En la década del 60 estuvo entre los mejores del mundo (VIDEO)
El ‘Esgrimista’ quiere un gimnasio para renacer
Sentado detrás del escritorio de su oficina, en el consultorio jurídico que lleva su nombre, espera Daniel Guanín, uno de los cuatro mejores exponentes del boxeo ecuatoriano. El tabique desviado, consecuencia de su primera pelea sobre un cuadrilátero, es para él una especie de sello de identidad.
Aquella huella de su carrera deportiva lo acompaña desde hace 67 años. Cuando tenía 9 el entrenador Segundo Morejón aceptó evaluarlo en el Gimnasio Argentina, que en aquella época se ubicaba junto a la antigua cárcel de la calle Ambato, en el Centro Histórico de Quito. Cada vez que recuerda ese día es como si los puñetazos le volvieran a doler.
“A cualquiera que deseaba entrar a la carrera le hacían probarse con el mejor del gimnasio en su división. Como yo era niño me pusieron al frente a Mario Murgueytio, campeón de la categoría papel. Me dio una paliza”, admite ‘El Esgrimista’.
Pero como los ‘guambras’ eran ‘picados’, pese al dolor, Daniel esperó a Murgueytio a la salida. Lo desafió, se desquitó y quedó contento. Así funcionaba la ‘ley de la vida’: “cualquier cuenta pendiente se ajustaba de la misma manera”.
Mirarse al espejo, en lugar de provocarle indignación, lo motivaba, quería seguir en el boxeo. Sin embargo, una vocecita, esa que algunos llaman conciencia, lo condicionó: “Seguirás, pero nadie más volverá a pegarte de esa manera. ¡Júratelo!”.
Una leve sonrisa escapa de Guanín. “¡Qué tiempos aquellos!”. El calor mañanero de Quito le hace aflojarse la corbata. Abre un cajón del escritorio y saca un texto anillado. “Este es mi currículum” -muestra con orgullo-, 118 páginas con copias de documentos de identidad, fotos, certificados y recortes de periódicos encierran la trayectoria de ‘El Esgrimista’, apodo con el que lo bautizó el fallecido periodista Carlos Efraín Machado.
La charla es amena, pero se interrumpe cada vez que una persona ingresa a dejar algún escrito. La actualidad de Guanín es esa: tramitar los documentos que le llevan los clientes de su socio, el abogado Milton Salazar Granizo.
La carrera
En la hoja de vida de Daniel consta como última pelea la que sostuvo en 1978 contra Luis Zapata Mora, en Santo Domingo de los Tsáchilas. Pese a ser solo de exhibición, aquel combate le obligó a colgar los guantes. Tras los análisis de rigor, los médicos le detectaron taquicardia.
Guanín podía entrenar, pero se le prohibió pelear. La mejor solución hubiese sido una cirugía, lástima que en el país todavía no se realizaban operaciones a corazón abierto. Y aunque en sus planes no estaba retirarse, tuvo que hacerlo. Lo que más le preocupó fue abandonar la actividad con problemas económicos de por medio.
“Mi corazón era más grande de lo normal, me explicaron que se debía a mi intensa actividad física. Claro, entrenaba sin una guía adecuada. Por ejemplo, Cassius Clay corría 7 km diarios para aguantar 12 rounds; yo, para 10 asaltos, debía correr menos, pero hacía más”, detalla.
La pelea contra Zapata interrumpió una gran trayectoria, cuyo mejor momento se dio entre 1966 y 1967, cuando figuró entre los 10 mejores del escalafón mundial en la categoría wélter júnior (140 libras) y constó en la nómina de posibles retadores al cinturón que ostentó el italiano Sandro Lopopolo, del 29 de abril de 1966 hasta el 30 de abril de 1967. Y el estadounidense Takeshi Fuji, desde el 30 de abril de 1967 hasta el 12 de diciembre de 1968.
Aunque no llegó a disputar un combate por el título, se dio el gusto de enfrentar a los entonces excampeones mundiales Ismael Laguna (Panamá), el 3 de diciembre de 1966, y Carlos ‘Morocho’ Hernández (Venezuela), el 10 de junio de 1967. Perdió, pero le consuela saber que libró duras batallas.
