El jiu-jitsu no requiere golpes para ser efectivo
Mirar el progreso de sus estudiantes al dominar con más facilidad las diferentes llaves del jiu-jitsu brasileño y la alegría con la que acuden a cada clase son las principales razones por las cuales Daniel Paredes se convirtió en instructor de este arte marcial.
“Haz más presión con las piernas; intenta someterle; no gires tanto”, recomendaba a sus estudiantes el quiteño de 27 años durante una clase vespertina en Alliance Fight Center, en Cumbayá, oriente de la capital.
“Veo que todos al practicar jiu-jitsu se sienten felices de hacerlo. En cada sesión aprenden, igual que yo, que todavía me falta mucho por conocer”, expresó Paredes, quien empezó esta actividad hace seis años, gracias a su hermano, que la practicaba en Estados Unidos y quería continuar en Quito.
El deportista comentó que el jiu-jitsu brasileño es una modificación del japonés original y en lugar de pelear de pie los oponentes están sobre el tatami (lona para practicar artes marciales). Por medio de llaves al cuerpo, piernas, brazos y cuello se busca llegar a la sumisión. “Para ganar un combate, el luchador debe rendirse. El oponente tiene que aplicar una llave de la que no se pueda escapar su rival y este último debe anunciar o golpear tres veces el tatami o la espalda del otro luchador para dar a conocer que se rindió”, detalló Paredes.
Esta práctica se enfoca en la eficiencia, con el fin de que con poca fuerza se perfeccione una técnica y someter al rival. “Empezó como defensa personal y ahora cambió para un ámbito más deportivo. Se aplican palancas o llaves para ganar un combate y que el otro se rinda, también hay estrangulamientos”, explicó.
Se diferencia de otras artes marciales, como el karate, kung fu o taekwondo, en que al tiempo de ser un deporte de contacto, no emplea golpes, es similar a la lucha. “Es ideal para los niños porque mejora su motricidad, su agilidad y genera memoria muscular”, manifestó Paredes, quien es cinta violeta tras seis años de entrenamientos.
Sobre el tatami, Joel Flores se relaja y olvida las tareas del colegio. “Me siento feliz y se me van las malas energías cuando entreno”.
Joel recibe clases de lunes a jueves junto a su hermano Matías. Ambos se interesaron en esta actividad que nació en Japón hace más de 2.000 años. “Me gusta hacer las llaves y aprender todas las técnicas. La que más me gusta es la ‘corbata’ en la que le coges del cuello y jalas para atrás”, dijo Matías.
Daniel Galvis es su compañero y amigo. Él disfruta realizando las llaves ‘mata león’ y la ‘americana’. “Cuando estoy sobre el tatami me siento poderoso”, reconoció el chico, quien sabe que las técnicas no puede emplearlas en el colegio, son solo para defensa personal.
Su hermano David lleva 4 meses en este deporte que se convirtió en su pasatiempo. Para él, la técnica más efectiva para ganar es la ‘chupacabras’: “Se le conoce así porque, al mismo tiempo que asfixias con los brazos, haces presión con las piernas en la parte inferior”.
Los deportistas principiantes comienzan como cinta blanca, continúan con azul, violeta, café y negra. Para avanzar, el profesor evalúa el desempeño de cada estudiante.
En esta academia de artes marciales funcionan dos grupos, el de los más pequeños, entre 5 y 12 años, y los mayores, de 13 en adelante.
En las clases de los niños se complementa el aprendizaje con la diversión. “Realizamos juegos para que no se aburran. Si solo les enseñamos técnica, perderían el interés. Mezclamos la metodología con el juego y al final realizan luchas en parejas sobre el tatami”, indicó el instructor de 27 años.