El gimnasio que mantiene la fama del “buen puñete”
Al llegar al centenario barrio La Tola, uno de los más antiguos de la capital, que fuera bautizado como el de los “buenos puñetes”, apelativo que disputó con el de San Roque, se advierte una clara identificación con la actividad deportiva y en particular, el boxeo.
Quito tiene en el ex púgil Eugenio Espinoza uno de los ciudadanos más representativos del sector, ahora convertido en un habitante más del barrio Chimbacalle.
El “Campeón”, ya retirado de la actividad desde hace buen tiempo, con una historia rica en episodios inolvidables que dieron lustre al sector, era un símbolo de La Tola y en varias ocasiones, luego de ganar una pelea, fue llevado en hombros por sus seguidores desde el coliseo Julio C. Hidalgo, de la calle Olmedo hasta su domicilio.
La gallera y calles como la Valparaíso y la Chile formaban el recorrido de una casi habitual procesión en medio de los aplausos de sus habitantes, que se reunían para celebrar con algunas cervezas las victorias del “Campeón”.
Las broncas entre toleños y moradores de otros barrios como San Sebastián y San Roque se daban algunas veces, pues había “pica” entre ellos. Todo ese entorno hizo de La Tola uno de los barrios más nombrados de antaño y su connotación alcanzó renombre en toda la ciudad.
Ser habitante de este sector era un orgullo que se mantiene hasta la actualidad; no se ha perdido, a pesar del paso del tiempo, aunque ha disminuido un tanto su fama porque muchos de sus nuevos inquilinos, procedentes de otros lares, no han tenido mucho apego por el boxeo, no así por el fútbol, que ha ganado adeptos.
El olor a linimento se percibe conforme FANÁTICO se acerca al gimnasio. En el costado suroriental de la plaza y parque de la calle Martín Peralta se encuentra el escenario de boxeo, de propiedad de Concentración Deportiva de Pichincha, que abrió sus puertas en abril de 1987. Es la “joyita” del barrio, que ha acogido a jóvenes no solo de esta zona sino de otros vecindarios, ciudades y provincias que gustaban del boxeo.
El gimnasio toleño está próximo a cumplir sus bodas de plata, en forma silenciosa. Su construcción fue iniciada y culminada en la administración del ex presidente de CDP, Bruno Frixone Franco y de los ministros de Educación, Camilo (+) e Iván Gallegos Domínguez.
Por encontrarse ubicado en un sitio despejado y alto del centro de la capital, se lo visualiza desde varios puntos del sector de La Marín, y se puede acceder a el por los graderíos y escalinatas que conectan la avenida Pichincha con el parque Manosalvas o por la escalinata que lleva a las instalaciones del parque.
A simple vista el gimnasio luce como un pequeño coliseo, cuya cubierta es de eternit; la pintura exterior no exige una renovación inmediata y coadyuva para tener una aceptable imagen de la presentación y fachada del escenario capitalino.
Luego de descender por una corta escalinata desde el lugar más amplio de la calle Peralta a la cancha de cemento, en donde se juega básquet y otras actividades de distracción, los moradores y visitantes se sienten envueltos por el ambiente deportivo; un poco más arriba existe una cancha de indorfútbol, a la que acuden diariamente niños, jóvenes, padres de familia y hasta los abuelos.
Una pequeña puerta de malla que forma parte del cerramiento exterior permite llegar al portón metálico, la principal entrada. Una vez en su interior, el golpe de vista es agradable y se aprecia un gran movimiento en los casi 200 m2 de superficie del escenario.
Sin embargo, a pocos metros de la puerta lo que se observa es otra realidad: una gama de rústicos implementos para la práctica del levantamiento de pesas, hechos de cemento, revestidos por una lamina de hierro. colocados en una plataforma de madera. Junto a ellos una estructura metálica de fabricación nacional, para llevar a efecto ejercicios de multifuerza.
El entorno transmite la necesidad de una renovación total. Más adelante y en un primer plano se dispone de un ring reglamentario. Sobre él, los púgiles desarrollan los entrenamientos y los topes para ser evaluados por parte de los entrenadores; un espacio contiguo y dos rings de menor superficie permiten el trabajo de acondicionamiento físico-técnico.
En el fondo, en un reducido espacio se ha implementado una estructura con soportes y tubos de metal, de donde cuelgan sacos rellenos de fino aserrín y otros elementos elaborados con llantas, así como varios espejos en las paredes para observar los movimientos, golpes y fintas de los boxeadores.
Es una visión general del gimnasio que recibe diariamente a no menos de cuarenta púgiles aficionados, además de niños y jóvenes, que en sesiones vespertinas, a partir de las 15:00, buscan la fama y la gloria por medio de sus puños.
