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A puro pedal entre las bellezas de la naturaleza

A puro pedal entre las bellezas de la naturaleza
09 de junio de 2011 - 00:00

Las ruedas de las bicicletas giran sin cesar entre la naturaleza y el aire que parece puro, en lo más alto del parque Metropolitano, ubicado al nororiente de Quito.

El ruido de las hojas secas, que son trituradas en el veloz paso de los ciclistas, permite a los espectadores percatarse del recorrido de quienes  exhiben su dominio del pedal, en la III Válida Provincial de montaña.  

Una camiseta exclusiva de esta disciplina (maillot), ceñida al dorso, dibuja la anatomía del competidor, y sobre todo  le permite portar  más hidratante, pues tiene  bolsillos extras que sirven de compartimientos muy útiles. 

Refugiarse entre los enormes árboles, que con su sombra tratan de contrarrestar los potentes rayos solares, que a las 10:00 pegan con fuerza en toda la capital ecuatoriana, permite sentir frescura para cumplir los 4.200 metros de extensión de la pista Disneylandia.

La alerta de inicio de la prueba, cumplida  el último domingo, la da un pito negro y muy ruidoso.  Comienza la aventura por tierra, piedras, palos y puentes. De entrada, y con las fuerzas intactas se cumple un ascenso extenso, nada complicado para los ciclistas que conocen a la perfección el circuito donde a diario entrenan.

Los élite y juveniles  ocupan las primeras ubicaciones. Del pelotón en el que partieron ya se separan, y el descenso se hace rápido, pese a que todos por precaución disminuyen la velocidad para evitar accidentes.

Los taludes (inclinaciones de terreno) a lo largo del recorrido ponen la nota de suspenso por la exigencia que demandan. Los más llamativos son los dos de Cangahua y la denominada “pared” (por lo empinado de su formación). Este es el sitio más emblemático, que pone a prueba las destrezas de los ciclistas.

Quienes sortean este tramo ya son considerados unos expertos, pero para los novatos, que aún no deciden arriesgarse en extremo, por la posibilidad de terminar accidentados, existe un camino paralelo con menos dificultad.
Se trata de la denominada  “Chicken way” o “vía de pollitos”, que se presenta en 3 oportunidades más a lo largo de los 4 kilómetros de recorrido.

Una vez solventado este episodio, en conjugación armónica con el verdor natural, el diseño pistero permite observar el paso de competidores  sobre y debajo del puente en simultáneo.

Se trata del descenso hacia el sector de la quebrada. Por el clima soleado, los charcos lodosos de días atrás que  complicaban el paso desaparecieron. Es momento de la  ingesta de una bebida para refrescarse y seguir pedaleando. Incluso, ahí muestran su pericia los pedalistas.

Son apenas segundos los que ocupan para tomar el líquido, que en su mayoría es una bebida hidratante.

Así suplen el sodio, que es el mineral de mayor pérdida durante la  transpiración por el ejercicio físico.

Se acerca la meta y a  su paso, los deportistas reciben aplausos efusivos de familiares  y amigos. Ellos no escatiman esfuerzos para alentarlos:  “Vamos Jota”, “Bien Juan José”.

Uno de los vencedores, el  novato, Miguel Terán, exhausto, solo atina a decir: “Al fin llegué”.

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