El slackline gana adeptos por sus beneficios para el cuerpo y la mente
Solo después de divisar las cintas y sobre ellas a los equilibristas, se entiende por qué ese lugar del Parque Metropolitano de Quito levanta tanto interés entre algunas personas. Los exponentes del slackline disfrutan su actividad y permiten a los curiosos probar sus habilidades.
Deporte para unos, ejercicio de relajación para otros, esta disciplina gana adeptos en el país. No hay edad límite y tampoco indumentaria cara o difícil de encontrar; iniciarse depende exclusivamente de la fuerza de voluntad.
Analogía
Desde que comenzó en el slackline, Andrés Guzmán se siente cada vez más atado a la cinta, en ella, además de hallar fortaleza física, ha encontrado salud mental. Como estudiante de psicología en la Universidad de las Américas (UDLA), este joven de 23 años relaciona su evolución en este deporte con el crecimiento personal.
“Se trata de una meditación en movimiento. Ayuda al cuerpo, mejora la respiración y salud en general”
Andrés Guzmán
Estudiante de psicología
“Para aprender algunos trucos es aconsejable que los practicantes se protejan las canillas con vendajes o medias”
Xavier Vivas
Fundador de la comunidad Slackline Quito
Según él, cruzar la cinta es una analogía de la vida, donde la importancia de llegar a una meta radica en la seguridad de cada paso. La firmeza al andar hará que un individuo logre sus propósitos.
Menos filosófica, Nathalie Santamaría, de 28 años, encontró en la cinta una forma de superar los miedos y desarrollar determinación. Junto a su esposo, Borja Yohn Rueda, residieron hasta hace 10 días en Sidney, Australia, donde conocieron esta práctica. En el caso de Borja, realiza malabarismo con pelotas y hacerlo mientras camina en una banda le pareció un reto.
Un beneficio adicional de esta práctica, opina Nathalie, es la posibilidad de socializar y conocer nuevos compañeros. En Sidney se reunían con otros aficionados y crearon una identidad comunitaria. Con ese parecer concuerda Juan Elías Pólit, de 22 años, uno de los pioneros de slackline en Ecuador. El hecho de que un aficionado invite a más ciudadanos o los inicie en los ejercicios crea lazos de amistad.
Aprender a caminar en la tira es lo fundamental, después cada quien, de acuerdo con su capacidad, intenta diferentes movimientos. Existen dos tipos de banda: la clásica, que es rígida y se usa únicamente para dar pasos sobre ella, y la elástica, dedicada a quienes desean aprender trucos con diferente grado de dificultad.
Juan comenta que la cinta floja es ocupada también como complemento de entrenamiento deportivo; este implemento mejora en sus seguidores la atención, la concentración, la agilidad y la flexibilidad.
Él, por ejemplo, es entrenador de kung fu tradicional y de kenpo karate; desde que incursiona en el slackline ha ganado coordinación corporal. Algo importante, además, es su carácter económico; una vez adquirida la tira, el practicante no requiere ropa especial, basta traer vestuario cómodo y zapatos con plantilla plana o, de lo contrario, estar descalzo.
Competencia
También cuentan los exponentes que desean competir, entre ellos Joaquín Ruales, de 19 años, quien suma poco más de 18 meses en el mundo de la cinta floja.
Estudiante de administración y ciencias políticas en la Universidad de los Hemisferios, Joaquín dedica por lo menos dos días a la semana a los ensayos en la cinta. Aunque lo más complicado fue aprender a caminar, desde que consiguió cruzar de lado a lado le nacieron ganas por hacer otros movimientos. Actualmente desempeña a la perfección algunos trucos.
El “bounce 180 grados” es uno de los primeros que logró. Consiste en brincar sentado, girar y caer en la misma posición. También le sale el “chest bounce”: saltar de pie y caer de pecho sobre la banda. A estos se les puede añadir un “salto mortal” (girar sobre la línea alrededor de su plano medio) y se hará una demostración bastante vistosa.
Lo que lamenta Ruales es la falta de torneos. Considera que las disputas deportivas son la única manera de elevar el nivel y optimizar el rendimiento. Frente a esta inquietud, Pólit anuncia que en 2014 se organizará el primer campeonato de cinta floja.
Fundador
Los primeros indicios de la disciplina datan de 2008. Los exponentes rotaban sus sesiones en los parques La Carolina y Metropolitano. Xavier Vivas, fundador del slackline en Ecuador, relata que la primera vez que vio este estilo de recreación fue en Montreal, Canadá. Una persona cumplía ejercicios de yoga en la cinta.
Él se interesó e indagó por Internet. La atracción creció de tal forma que fundó las comunidades Slackline Vancouver, Slacklining y Slacklife Canadá y Slackline Quito. Eso sin contar con la creación de su propia marca de tira: Absolute Slackline. Debido a su negocio y demás asuntos personales viaja continuamente entre Vancouver y Quito.
Explica que la cinta floja es diferente al funambulismo y a la cuerda floja, pues la primera se hace sobre un cable metálico tenso y la segunda en una cuerda. En el slackline no se recurre a ninguna herramienta de ayuda, como las varas de equilibrio.
Las bandas del slackline son de nylon o poliéster, miden 15 metros de largo y se las ata a través de un sistema de tensado que incluye protectores para los árboles (o pilares) en los que se las envuelve. Cada cinta soporta 3 toneladas de presión y hasta 10.000 libras de peso.
DATOS
A los principiantes se les recomienda aprender a caminar a 50 centímetros de altura y a 7 metros de largo. Conforme se gana destreza, se aumenta altura y longitud.
Desde los 3 metros de altura, el deporte se convierte en “highline” y se lo debe ejecutar con protecciones: casco, arnés y cuerda de seguridad. Hay quienes atraviesan la cinta sobre ríos o quebradas.
El precio de una cinta clásica es de 95 dólares, la elástica cuesta 100. A esto deben añadirse 10 dólares por los protectores de los árboles.
Esta disciplina se ha difundido en otras provincias: Guayas, Manabí, Esmeraldas y Santo Domingo de los Tsáchilas.