Dos graderíos que se encuentran junto a los rings y al área de acondicionamiento físico-técnico sirven como improvisados roperos en los cuales los deportistas dejan sus pertenencias y mochilas.
Es gente humilde, de estratos económicos bajos, la que trata de abrirse campo en la vida a través de un deporte que acarrea muchos esfuerzos, como el boxeo, alentando una esperanza de forjar un mejor futuro para sus familias.
Una diversidad de historias se tejen entre las 16 cuerdas. Abel Mina, fiel representante de la raza negra, tiene lo suyo. En su natal Puerto Quito debió afrontar la dureza de la vida; de muy niño acompañó a su madre en sus labores de lavandera, pero también se ganaba algún dinero lustrando zapatos. Era la forma de ayudar a su progenitora.
Su hermano mayor, Ramón, que ya había comenzado a practicar boxeo, en un principio no lo dejó que entrenara, pero él fue su inspiración para dedicarse a este deporte, que le ha dispensando alegrías, según relata el espigado boxeador amateur.
“Mi madre siempre estuvo ahí, apoyándome, así como a mis 10 hermanos; luchando por nosotros para darnos estudios y sacarnos adelante”, recuerda el pichinchano de 19 años , quien tiene ya algún recorrido en el campo amateur.
Desde entonces fue un asiduo a los entrenamientos que dirigía el técnico entrenador Carlos Vásquez, y así, en forma paralela a sus estudios, comenzó a practicar el boxeo.
A los 13 años emigró a la capital y se integró al grupo de niños boxeadores que bajo la guía del entrenador Segundo Chango aprendió algunos secretos. El gimnasio es su segundo hogar, en el que además se ha formado como persona honrada y responsable, según comenta.
Está radicado en la residencial de la Concentración Deportiva de Pichica, en el coliseo Rumiñahui. La entidad provincial, además del hospedaje y alimentación, le otorga una beca para estudios en el Colegio Técnico Ecuador (2do. de bachillerato) y dinero para gastos de movilización.
Pero no solamente los varones concurren al gimnasio, también lo hacen las mujeres. Ana Chuni y Yolanda Vallejo fueron las primeras boxeadoras que en 1998 subieron al tinglado, luego de una etapa de entrenamiento, movidas por el deseo de aprender el boxeo bajo las órdenes de los entrenadores Segundo Chango, Manuel Díaz y Manuel Delgado.
Gladys Lamiña, quiteña, ama de casa, madre de un niño de 10 años, propietaria de un taller de tapicería y carpintería en la parroquia Cumbayá, es otra de las mujeres que asiste a los entrenamientos en horas de la tarde, hasta cerca de las 18:00. Su esposo Santiago es uno de los que la alientan.
Su afición por el boxeo obedece al hecho de que uno de sus primos, René Pillajo, entrenaba en el gimnasio y su prima Mary, que también practicaba esta disciplina, la invitaron para unirse al deporte de las narices chatas. “Me llamó la atención y me gustó mucho el ambiente, entonces me animé a venir”, sostiene.
Es pupila del técnico Segundo Chango, al que considera una muy buena persona, al igual que al profesor “Sombra” Manuel Delgado, quienes la guían y enseñan el arte de la fistiana. “Es un deporte muy apasionante. Sobre el ring lo que se experimenta es adrenalina pura”, afirma la púgil de 30 años.
Se siente capaz de realizar muchas cosas que jamás pensó hacer. En el boxeo encontró respuestas a varias inquietudes y así misma, interiormente, por medio de los duros entrenamientos que la mantienen en forma y con su mejor estado de ánimo.
No considera a este deporte como violento, porque es un arte y todo lo que aprende lo pone en práctica. “Dar y recibir golpes depende de la preparación, por eso es importante poner mucha atención”, dice.
Confiesa que en uno de los entrenamientos con guantes ante un sparring recibió una serie de golpes, pero no se desanimó, por el contrario y a pesar de haber perdido, la experiencia la hizo tomar conciencia de que debía aprender mucho más.
Los moradores del sector consideran que ha sido positivo el funcionamiento del gimnasio, debido a que los muchachos están concentrados en la práctica de este deporte y se alejan de los vicios y las drogas; eso tiene mucho valor.
Carlos Pástor habita en el barrio desde hace 43 años. Él dice que “es positivo que siga vigente, porque es un lugar en donde la gente viene a prepararse, a hacer deporte; nosotros estamos muy contentos de que haya este gimnasio”.
No hay ninguna discriminación para los boxeadores de raza negra. Ellos concurren en buen número, ya que son personas que desean tener un futuro por medio de esta disciplina deportiva, sostiene.