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Anderson, muy cómodo bajo presión

Anderson, muy cómodo bajo presión
01 de mayo de 2012 - 00:00

El piso parece vibrar cada vez que las pesas caen y un sonido poco armónico estremece a quienes visitan por primera vez el gimnasio de Concentración Deportiva de Pichincha (CDP).  En ese mundo transcurre  el día de una de las nacientes promesas de la halterofilia ecuatoriana: el carchense Anderson Calero.

Entre el polvo de magnesio -que da a las manos un color blanquecino y sirve para otorgarles a los atletas más firmeza cuando  apretan las barras-  y los círculos de colores: amarillos, rojos, celestes y verdes, según el peso a levantar, Anderson  cumple su rutina.   

Las gotas de sudor en su frente y pecho evidencian el cansancio de casi tres horas de entrenamiento. Aún sin probar un sorbo de agua para calmar el agotamiento decide atender a FANÁTICO.

Sentado en la grada inferior del  pequeño gimnasio, confiesa que sus inicios deportivos no fueron en esta disciplina. 
A los 14 años  llegó desde la capital del Carchi, Tulcán, e ingresó a la escuela de fútbol de El Nacional, en Tumbaco. 
No lo hizo por afición, sino por cumplir con un requisito médico de hacer actividad para combatir el sobrepeso que en esos instantes le aquejaba.

“Mi papá (Basilio Calero) fue quien me obligó a entrar en el mundo del fútbol, pero realmente nunca lo hice con agrado, no me gustaba para nada y por eso  me molestaba entrenar. Por fortuna salí y descubrí mi verdadera vocación”.

De casualidad llegó al gimnasio de la Concentración en La Vicentina (centronorte), para actuar en unos juegos cantonales y ahí encontró su verdadera pasión.

Por eso no importa si son cinco o seis las horas que debe pasar entre las cuatro paredes de cemento y un zinc traslúcido.

Llega muy temprano a la práctica. Un calentador negro  y su mochila lo acompañan para cada jornada que transcurre entre ajustar las vendas, apretar el cinturón y untarse las manos con magnesio.

“Amo lo que hago y deseo llegar muy lejos en esta carrera. Espero inscribir mi nombre en los Juegos Olímpicos que se desarrollarán en Río de Janeiro en el 2016. Debo cumplir ciertos pasos para lograrlo, ya que por mi edad (19) no estaré en  Londres, en julio de este año”.

El deportista  consiguió hace 15 días tres medallas de oro en el campeonato Panamericano Juvenil desarrollado en Medellín (Colombia).

Fueron las primeras doradas en su corta carrera, en la que pronto (6 meses) cumplirá cuatro años de intenso trajín. Los galardones llegaron en las tres modalidades de la halterofilia: arranque, envión y total.  En la primera alzó 150kg, en la segunda 180kg para contabilizar  330kg, el mayor peso logrado por él.

“Me siento muy feliz por todo lo hecho hasta el momento, pero sé que puedo dar mucho más”.

En el 2010 alcanzó el primer galardón de plata en los Panamericanos Juveniles efectuados en Quito. Desde un inicio intervino en la  categoría de +105kg.

Sus logros deportivos le han servido para acceder a la beca económica que entrega la CDP.  Por el momento son 200 dólares los que recibe mensualmente y entrega a su  familia, con la cual es muy colaborador; no tiene problema en lavar los platos o arreglar su cuarto, aunque su complicación mayor está en la cocina, donde es “flojo”.

Su madre Martha Torres es la encargada de llevar su dieta y consentirlo con el arroz relleno, su debilidad gastronómica.

Las frutas, verduras y lácteos no pueden faltar en esa  dieta diaria. Junto al deporte está su inclinación por la mecánica automotriz, quiere ser ingeniero en esta especialidad y al momento prepara todos los documentos para iniciar la carrera universitaria.

La CDP financiará sus estudios por la destacada actuación que cumple en la halterofilia. “Mi afición me ha permitido incluso asegurarme mi formación superior”.

Gracias al asesoramiento de su colega y compañera Martha Malla pudo superar con ejercicios específicos las dolencias que le aquejaban en sus rodillas, hasta pudo regenerar el pedazo de menisco que le faltaba.
“Me dolían mucho y con frecuencia, pero por fortuna ya todo pasó”.

Su mayor potencia está en el arranque. Debido a esto dice que cuando esa modalidad le sale perfecta tiene más seguridad en los siguientes intentos.

Hace tres semanas, en Cuba, no tuvo suerte para cumplir una destacada actuación en el torneo internacional “Manuel Suárez”.

“Lamentablemente, ahí me fui en blanco (tuvo un mal arranque) y no logré ni clasificar a la siguiente fase. Esas son las cosas que te dan coraje y que hasta te hacen llorar, pues  te preparas tanto tiempo para perderlo en menos de un minuto”.

Por eso, hoy intensifica sus jornadas bajo la dirección del DT cubano Humberto Morejón. Anhela llegar en perfectas condiciones a su primer mundial, que se cumplirá en dos meses en Guatemala. “Sé que representar al país es un orgullo que no todos tienen...”.

Ir desde su domicilio en Chillogallo, al sur de Quito, hasta el gimnasio de La Vicentina, le toma una hora. Por eso se levanta a las 08:00 y en 30 minutos se sirve el desayuno.

Con suficiente energía va al entrenamiento. Es uno de los primeros en llegar y de los últimos en salir.   En el comedor de la CDP almuerza y después empieza su jornada vespertina, que la concluye a las 19:00, cuando retorna a casa para compartir las enseñanzas recibidas.

“Tengo el apoyo de mi familia y eso es lo más importante. Estoy convencido de que todo este   esfuerzo vale la pena ”, dice Anderson, en un “arranque” de confianza en sí mismo.

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