Después del festejo, queda a la vista un nuevo desafío: sostener el nivel que materializó el éxito. Luego de pasar catorce temporadas sin levantar un trofeo, Barcelona logró en 2012 dar la vuelta olímpica en el legendario Monumental, ante el mayor número de seguidores del año (70.000 hinchas, registrados en las estadísticas de la FEF).  

Pero, ¿cuáles fueron los factores que trascendieron para cumplir con el propósito de ganar la copa? La lógica podría apuntar un balance entre lo que produjo el equipo guayaquileño a lo largo del torneo y lo que hicieron los otros cuadros, pero más importante es considerar lo que Barcelona corrigió en 2012, en relación con años anteriores.

Esta temporada el “Ídolo del Astillero” contó desde el comienzo con una dirigencia joven -entiéndase de ideas frescas- y prudente, que se abstuvo de participar en el circo mediático que ha envuelto al club, en muchas ocasiones, durante los últimos años. A esto se suma la consolidación de líderes visibles dentro de la cancha: Banguera, Campos y Erazo (la tríada defensiva de la selección nacional), Oyola (el pistón del medio campo), la explosividad y talento de Díaz y Arroyo, y el imprescindible aporte goleador de Narciso Mina, quien cumplió con los 30 goles prometidos y se agenció un contrato con el América de México (de allí que, en cuanto al desafío de “sostener el nivel que materializó el éxito”, el remplazo de este jugador signifique una de las decisiones más delicadas de la actual Comisión de Fútbol).     

Damián Díaz, actuando como un diez clásico, fue la figura que hace muchos años no tenía Barcelona. Pero el factor que logró articular todas las piezas del proyecto futbolístico fue el entrenador argentino Gustavo Costas, un gran lector táctico de los partidos acostumbrado a salir campeón (como ya lo demostró en Paraguay con Cerro Porteño y Perú con Alianza Lima), además de mostrarse como un gran motivador, que “sostuvo” el camerino ante la ansiedad de la hinchada y la presión de la prensa, y supo cosechar lo sembrado por Zubeldía, su antecesor.