Entre sus victorias cuentan las que consiguió ante los panameños Rocky Belgrave, Leo Campbell y Humberto Trottman, y frente a los colombianos Elías Lian y Rodrigo ‘Rocky’ Valdez. Un gran duelo local era el que protagonizaba con Eugenio el ‘Campeón’ Espinoza. Estelarizaban apasionantes confrontaciones. El coliseo Julio César Hidalgo se llenaba al punto de forzar que se cierren las puertas antes de iniciar las programaciones. Más de una vez los aficionados que quedaban fuera rompieron las cerraduras para ingresar a ver al ídolo de La Tola contra el ídolo de San Roque.
Bruno Stornaiolo, corresponsal en Ecuador de la revista norteamericana The Ring, el medio impreso de pugilismo más influyente en aquel entonces, narra que, a diferencia de Eugenio el ‘Campeón’ Espinoza y Jaime ‘Chico de Oro’ Valladares, quienes buscaban noquear a sus oponentes, Guanín era muy técnico. Sabía eludir, coordinaba bien los movimientos de cintura y contragolpeaba. “Lo malo es que carecía de pegada, sus golpes no eran contundentes”, describe.
Cierto o no, el estilo de Daniel enloqueció a casi todos sus adversarios. Valladares nunca aceptó rivalizar contra él. La estrategia del ‘Esgrimista’ era esquivar o retroceder para después asestar un puñetazo. Aprovechar el impulso de sus antagonistas era fundamental. “Don Eduardo Flores, quien había sido cadete en Estados Unidos, me enseñó a bloquear, esquivar y pegar. Me aconsejaba que no cierre los ojos, pues la mayoría de personas lo hacen cuando van a recibir un trompón. Yo peleaba con los ojos abiertos, eso es indispensable para recibir el menor castigo posible”, relata, al tiempo que hace ‘sombra’ con sus brazos.
Guanín aprendió esa táctica en su etapa amateur, gracias a ella fue el mejor a nivel barrial, cantonal, provincial y nacional. El primer combate profesional fue en Lima, el 2 de febrero de 1960, con el peruano Loreto Castillo. Perdió por puntos, sin embargo fue el paso que había soñado: vivir del boxeo.
Barcelona, ‘JJ’ y la fama
Escuchar a Julio Jaramillo no es raro, pero haberlo visto en vivo es un privilegio de pocos. Al añorar esa experiencia, el ‘Esgrimista’ mezcla sentimientos. Traga saliva y en segundos sonríe abiertamente.
Se relacionó con ‘JJ’ mientras residió en Guayaquil, desde 1955 hasta 1957, cuando decidió cambiar de aires. El gimnasio de Barcelona Sporting Club le dio la oportunidad de desarrollar sus capacidades. La experiencia de Guanín no tardó en conducirlo a la selección de Guayas, con la que también consiguió el título ecuatoriano.
Su don de gentes hizo que gozara de la amistad de hinchas de Barcelona, quienes lo llevaban a recorrer la ciudad. Entre esas salidas conoció a Julio Jaramillo y pronto se hicieron amigos. “Con Julio nos emborrachábamos. Era un hombre muy generoso, nunca permitió que yo pagara. A los mendigos, a la gente pobre, les daba de comer. Pero no faltaban quienes abusaban de su buena voluntad”, cuenta.
Las remembranzas de las locuras bohemias lo transportan a la década del 60, cuando su carrera profesional cobró brillo. Las mujeres, los halagos y todo tipo de placeres estaban a su alcance.
“¿Quién diría? Con esta pinta atraía, incluso, a las modelos de los países a donde iba. ¿Para qué operarme la nariz?”, sostiene en medio de un gesto pícaro que termina en carcajada. Mientras pudo, Guanín se permitió la buena vida. A su esposa e hijos los invitaba a comer al hotel Quito y a otros restaurantes caros. También les compraba ropa y juguetes finos. No hubo alguien que le aconsejara ahorrar o invertir. “Uno se acostumbra a vivir como rico, no piensa en el futuro”.
Momentos difíciles
Doña Rosario Palacios (75 años) todavía recuerda a Daniel meciendo a sus hijas Julia y Piedad, quienes murieron a los pocos meses de nacidas. Cada una en su momento se constituyó en la alegría del hogar, pero penosamente perecieron. Las razones prefiere no mencionarlas.
Pequeña y sencilla, ‘Mamá Charito’, como le llaman sus nietos y bisnietos, se caracteriza por ser hospitalaria con las visitas. Su casa, ubicada en Solanda, en el sur de Quito, es el punto de encuentro de la familia. De hecho, sus hijos y nietos la acompañan durante la visita de EL TELÉGRAFO.
