Cuando el poder femenino se toma el estadio
Corría el 14 de junio de 2008, la cancha del estadio George Capwell lucía vacía, pero expectante de un cotejo importante. Estaba allí con su gramado verde iluminado por un sol guayaquileño que lo hacía parecer una alfombra con ligeros destellos dorados. Pero contrario a lo que sucede previo a un encuentro de Campeonato Nacional, en el camerino no se encontraban los 11 futbolistas “eléctricos”, sino una sola “jugadora” de corazón azul, dispuesta a disputar el “partido de su vida”: María Luisa Carrión.
Su atuendo no era “eléctrico”, ese lo llevaba en el interior, ella lucía su traje de novia. Esta periodista de profesión aquel día cristalizó una ilusión que tuvo desde pequeña: realizar su sesión de fotos, previo a su ceremonia de matrimonio, en el estadio del equipo del que es hincha confesa: Emelec.
“Como soy periodista, sé algo de fotografía y entonces me dije: Bueno, qué bacán que es el Capwell; debo hacer algo aquí. Yo siempre iba al sector de la Pío Montúfar y observaba cómo el sol se ocultaba detrás de la barra. Se ve el resplandor a través de las hendiduras y eso me parece increíble. Entonces pensé que sería chévere hacer unas gráficas aquí. Inmediatamente llamé a un pana, Juan Antonio Serrano, para que me las hiciera”.
“Malú”, como la conocen sus amigos, le pidió permiso a Carlos Rabascall, que en ese tiempo era director ejecutivo del club, para cumplir con su anhelo y no se lo negó.
“Fue chistoso porque el camerino que me dieron para cambiarme fue el de los árbitros, el más turro. Hubiese sido chévere que me dieran el de Emelec. Yo era bien pelada cuando me casé, no es que teníamos billete para gastar hartísmo como lo hacen las novias para sus vainas. La sesión de fotografía fue gratis, mis amigas (Karlita Pesantes, Ana María Arellano y María José Paulos) me maquillaron...”.
La tradición dice que una novia debe llevar cuatro cosas cuando se casa: algo nuevo, algo viejo, algo prestado y algo azul. El día de la sesión, María Luisa encontró la última. “Al Capwell fuimos un sábado, justo una semana antes de casarme, recuerdo que hasta se me manchó un poco el vestido porque me apoyé donde estaban los murales, debajo de la avenida Quito. Había uno que estaba recién pintado, yo me apoyé y me maché de pintura azul, pero no me importó porque era un pedacito que casi no se notaba, entonces me dije: Qué chévere, ya tengo algo azul”, y suelta una carcajada.
El Capwel es único para “Malú”, no solo porque allí ha vivido los mejores y peores momentos apoyando al “Ballet”, sino también por que allí nació el amor.
“Para mí es un lugar súper especial, porque ahí me empecé a enamorar de mi esposo (Camilo Pareja), pues comenzamos a ir juntos al estadio sin ser novios. Él es emelecista porque yo lo convertí; así como aceptó a Jesucristo, aceptó a Emelec (ríe). Actualmente voy al estadio con amigas, porque como él es fotógrafo, se mete a la cancha a tomar gráficas de los encuentros. No me hizo la sesión porque es de mala suerte ver a la novia antes de la boda”...
Al preguntársele qué sintió al pisar el gramado de la “Caldera”, contestó: “Era lo que yo deseaba, porque hacer una boda en un estadio ha de ser jodidísimo y caro, pero yo estoy feliz con lo que hice, como que se cerró el círculo. Es más, cuando hablan de cambiar al estadio de sitio, yo como que digo ¡nooo!, está en un lugar tradicional, cerca del barrio del Astillero, no deberían moverlo nunca, más bien tendrían que nombrarlo patrimonio de la ciudad”.
“Malú” se decantó por Emelec desde muy “peladita”, pese a que su madre, Silvia Márquez, y su hermano, Carlos Alberto, son hinchas “canarios”. “En una época vivimos en Quito y mi mamá nos llevaba al estadio a ver a Barcelona; recuerdo que nunca hubo ‘feeling’, jamás me gustó ese equipo, siempre lo rechacé”. Su padre, Gonzalo Carrión, fue quien influyó en ella para que se convirtiera en “millonaria”.
“Antes en Emelec había que boxear para poder entrar al club, entonces el man (su papá) sabe lo importante que es ser emelecista, lo especial. Siempre me gustaron esas historias que él me contaba, además él fue nadador del club”.
Pero otra de las razones por las cuales María Luisa eligió a Emelec por sobre Barcelona, fue por los jugadores que estaban en el plantel cuando ella tenía doce años. “Recuerdo la época del “Cuqui” Juárez y de (Jaime Iván) Kaviedes, ahí me enamoré de los dos (suspira), me encantaban”, confiesa.
Dice no ser de esas hinchas noveleras que van al Capwell cuando el equipo solo anda bien. “Yo empecé a ir al estadio cuando Emelec estaba jugando asqueroso en el 2005, que trajeron a ese (Darío) Forestello, a esos tipos malísimos y el equipo actuaba en el Modelo, porque estaban ampliando la general de la Av. Quito. Ahí me di cuenta de que lo que yo sentía era amor real”.
Acude al estadio no solo a los cotejos “importantes”, sino a todos. “Voy mucho a los partidos de bajo perfil, los que son contra Macará..., esos turritos, no es por menospreciar a aquellos equipos, sino que a ellos no acude mucha gente. He ido a encuentros en verano, cuando corre una brisa que hasta da frío porque el Capwell está vacío, algo que no se siente cuando está lleno”.
Los goles que más gritó dice que se remontan al 2006. “Fue un 3-0 en el Monumental con Mondaini y Escalada, y otro ese mismo año, cuando Cevallitos, el ministro, “ahorcó” a Mondaini y le sacaron tarjeta”. Y el que considera más emotivo fue el último por Libertadores que Emelec jugó con Flamengo. “Fue super bacán porque ya he estado en las dos finales que hemos perdido en el Capwell, entonces ya estaba curtida de que cuando el equipo más te hace ilusionar ¡pas! pierde, pero ganó. Qué Ronaldinho ni qué nada”.
Su pronóstico para el Clásico de hoy (19:30) en el Monumental es de 2-1 a favor del “Ballet”. “Ahí seguiré haciendo como cuando era chica: Llamar a mi ‘ñaño’, para gritarle el gol. Se llama Carlos Alberto, como el ‘Cuqui’, pero es barcelonista, es una vergüenza para la familia (vuelve a reír)... Espero que anote Mondaini para que se saque la pica”.