Con tres semanas de trabajo físico y poco tiempo de fútbol, los argentinos Claudio Bieler y Lucas Acosta consideran que ya  adaptados al grupo “azucena”. Para el primero la situación fue más sencilla, porque ya conocía a la   mayoría del plantel, en el que  actuó  entre 2008 y 2009. Hoy tendrá la posibilidad de ser titular ante Yaracuyanos en Barquisimeto desde las 19:15 por la Copa Sudamericana.

“Estoy bastante bien en todo sentido. Ahora solo tengo que esperar la decisión del técnico para entrar con todas las ganas a defender la historia de Liga, que es muy rica por sus conquistas”, apuntó Bieler de 27 años, quien fuera el goleador de este torneo en 2009 con 8 anotaciones.

Esa distinción lo impulsa a mejorar cada día, por eso después de cada jornada, el “Taca” permanece al menos 10 minutos más en el gramado para afinar su puntería. Los tiros libres son sus predilectos. “No voy a obsesionarme con anotar, pero si se presenta la oportunidad claro que lo haré, porque para eso me trajeron a Liga, mas no tengo presión”.

El “Taca” regresó a filas “albas” el 21 de julio de este año y lo hizo como ecuatoriano. Adquirió la doble nacionalidad por mantener una relación sentimental desde hace tres años con la ecuatoriana Connie Del Hierro.

Eso además le permitirá, si así lo decide el entrenador colombiano Reinaldo Rueda, ser llamado a la selección nacional. Sin embargo, para el atacante la prioridad al momento la tienen los “azucenas”. “En esta etapa solo voy a concentrarme en mi equipo. Después veremos si me convocan. Sería un honor”.

Su coterráneo, Lucas, solo tenía referencia del defensa esmeraldeño Jorge Guagua con quien compartió minutos en el Colón de Santa Fe en 2006. “En el  poco tiempo que estoy en  el grupo los chicos me han recibido de forma bárbara. Me han hecho sentir muy bien. Además, tienen una afición que siempre está pendiente”, refirió el volante de 23 años, que en la última jornada del torneo local ya debutó y lo hizo con una anotación.

Ese mismo camino ansía recorrer hoy en su primer torneo internacional (anhela saltar, pues arranca desde la banca). Desea convertirse en un nuevo referente de gol para su plantel, con el que tiene un contrato de un año con opción de compra. “No había tenido antes la posibilidad de jugar en la Sudamericana y ahora espero poder hacerlo y de muy buena forma. Ojalá sea con un gol que me ayudará a tener más confianza”.

Acosta es de los más conversones en el complejo de Pomasqui. No tiene problema en atender cada una de las entrevistas que le solicitan, aunque las preguntas sean reiterativas. Lo hace siempre con caballerosidad, cortesía y sin apuro.

Es sencillo y expresivo. Se impresionó desde un inicio  con la cantidad de  aficionados, que después de cada práctica lo esperan en busca de un autógrafo o una foto. Con una sonrisa acepta toda solicitud. Es de los últimos en ingresar al vestuario.  

Es la primera ocasión que Acosta abandona su país. De momento vive solo en un departamento en el sector   Iñaquito (norte de Quito). Por eso aguarda  desesperado que su madre, Gabriela Díaz, llegue para apoyarlo.  “Sobre todo con la ropa, porque soy un poquito desordenado. Y claro también estará para complacerme con platos de mi país”. Llegaría la próxima semana.

Sus ojos verdes se iluminan cuando habla de sus aspiraciones en territorio ecuatoriano, del que aún le falta mucho por conocer. Apenas ha tenido tiempo para visitar el centro histórico. Con la gastronomía nacional no tiene problemas. Disfruta de todos los alimentos que consume, aunque aún no sabe los nombres.

Como buen argentino los asados y, sobre todo, el bife son sus debilidades. Cada que puede visita locales especializados. “Por suerte aquí he podido encontrar todo lo que me gustaba en mi país. Eso hace que la melancolía  sea menor”.

Lucas es  de aquellos jugadores     que les atraen los tatuajes. Tiene dos en su cuerpo. Uno con diseños de figuras geométricas a modo de brazalete, rodeando   su muñeca derecha, y el otro lo lleva   en su espalda y son las iniciales de los miembros de su familia.