo esas imágenes en mi memoria con claridad”.
Pero las enseñanzas paternas no faltaron desde el momento en que Diego escogió el fútbol como su carrera. Patricio trasladó todos los conocimientos que un atacante debe tener para desempeñarse en esa posición. Incluso, los “trucos” que los jóvenes solo descubren con el transcurso del tiempo.
Esa relación se profundizó más desde hace dos años, cuando su padre retornó al club en el que se consagró en la década del 90. Hay que recordar que su nombre destaca como el segundo máximo goleador histórico del club con 69 anotaciones. Ahora Patricio es el DT de la Sub 18.
Solo 2 centímetros de estatura diferencian al hijo del padre. Diego mide 1,83 m. Fuera del gramado, cursa el segundo año de bachillerato general en el colegio de Liga, que colinda con la concentración de Pomasqui. Las clases este año han sido irregulares por las jornadas de entrenamiento diarias que cumple. Pasa la mayor parte de su tiempo en la cancha.
El baile es su hobby favorito. Dice moverse en la pista con la misma facilidad con que lo hace en la cancha. Sus géneros musicales preferidos son la bachata, el reggaeton y la salsa. “Un jugador debe ser alegre siempre, esa es la esencia en esta carrera. Así combates las privaciones que puedas tener”.
Es devoto del Divino Niño y de la Virgen de Guadalupe, imágenes a las que les pone una vela antes de cada presentación. Hasta el momento le han traído suerte; Diego asume su momento actual con madurez, entusiasmo y agradecimiento con quienes lo formaron.