Mundo Tecno
El agotamiento profesional, un síndrome físico y emocional
Es común confundir la irritabilidad, el dolor de cabeza, el nerviosismo, el insomnio y la fatiga al final de la jornada de trabajo con el simple estrés laboral. Lo cierto es que estos son algunos de los síntomas de algo peor: el síndrome del agotamiento profesional, más conocido como burnout, que en español se podría interpretar como estar ‘quemado’ o ‘consumido por el trabajo’.
Se trata de un síndrome en el que el profesional pierde motivación por sus labores, se siente emocionalmente agotado, desilusionado y frustrado; esto hace que se irrite rápidamente y trate mal a sus clientes y compañeros, además, su rendimiento laboral baja notablemente.
Según la doctora Sisy Castillo, el término burnout tiene su origen en el lenguaje de los deportistas anglosajones, cuya traducción al castellano significa “estar quemado”. Al trasladar el término al ámbito laboral, se lo interpreta como fatiga y cansancio profesional. De acuerdo con la Universidad Nacional Autónoma de México, este síndrome aparece en la literatura mundial a mediados de los setenta para describir en forma coloquial la actitud de ciertos trabajadores de la salud hacia su labor cotidiana.
De acuerdo con el artículo ‘El síndrome de burnout: evolución histórica desde el contexto laboral al ámbito deportivo’, en 1974, el médico psiquiatra Herbert Freudenberger, que trabajaba como asistente voluntario en la Free Clinic de Nueva York para toxicómanos, al igual que otros voluntarios jóvenes, observó que al cabo de un período más o menos largo, entre uno y 3 años, la mayoría sufría una progresiva pérdida de energía, desmotivación, falta de todo interés por el trabajo hasta llegar al agotamiento, junto con varios síntomas de ansiedad y de depresión. Estas personas, que no tenían un horario fijo, laboraban varias horas, no tenían un buen salario y el trabajo era exigente y tenso, se volvieron menos sensibles, poco comprensivas y agresivas. Para describir este patrón Freudenberger eligió la palabra burnout, que también se usaba para referirse a los efectos del consumo de las sustancias tóxicas.
Aunque al principio se relacionaba al término solo con los trabajadores de servicios sanitarios, como médicos y enfermeros, después se lo amplió a todas aquellas profesiones que daban servicios como cajeros, atención al cliente, e incluso la enseñanza. Actualmente se conoce que todo empleado es susceptible de sufrir este síndrome, de desanimarse y perder su entusiasmo por su trabajo, cualquiera que este sea.
Alexei Darquea, médico ocupacional, asegura que a este síndrome se lo puede confundir con el estrés tensional laboral, incluso se asocia erróneamente la baja de rendimiento con problemas familiares. De ahí que se lo suele detectar tardíamente, por lo general, cuando el síndrome ya ha causado ansiedad y depresión que incluso podría llevar al trabajador a intentos de suicidio.
De acuerdo con Darquea, se debe tener mucho cuidado con esta afección, pues la sintomatología se empieza a notar cuando ya se tiene crisis de ansiedad. “Es un síndrome de una evolución larga, pero no nos damos cuenta sino hasta cuando la persona está vinculada con alguna situación médica-psiquiátrica”.
Insatisfacción por los beneficios obtenidos en el trabajo, las largas jornadas laborales, las actividades rutinarias y monótonas, los muchos años de servicio y la ausencia de crecimiento profesional son algunas de las causas para que las personas rechacen su trabajo.
Edgar Reyna, psicólogo clínico de ServiTerapias, agrega otras causas como la falta de estímulos en el trabajo, el maltrato por parte de los jefes, la falta de apreciación, el mal ambiente laboral y malas relaciones con los compañeros de trabajo. Explica que el problema es que hay gente, pese a estas dificultades, permanece en sus trabajos por las necesidades económicas.
Este cansancio emocional lleva al trabajador a la pérdida de motivación dejándole una sensación de fracaso lo que poco a poco merma su autoestima. Esto sucede incluso cuando se elige la profesión por vocación.
Las consecuencias no son solo emocionales y psicológicas, estas también pueden ser físicas. Se presentan dolores en cualquier parte del cuerpo (cabeza, articulaciones y musculatura). Se trata de un decaimiento físico, emocional y mental.
Dedicar un tiempo al día para ejercitarse o para actividades de esparcimiento, no caer en la rutina y no trabajar extensas horas al días es fundamental para tratar y evitar este síndrome. Según Darquea, no es necesario dejar el trabajo, recomienda pausas activas durante las jornadas de trabajo que deberían incluir, por ejemplo, ejercicios, lectura y capacitaciones en diversos temas; romper la rutina ayuda a que el empleado se relaje. También se podría reasignar un puesto de trabajo y evitar que las actividades sean repetitivas.
Sin embargo, para Reyna, dejar el trabajo sí es una posibilidad, se debe hacer todo lo necesario para que la persona labore tranquilamente y consiga paz. Pero antes de tomar decisiones, el especialista hace un llamado a la honestidad con uno mismo. “Hay que hacerse un examen introspectivo para saber por qué se está bajando el rendimiento”.