Tras escudriñar en su memoria, recuerda otro momento complicado: el retiro de Daniel del boxeo en 1978, sobre todo, porque no contaban con recursos para la operación de corazón del exdeportista.
El ‘Esgrimista’ interrumpe y sus ojos se visten con los destellos de la melancolía: “Dirigentes, de quienes no doy los nombres, me dijeron que cuando necesite recursos venda las medallas de oro que había ganado. En esa urgencia le dije a mi hijo Marco que coja las 8 medallas más grandes y las lleve al joyero, quien le manifestó que no eran de oro y que costaban menos de 10 sucres. Me decepcioné tanto”.
No obstante, el Estado ecuatoriano ayudó a Guanín. Costeó el viaje de él y su esposa a Sao Paulo para que se someta a un tratamiento. No se le hizo cirugía. A esos acontecimientos tristes se suman la muerte de Enrique, hermano menor de Daniel -hace siete meses- a causa de un cáncer en el pómulo derecho; la pérdida de su madre en 1963 y la de su padre hace tres años.
El maestro
“¿Acordarme del ‘profe’ Guanín? ¡Pero por supuesto! ¡Cómo olvidar sus clases!”, expresa el coronel Byron Bravo (51 años), exalumno del ‘Esgrimista’ en la Escuela Superior Militar Eloy Alfaro (Esmil), uno de los lugares donde el excampeón nacional instruyó en boxeo.
Bravo, quien ahora se desempeña como rector del Colegio Militar Eloy Alfaro (Comil), aseguró que la lección más importante de Daniel no fueron los golpes, sino el equilibrio, esa cualidad que conlleva a controlar la ira y aplicar las técnicas solo como defensa personal.
Guanín decidió visitarlo una semana después de nuestra primera plática en su oficina. Cuando se saludan lo hacen con un abrazo entrañable. Lo mismo ocurre con el teniente coronel Xavier Cepeda (46 años), vicerrector del Comil, alumno de Daniel en los años colegiales.
Bravo y Cepeda coinciden en que las dotes de adiestrador del ‘Esgrimista’ acentuó en ellos el respeto a los demás y la búsqueda de la excelencia. El reencuentro los impulsó a reabrir el gimnasio de boxeo. Los golpes sacaron el polvo a los cuchimbolos, peras y manoplas, guardadas desde que el Comil suprimió de su pénsum al pugilato, hace varios años.
Cepeda se calzó los guantes y revivió el 1-2 con su exmaestro. “Abajo, arriba, bloquea, esquiva”, repetía un animado Daniel Guanín, quien parece rejuvenecer a través de la cátedra. El instante lo traslada al gimnasio de la academia Argentina que encontró destruido en 1978, al regresar de Brasil: “Hasta el piso se robaron los ladrones. Solo pido al Gobierno o a Concentración Deportiva de Pichincha un gimnasio. Sé que aún puedo preparar a la juventud”.
Datos
Daniel Guanínnació en Cuenca el 26 de febrero de 1937, pero creció en el barrio San Roque de Quito desde los tres años.
Su padre fue José Antonio Guanín Chilla, oriundo de la parroquia Toacaso (Latacunga). Y su madre María Dolores Alomoto, nacida en Quito.
Don Antonio era militar y combatió en la guerra de 1941 y en la Guerra del Socavón (Ambato) en 1947, entre tropas ecuatorianas. Llegó a sargento. Daniel nació cuando su padre trabajaba en Cuenca.
Daniel es el segundo de cuatro hermanos, su hermana mayor era Mercedes (+). Los menores son Enrique (+) y Luis.
Enrique Guanín obtuvo el campeonato latinoamericano amateur en 1969, peso pluma (125,66 libras). Marco Guanín, hijo de Daniel, alzó el título nacional amateur del peso gallo (119,05 libras), en 1983.
Daniel Guanín dio clases también en la Escuela de la Policía y en la Escuela de Paracaidistas del Ejército. Pese a contar solo con instrucción primaria (escuela Vicente Rocafuerte) fue un instructor valorado. Además, laboró en la Intendencia de Pichincha y en el camal.
Los hijos de Daniel Guanín y Rosario Palacios son Martha, René, Marco, Byron, Fanny, Édison, Elizabeth, Malena y Geovanny. Édison y Geovanny residen en Madrid; Malena vive en Londres. También tienen 38 nietos y 18 bisnietos.
Daniel Guanín se desvinculó de Guayas luego de que Concentración Deportiva de Pichincha lo reclamó como su exponente.