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El atleta que silenció a Hitler

El atleta que silenció a Hitler
26 de agosto de 2012 - 00:00

De un físico formidable, el estadounidense Jesse Cleveland Owens nació en Oakville, el 12 de septiembre de 1913, y falleció en Tucson, el 31 de marzo de 1980, a causa de un cáncer de pulmón, ya que fumaba una cajetilla diariamente, por 35 años.

Vivió en un hogar humilde, tanto así que le tocó trabajar en una tienda de abarrotes, luego en un taller de zapatería  y, posteriormente, mientras manejaba camiones, estudiaba en la escuela pública de Cleveland.

Su incursión en el atletismo se dio de manera casual. Un día hicieron pruebas de 60 yardas a algunos estudiantes, fue ahí cuando el entrenador Chris Riley lo observó y le propuso que integrara la selección.

Owens a los 15 años  ya había batido todos los récords colegiales en 90 yardas, salto  largo y salto  alto. Por sus logros, varias universidades buscaron darle estudios superiores y quisieron bautizarlo como la “Perla Negra”. Él escogió finalmente la Universidad Estatal de Ohio, porque los directivos, además de becarlo, le dieron trabajo a su padre (Henry).

Medía 1 metro 82 centímetros, pesaba 72 kg, poseía un armonioso físico que lo perfilaba como favorito en los Juegos Olímpicos de Berlín en 1936. Sus actuaciones hicieron vibrar al público alemán que estuvo en el estadio Olímpico, a tal punto de hacer borrar el gesto triunfador en el rostro del canciller Adolf Hitler, quien aprovechó el certamen para mostrarle al mundo una renaciente Alemania con tendencia nazi.

El político germano tenía la esperanza de que los atletas teutones dominen y demuestren la superioridad de la raza aria sobre la africana. Sin embargo, Owens sorprendió tras obtener cuatro medallas de oro: 100 y 200 metros lisos, salto de longitud y en los relevos 4x100.

La tensión se dio en el momento de la premiación del estadounidense, situación que le generaría a Hitler cierta incomodidad. Previamente, se había hablado mucho de que el Führer (término alemán utilizado para los líderes) pretendía hacer una ceremonia de manera exclusiva.

Por la presión de los organizadores, el político prefirió mantener un perfil bajo. “Cuando pasé (frente a la tribuna), el canciller se levantó, me saludó (de lejos) con la mano y yo le devolví la señal. Pienso que los reporteros tuvieron mal gusto al criticar al hombre del momento en Alemania”, señaló Owens.

Fue considerado figura pública en Alemania. A la vuelta a su país, el atleta no tuvo mayores preferencias. La discriminación era fuerte en esa época en Estados Unidos.

“Cuando volví a mi país natal, después de todas las historias sobre Hitler, no pude viajar en la parte delantera de un autobús, siempre era relegado. No fui invitado a estrechar la mano del presidente de los Estados Unidos (Franklin Roosevelt) pese a que era un campeón olímpico. No me invitaron a la Casa Blanca”, escribió Owens en su autobiografía.

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